«Las compañías son las grandes poseedoras de nuestros datos y están ganando dinero con ellos»

«Las compañías son las grandes poseedoras de nuestros datos y están ganando dinero con ellos»

  • Javier Valls, profesor del departamento de Derecho Penal de la UGR, analiza la problemática del uso de las técnicas de Big Data

El Instituto Nacional de Estadística (INE) quiere conocer temporalmente la ubicación de todos los teléfonos de los españoles. Se trata de una circunstancia que ha escandalizado a muchos de los habitantes del país, que se preguntan si es legal que el organismo tenga acceso a datos tan personales de una forma tan intrusiva.

La respuesta a esta cuestión la ofrece Javier Valls, profesor del departamento de Derecho Penal de la Universidad de Granada (UGR) e investigador de la problemática del uso de las técnicas de Big Data. Según apunta, lo que pretende hacer el INE es legal porque «los datos agregados se pueden considerar como datos no personales». «En caso de considerar que son datos personales, al tratarse de un fin público y estadístico la ley lo permite», abunda, «si a esto añadimos que la ley de la Función Estadística Pública permite exigir la entrega de datos para elaborar estadísticas de carácter estatal, pues el caso es legal». Sería ilegal, asegura, en caso de que se pagase por los datos.

Obviamente, esto conlleva unos riesgos que pueden llegar a ser bastante altos en el peor de los casos. «Hay estudios tanto de datos anonimizados, como de datos agregados, como de metadata que demuestran la posibilidad de identificar a individuos», explica Valls, «esto puede ser muy peligro en ciertos contextos como la posibilidad de identificar a una víctima de violencia de género por su agresor». Si bien no es un proceso sencillo, el profesor de la Universidad de Granada reconoce que «si la anonimización es buena será muy difícil conseguir identificar a una persona, pero es posible con tiempo y muchos medios».

En el pasado ya se han dado polémicas similares con aplicaciones como la de LaLiga, que accede a la ubicación y el micrófono del usuario para dar con locales que emitan los partidos de fútbol sin haber pagado por sus derechos. Sobre este caso, Javier Valls apunta a que es un acto que no está amparado por la legalidad, pues «la ubicación y las conversaciones se pueden considerar datos personales y sin el consentimiento de la persona esto no se puede hacer». «Incluso aceptando los términos de utilización de esas apps y, por tanto, dando el consentimiento, es necesario no salirse del fin por el que se conceden los datos. No creo que nadie aceptase que sus datos fueran utilizados para perseguir el fraude del bar donde ve los partidos de LaLiga», añade, hay que tener en cuenta que la recolección de datos ha de ser la mínima posible para el fin que se persigue. La app de LaLiga era para informar sobre información deportiva, no para espiar donde hay fraude». «Se extralimita en el fin y en la cantidad de datos que se recogen», apostilla.

El Big Data es una herramienta aún relativamente nueva, que ha de crecer y a la que nos tenemos que acostumbrar con el paso del tiempo. Sin embargo, el investigador apuesta porque «más que evolucionar lo que se debe es formar a los que van a utilizar estas herramientas de análisis de datos». «Aparte de lo legal, que ya de por sí es un gran desconocido para los técnicos, hay que centrarse en la correcta utilización desde un punto de vista ético», expone, «todos los que vayan a utilizar datos personales, que es cualquier dato que pueda identificar a una persona, mucho más allá de el nombre, el número de DNI o el número de móvil, deben plantearse antes de utilizarlo algunas preguntas: ¿qué fin están persiguiendo? ¿Qué datos hacen falta? ¿Por cuánto tiempo se van a utilizar? ¿Qué medidas de seguridad voy a utilizar para protegerlos? ¿Hay sesgo en la utilización de los datos? ¿Discrimino a grupos? ¿Atento contra Derechos Fundamentales? Esto rara vez se está haciendo».

«La cantidad de información que tienen sobre nosotros supera a la que cualquier persona con la que convivimos pueda saber»

¿Somos realmente conscientes de la información que cedemos con nuestros teléfonos? ¿Qué se hace con ella? Estas dos preguntas suelen ser las más recurrentes en los foros de debate en torno al Big Data. La respuesta de Javier Valls es directa: no somos conscientes «para nada». «Lo curioso del caso es que la gente se escandalice cuando se trata del Estado pero, sin embargo, las compañías privadas son las grandes poseedoras de nuestros datos y están ganando dinero con ellos», asegura, «sin entrar en el tema de la información que doy siendo activo con redes sociales y aplicaciones de mensajería, el móvil da datos sobre mi localización, sobre mis horas de sueño cogiendo los datos de cuando es la última vez que interactué con él por la noche y la primera por la mañana, que es lo último que hacemos antes de ir a la cama y lo primero que hacemos nada más levantarnos, se sabe cuantas horas trabajamos, si se tiene activado un asistente de voz, escuchan nuestras conversaciones». Si a todas estas condiciones añadimos «todos los mensajes que mandamos, las fotos que subimos, los likes, etc. la cantidad de información que tienen sobre nosotros supera a la que cualquier persona con la que convivimos pueda saber, por muy amigos que seamos».

Los datos que regalamos sin ser conscientes tienen muchas aplicaciones. «La primera para saber qué gustos de consumo tenemos para mandarnos publicidad personalizada», expone Valls, «pero también se puede saber las probabilidades que tenemos de morir a una determinada edad, que puede ser positivo o negativo, o con quién mantenemos relaciones afectivas». «También se puede saber qué ideología política tenemos y se puede acertar a quién se va a votar», finaliza, hilando con las elecciones de mañana «esto se esta utilizando en las campañas políticas con el fin de excitar sentimientos para votar a un partido o desincentivar el voto al contrario».

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