Como un «trapo»

Si es cierto, como defienden algunos expertos, que el lenguaje se convierte en uno de los principales filtros de la realidad personal, a través del que expresamos identidad, valores, creencias, interpretaciones y actitudes, y describimos reacciones, comportamientos y juicios sobre nosotros mismos y sobre aquello que nos toca vivir, o con quienes nos toca relacionarnos, la ciudad de Granada es para su alcalde, Luis Salvador, una cesta de trapos sucios -mugrientos diría yo-, que deben lavarse “en casa”, con la mayor discrección y secretismo, vayamos a que el personal se entere, del vergonzoso cambalache urdido entre el PP y Ciudadanos, por el que quien obtuvo solo cuatro concejales de 27, es hoy alcalde, a cambio de no se sabe qué, ni cuándo, ni cómo, ni cuánto.

Como escribe el gran Antonio Avendaño “en Granada y pese a sus mediocres resultados del 26 de mayo, Ciudadanos hizo uno de los mejores negocios de su historia y el Partido Popular, uno de los peores”. Lleva razón el maestro Avendaño, porque nadie se explica como una ciudad de la importancia de Granada, puede ser moneda de cambio de nada y menos aún, como se puede “entregar” de una forma tan esperpéntica, a una formación que solo obtuvo 15 votos de cada cien.

Que dos meses y medio después de la constitución de la corporación de la “muy noble, muy leal, nombrada, grande, celebérrima y heroica ciudad de Granada”, sus ciudadanos aún no sepan hasta el último detalle, de ese supuesto “pacto entre caballeros”, por el que Luis Salvador fue elegido Alcalde, es una de esas vergüenzas que por siempre jamás acompañarán a Sebas y Luis y por supuesto al PP y Ciudadanos, que han tratado a esta ciudad como una mercancía averiada y a sus ciudadanos como débiles mentales.

Calificar como “pacto entre caballeros”, un chanchullo cuyos términos deben ser tan vergonzantes, que ni los propios firmantes se han atrevido a hacerlos públicos, coloca a quienes lo firman como dos auténticos trileros y claro está, quien juega con tramposos, se arriesga a ser víctima de ellos. Algo así es lo que parece estarle sucediendo a Sebas, quien llora por las esquinas de la ciudad, reclamando sus dos años como alcalde, que según él estaban en el acuerdo y que Salvador no está dispuesto a “recordar”.

Dice el refrán que “quien roba a un ladrón tiene cien años de perdón”, en el caso que nos ocupa, los dos protagonistas de esta historia, podrían entrar de lleno en el refrán, porque ambos llevan a sus espaldas más trampas que una película de chinos y ahora uno de los dos, o quien sabe si los dos, pueden acabar siendo víctimas de su peculiar forma de entender la política, más propia de la cesta de ropa sucia -como el subconsciente le ha llevado a verbalizar al alcalde-, que del “noble y difícil arte”, como así la definió, nada menos que el Concilio Vaticano II. ellos, hayan llegado a ocupar estas responsabilidades, porque no se nos olvide que la política y los políticos, son el reflejo de la sociedad a la que dicen servir, lo que significa que los granadinos somos los únicos culpables de aupar y consentir semejante despropósito.

¿Qué exigencia hemos demostrado los granadinos a nuestros políticos desde hace más de veinte años? Absolutamente ninguna ¿Qué reivindicación, salvo las muy manipuladas de Candel, nos han hecho salir a la calle? Ninguna ¿Qué demostración les hemos hecho, de que no estamos de acuerdo con la forma que esa élite política tiene de tratar a Granada, colocándola siempre por debajo de los intereses de sus partidos? Ninguna.

No podemos mirar para otro lado. Nosotros también somos responsable de la vergüenza a la que ahora nos llevan dos vividores de la política que llevan 30 años trampeando, con tal de seguir ellos a flote. No les pidan ideologías, ni compromisos; no les exijan altura de miras, ni generosidad, porque lo único que le importa a Sebas y a Luis, a Luis y a Sebas, es repartirse esta ciudad, como si fuera un despojo.

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