Redundando en la teoría de los contrarios

Bastante ilustrativo para introducirnos en la teoría a que nos referimos es —con perdón— pensar en las mal llamadas desviaciones sexuales, que mejor se conocen como erotomanías (grandes erotómanos conozco, mujeres y hombres muy respetables).

Atendamos pues algunas inclinaciones como el ‘boyeurismo’ (el típico ‘mirón’, en un español más castizo) o el ‘sadismo’. Sus contrarios serían, el ‘exhibicionismo’ y el ‘masoquismo’, respectivamente. «Aberraciones» todas ellas si no hay comunión, o sea, si el observado y el apaleado son inconscientes. Pero si acuerdan con su contrario, estos pecados pueden transformarse —según como se miren— en actos saludables e incluso virtuosos.

Menos extremo, aunque habitual, es la gente que gusta leer el periódico por encima del hombro de los demás; prefieren otear el diario de la mañana y no hojearlo; verlo sin necesidad de pasar sus hojas. Hay quien le molesta y se cubre con el brazo o subiendo el hombro —como en los exámenes de la escuela— o se dan la vuelta o cierran el periódico directamente, si se enteran. A otros sin embargo no les importa hacer de atril, compartir la lectura, marcar el ritmo con su hojeo, con el interés prestado a cada noticia. El ‘ojeador’, ‘mirón’ o ‘voyeur’ en definitiva, tiene que conformarse con lo que dicte ‘quien maneja la barca’.

En casa, de puertas para adentro, más que contrarios debe haber complementarios. Si a uno le gusta (o le disgusta menos) la plancha, al otro quizá le guste la cocina; si uno riega las macetas, otro limpia la jaula del búho (es un decir, pues no siempre se tiene búho o jaula que limpiar o ganas de mascota que pida pan, ¿quizá un caniche de gomaespuma o un patito de goma azul que habla? ¿o quizá todo lo contrario?).

Nada existe, sino lo opuesto. Nada es verdad si algo no fuera mentira. Durante milenios los budistas simbolizaban con la dualidad del yin-yang el principio pasivo o femenino frente al activo o masculino (sic), el negro y el blanco, la noche y el día…

Platón afirmaba en los diálogos socráticos que «cada ser desea a su contrario, su complemento, y no aquello que es igual él. Así, lo que es seco necesita la humedad, lo que es frío, necesita el calor, lo que es amargo, necesita la dulzura, lo que es agudo, lo embotado, lo que es vacío, la plenitud, lo que está lleno, necesita el vacío y lo mismo ocurre con todo lo demás. Porque el contrario se alimenta del contrario, mientras el parecido no gana nada con el parecido».

Según los Upanishads (libros sagrados hinduistas), el espacio y el tiempo son emanaciones de Brahmán cuyo ser es un más allá del espacio y del tiempo. «¿Por qué? Por la alegría de creación. ¿Por qué hay el mal? Por la alegría de superarlo con el bien. ¿Por qué hay la oscuridad? Para que la luz pueda brillar más intensa. ¿Por qué hay el dolor? Para hacer posible la alegría de superarlo, la alegría del sacrificio por amor. ¿Por qué la creación e infinita evolución del universo? Porque en el fondo todo es amor, y amor puro es pura alegría».

Cuando Borges en 1944 concibe en ‘Ficciones’ el universo de Tlön y comenta sus caracteres identitarios, al hablar de los usos literarios, afirma que «los de naturaleza filosófica invariablemente contienen la tesis y la antítesis, el riguroso pro y el contra de una doctrina. Un libro que no encierra su contralibro es considerado incompleto».

En ‘Los orígenes del pensamiento en el niño’ (1976), el psicólogo francés Henri Wallon escribe que «el pensamiento se forma en parejas. La idea de ‘blando’ no se forma primero ni después que la idea de ‘duro’, sino que ambas se forman contemporáneamente, en un encuentro generador: El elemento fundamental del pensamiento es esta estructura binaria y no cada uno de los elementos que la componen. La pareja, el par son elementos anteriores al concepto aislado».

Entre sus ‘Máximas’, François de La Rochefoucault (1613-1680), sentencia que «las pasiones engendran a menudo otras que son sus contrarias: la avaricia produce a veces la prodigalidad, y la prodigalidad la avaricia»; y añade «somos firmes por ser débiles, y audaces por cobardía».

Por último, para redundar en mi teoría, Gianni Rodari, en ‘Gramática de la fantasía’ (1973), propone el ‘Principio de oposición’, que se fundamenta en la ‘Teoría de la forma y de la figuración’ de Paul Klee cuando escribe que «el concepto es imposible sin su oponente. No existen conceptos aislados, sino que por regla son ‘binomios de conceptos’».

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