Y Granada bailará
Desgraciadamente para los granadinos, Granada, en vez de ser paradigma de prosperidad, riqueza y emprendimiento, tras una postergación constatada durante cuatro décadas, se ha congelado en el tiempo, en un tiempo pasado que no ha traído ni traerá ninguna prosperidad a nuestra tierra.
Desde Sevilla, que siempre nos ha sentido como su competencia más directa, pensaron que con la Alhambra, Sierra Nevada y Lorca ya teníamos bastante y que, por lo tanto, el poder político, institucional, administrativo y militar debería centralizarse en su ciudad, la capital de una Andalucía no refrendada como Comunidad Autónoma por la mayoría de los ciudadanos de su territorio. Por ello, los hacedores de esta falsa autonomía tuvieron que urdir un fraude con forma de ley para suplir la voluntad popular que no consiguieron en las urnas y crear una Comunidad Autónoma ilegítima “por motivos de interés nacional”.
¿Pero qué motivos de interés nacional pudieron existir para que se crease una Comunidad Autónoma llamada Andalucía en vez de las dos que históricamente corresponden a ese territorio, esto es, Andalucía y Granada?
Los motivos de interés nacional que postergaron a Granada, que la arrinconaron en beneficio de la falsa Andalucía fueron sólo electoralistas, porque UCD quería mantener unido su caladero de votos, que hubiera desaparecido si el Reino de Granada se hubiese constituido en Comunidad Autónoma. Triste y mundano motivo que ha cercenado las posibilidades de progreso de nuestra tierra, unida artificialmente a una autonomía inventada por criterios electoralistas, en vez de haberse conformado en este territorio de 87.268 Km2 dos autonomías conforme a criterios de identidad regional histórica, cultural y económica común, como ha ocurrido en otros territorios de España.
Mucha más legitimidad tiene Granada que Madrid, Murcia o Cantabria para tener su propia Comunidad Autónoma, y, qué casualidad que es el único reino que aparece en el escudo de España que no tiene autonomía propia o cuyo nombre no denomina a su autonomía, aunque sea de manera compartida, como en el caso de Castilla y León, Comunidad que, por cierto, también se constituyó artificialmente para que UCD mantuviese su caladero de votos, ya que si León se hubiera unido a Asturias,los votos de la potencia minera resultante se hubieran escorado claramente hacia la izquierda.
Un mapa autonómico construido pues al capricho de los intereses de unos y otros y no en base a identidades regionales históricas, culturales y económicas comunes. Mapa que poco o nada ha calado en la ciudadanía, y cuyo fracaso actual, tras 40 años de experiencia, es un hecho evidente.
Pero no sólo ha demostrado ser un fracaso histórico, sino también un fracaso práctico, con desigualdades territoriales, económicas y sociales que claman al cielo y que van en contra de la igualdad de todos los españoles ante la ley y de la solidaridad interterritorial que proclama solemnemente la Constitución Española.
Ha sido cierto que muchos granadinos nos hemos conformado con la Alhambra, Sierra Nevada y Lorca -que no son poco-, pero ¿qué pasa con la vida de los ciudadanos y con su derecho al progreso propio y al de su tierra?, ¿se conformarían los sevillanos sólo con el Guadalquivir, la Giralda y la Torre del Oro? Evidentemente no, ellos sí que han progresado a costa en buena medida de lo que nos correspondía legítimamente al resto de provincias que conforman esta autonomía, y que nadie nos lo va a devolver.
Aunque España y Andalucía tienen una deuda histórica con el Reino de Granada, sólo los granadinos, y demás ciudadanos de este territorio, podemos recuperar lo perdido reclamando nuestra identidad propia y, por ende, nuestra propia autonomía. Es un derecho que nos otorga la Constitución y su ejercicio es ya imparable, porque las regiones maltratadas por el proceso autonómico van a decidir sobre su futuro territorial, dentro de España y de la Constitución, por menos que les guste a quienes nos lo niegan todo mientras les conceden todo a Cataluña, aunque los gobernantes catalanes se encuentren fuera de la legalidad, no cumplan ni con la Constitución, ni con las leyes, ni reconozcan la autoridad del poder judicial. Cualquier otro ciudadano de España que se encontrara en la ilegalidad manifiesta de estos políticos catalanes estaría ya en la cárcel, pero no olvidemos que ellos son una raza superior…
Junto a todo lo anterior, hay también que reconocer que los políticos granadinos que dicen representar a Granada tampoco han hecho prácticamente nada por nuestra tierra ¿Por qué entonces seguir abonando sueldos infértiles de políticos infértiles para con su tierra?
No es de extrañar pues que con este panorama esté surgiendo con más fuerza que nunca un movimiento-sentimiento de reconocimiento de nuestra propia identidad materializada en la consecución de una propia autonomía, distinta de Andalucía, al igual que está ocurriendo en León en relación con Castilla.
Los socialistas quieren blindar el actual mapa territorial para cercenar el derecho de las regiones maltratadas por el Estado de las Autonomías -y por sus propias Comunidades Autónomas-a constituir su propia autonomía, ya lo intentó Zapatero con su empeño de eliminar el artículo 143 de la Constitución, pero no lo consiguió porque para reformar la Constitución son necesarias mayorías cualificadas de las que él no disponía entonces como tampoco ahora Sánchez, ni para eliminar dicho precepto ni para convertir a España en un Estado federal como pretenden.
Y es que si se abre la reforma constitucional territorial, que no esperen tener un camino sin espinas para conseguir sus propósitos federalistas y desiguales, porque todos los territorios maltratados por el actual sistema queremos tener voz y voto, y no sólo los de siempre para privilegiar a los de siempre.
Cuando comience el baile territorial no podrán impedir que todos los que quieran bailen en el nuevo reparto territorial, y bailen hacia muy lejos de las autonomías que nada les han dado, sólo postergación y ninguneo, y León, Granada y Almería bailarán, quizás también Zamora, Salamanca, Málaga y Jaén, y muchos otros más…
Señora Bensusan, si Granada está a la cola en el desarrollo es gracias a nosotros los granadinos. Aquí los ricos se lo gastan todo en bares, mercedes, abonos para los toros y palcos para la semana santa. Menos celebrar el día de la toma y luego presumir de Alhambra y más aprender de los catalanes y los vascos de cómo se defienden los intereses propios.