Aquellas pequeñas cosas
Son aquellas pequeñas cosas,/que nos dejó un tiempo de rosas/en un rincón,/en un papel/ o en un cajón.
Como un ladrón/ te acechan detrás/de la puerta.
Te tienen tan/a su merced/como hojas muertas/que el viento arrastra allá o aquí,/que te sonríen tristes y/nos hacen que/lloremos cuando/nadie nos ve.
Seguro que a medida que han ido leyendo estos versos, les han puesto música, e incluso habrán tarareado esa bellísima canción, en la que el gran Joan Manuel Serrat, nos va desgranando hasta qué punto cosas insignificantes, pueden llegar a ser enormes cuando falta el motivo, o la persona que las originó en su día.
Esta columna no va a entrar esta semana en el análisis de una actualidad tóxica, que se ha convertido en puro veneno para quienes desde casa siguen atemorizados -por su salud y la de los suyos, por el futuro de sus negocios, o por sus empleos-, una actualidad que además de no dejarnos mejoría, se ha convertido en un arma de intoxicación masiva, utilizada de una forma miserable por algunos políticos y periodistas, que están convirtiendo a la verdad en una especie en peligro de extinción.
No les voy a hablar de los paseos diarios de Rajoy, despreciando el confinamiento; tampoco de como una diputada -lamentablemente representante de Granada- ha tenido la más repugnante intervención que se recuerda desde la tribuna del Congreso, acusando al Gobierno de aplicar la eutanasia a nuestros mayores; no me detendré ni un minuto en la metedura de pata de la diputada de Bienestar Social de Granada, con el reparto de las mascarillas entregadas por la Junta de aquella manera; les ahorraré el escasísimo acierto de la delegada del Gobierno en Andalucía, prohibiendo a la policía local, felicitar el cumpleaños a los niños de sus pueblos y ciudades; y por supuesto no entraré en el basurero en que se han convertido las redes sociales, transformadas por obra y gracia del postfascismo, en un basurero donde es muy difícil permanecer más allá de unos escasos y enervantes minutos.
Esta semana quiero proponerles que se detengan a reflexionar, sobre esas pequeñas cosas, que tan cotidianas e insignificantes eran antes del 15 de marzo y que tan valiosas nos parecen ahora que no sabemos cuando podremos volver a disfrutarlas.
Está claro que cuando todo esto pase nada volverá a ser igual; que habrá que reinventarse en una tierra como Granada, cuyo modelo productivo se basa hegemónicamente en el turismo y los servicios, dos de los sectores que van a resultar más dañados por esta crisis; que deberemos acostumbrarnos a relacionarnos de otra forma, tanto con nuestros seres queridos, como en nuestra cotidianeidad y que deberemos reinventar muchos de nuestros hábitos y costumbres.
¿Cuánto pagarían ustedes hoy por una concha de ensaladilla en la abarrotada barra de Cunini, unos rejos en el Ávila, unos boquerones en los Diamantes, un bocata de jamón en Ibéricos Alhambra, unos churros en el Fútbol, una casata en los Italianos, un calicasas en las Castañeda, un bocata en el Aliatar, una pizza en Altamura, una buena salchicha en Wursmest, unas anchoas en los Santanderinos, unos calamares en el Provincias, unas 1925 en las Titas, unos «papeles» de fiambre en La Cueva, unos caracoles en el Albaicín, una fritura en la Entraílla, una cena frente a la Alhambra en el Carmen de las Tomasas, o unas berenjenas en los Tintos? … Mucho ¿Verdad?
¿Cuánto disfrutarían ahora de un paseo por la Gran Vía, por la Carrera del Darro y los Tristes, por la Vereda de Enmedio, por la Cuesta de los Chinos, por el bosque de la Alhambra, por la Calle Oficios, el Zacatín y Bibrambla, por las plazas del Zaidín, de la Chana, de Almanjáyar, por el Parque Lorca?
¿Qué darían por una excursión a Playa Cabria, a Calabajío, a la Herradura, a Salobreña, a Cotobro, a la Alfaguara, a Pradonegro, a la Vereda de la Estrella, a Sierra Nevada, a la Alpujarra, al Valle de Lecrín, a Guadix y Baza, a Montrefrío y Alhama …?
Tras un mes confinados y no menos de otro por delante sin pisar la calle, solo pensar en disfrutar esas pequeñas cosas nos hacen las personas más felices del mundo … Pues bien recuérdenlo cuando esta pesadilla pase y de una forma u otra, podamos volver a esa «normalidad» que tanto estamos echando de menos.