Sin perdón
Dice el pensador, escritor y político argentino, Arturo Jauretche que, “Las disputas de la izquierda son como los perros de los mataderos: se pelean por los desechos, mientras el abastecedor se lleva la vaca.” No sé si Pedro Sánchez y Pablo Iglesias habrán leído al ensayista rioplatense, pero lo cierto es que son el último y lamentable ejemplo, de que la frase con la que se inicia esta columna, es el evangelio para la izquierda española.
La historia de este país está repleta de episodios que demuestran la incapacidad de la izquierda patria para ponerse de acuerdo, algunos de ellos con resultados tan trágicos, como los que desembocaron en el golpe de Estado y la posterior carnicería sufrida hace 83 años.
Tras el lamentable espectáculo con que PSOE y Unidas Podemos, brindaron a sus votantes la pasada semana, la noticia de verdad es que la izquierda sigue sin saber entenderse y sus dirigentes no generan, sino desánimo entre sus seguidores, porque no dan pista alguna de que sepan cómo hacer realidad el inequívoco mandato que recibieron en las urnas.
Durante un tiempo se creyó que el pacto que propició la moción de censura podía consolidarse. Y, sobre todo, el primer momento de unidad de izquierdas desde la transición animó mucho a muchos. Solo ha sido un amargo espejismo en el que los egos de Pedro y Pablo, Pablo y Pedro, condimentados con los consejos de esos “rasputines” que tienen como asesores, han dilapidado un caudal de ilusión que van a tener difícil recuperar.
Tanto el PSOE, como UP, han vuelto a demostrar que el sino de la izquierda española es el debate constante e infructuoso, la división de opiniones que conduce fatalmente a la enemistad y al odio. Si a la derecha le dan los números suma siempre: Por muchos “teatrillos” que escenifiquen siempre se hacen con el poder, en buena medida como consecuencia de la división de la izquierda y, lo que es peor, la nula voluntad de sus partes de llegar a acuerdos para derrotar de ese modo a la derecha.
Si la izquierda sumó lo que sumó el pasado 28 de abril, fue porque buena parte de este país entendió como una amenaza real la posibilidad de que la derecha y la ultraderecha, se hicieran con el poder. Fue por éso por lo que la participación fue la que fue y por lo que una considerable mayoría de los españoles, dijeron inequívocamente que querían un Gobierno de izquierda.
Si los tacticismos, las encuestas, los narcisismos y los infantilismo de Pedro y Pablo, Pablo y Pedro, nos llevan a una repetición electoral y como consecuencia de la misma, a un gobierno de la derecha más ultra que recordamos desde Fuerza Nueva, no tendrán perdón, porque imperdonable es dilapidar un resultado como el obtenido el pasado 28 de abril y abrirle la puerta a los mariachis de Colón.
La derecha española campa a sus anchas porque a su alrededor solo ve división y cainismo que no auguran nada útil y eficaz. Por no contar ni siquiera cuenta con un liderazgo consistente, capaz de aglutinar las tendencias e ideologías de todos sus grupos. En la Izquierda se dan cita una formación en retroceso, como IU, una partido tan “desordenado” como Podemos, y un otro grande, como el PSOE, que debería hacer valer su experiencia, su antigüedad y su historia. Pero nada conseguirá esa izquierda si sus líderes se siguen mirando con desconfianza, cuando no con un odio visceral, que solo nos lleva a la imagen de los perros del matadero argentino, porfiando por ver quien la tiene más grande, mientras Casado, Rivera y Abascal se pueden llevar el gato al agua.
Ya basta de la insulsez de la “batalla del relato”, por convencer a la ciudadanía que quien ha tenido la culpa es el contrario. La culpa la han tenido los dos, el narcisismo de Pedro Sánchez y el mesianismo de Pablo Iglesias y a ninguno de los dos se les perdonará que fruto de sus chulerías, la derecha se asiente en la Moncloa por Navidad.