Los ancianos son los otros
Cuando toda esta crisis sanitaria pase (que pasará), y recordemos 2020 como ese año, al cual un virus le robó la primavera, tendremos que replantearnos demasiados aspectos de esta sociedad, donde todo parece estar supeditado a los intereses del mercado neoliberal. Una de ellas será sin duda, el trato que estamos dando a nuestros mayores.
En los albores de esta maldita pandemia, en esos instantes que desde Occidente veíamos con asombro el confinamiento en la ciudad China de Wuhan, y empezábamos a familiarizarnos con el COVID-19, muchos decían (decíamos) que solo era otra gripe, que afectaría nada más que a los viejos, realizando todas estas afirmaciones sin reparar al soltar esa última coletilla, en nuestros propios abuelos, en nuestras octogenaria vecina del cuarto, o en la residencias de mayores de nuestros pueblos y ciudades.
Es precisamente en estos últimos lugares, en las residencias para mayores, donde más está golpeando el virus, las cifras nos contaban el miércoles 26 de marzo de 2020, en mitad de la segunda semana de confinamiento, que al menos 397 ancianos ingresados en residencias habían muerto por coronavirus, además había 1.600 contagiados.
En nuestra comunidad, Andalucía existen 665 residencias de mayores entre públicas y privadas. En ellas hay 44.500 mayores ingresados, asistidos por 24.500 profesionales. A fecha de 23 de marzo, 80 ancianos habían dado positivo, y fallecieron 51. Esa misma semana en Granada, la pandemia del coronavirus se ensañaba con una residencia de personas en Cájar, con al menos doce fallecidos.
Conocidas estas cifras dramáticas, estos números asépticos, que encierran el sufrimiento de miles personas, quienes en su mayoría habrán pasado su vida trabajando por forjarse un futuro próspero para ellos, para sus descendientes, aportando a la sociedad con sus impuestos y esfuerzo, deberíamos preguntarnos cuando todo esto pase. ¿En manos de quién(es) están todas estas residencias?, ¿cuáles eran las condiciones que soportaban sus residentes? o, ¿cómo eran los contratos de trabajos que hacían a sus trabajadores?
Asimismo, tendremos que recapacitar sobre la sociedad que hemos estado forjando, capaz de dejar en manos del mercado nuestros últimos años, de apartar a quienes “ya no sirven” para producir, arrinconándolos a lugares donde no queremos mirar, de mercantilizar y comerciar impunemente con las personas que, durante la crisis de 2008, sostuvieron con sus escuetas pensiones este Estado del Bienestar tan depauperado.
A su vez, debemos de recapacitar sobre el trato que hemos dado a los mayores durante los días previos a que la pandemia se desbocase, sin pensar que también nosotros algún día querremos ser el abuelo o la abuela que espera a su nieto, que acude a clase de ese idioma que no pudo aprender antes por culpa de trabajo, o bien sigue siendo útil por el hecho de transferir sus conocimientos adquiridos a las generaciones futuras. Porque cuando todo esto termine (que terminará), algún día te mirarás al espejo y tendrás su edad.
*José Alonso Reyes es miembro de la Asamblea local IU Guadix