El periodismo «derrota» al teleférico
Dice una de las frases más populares sobre este oficio que “El periodismo es la publicación de lo que alguien no quiere que publique; todo lo demás son relaciones públicas”. Esa afirmación se ha puesto en boca de históricos del periodismo, como Orwell, William Randolph Hearst, o Katherine Graham y estoy seguro que sería suscrita por cualquier periodista actual que mereciera ser considerado como tal y Juan Ignacio Pérez lo es.
Hace justamente un mes hemos asistido en Granada, a uno de esos hechos que le hace sentir a uno orgulloso de ser periodista. Me refiero a la publicación por el Independiente de Granada, de un rigurosísimo trabajo de Juan Ignacio Pérez, que deja literalmente herida de muerte, a una de las propuestas “estrellas” de esa megalomanía, denominada “Gran Granada”, que el candidato del PP a la alcaldía, parece haberse sacado de la chistera, en ausencia de cualquier proyecto coherente en su caletre. Me estoy refiriendo al teleférico más grande del mundo mundial.
Les recomiendo encarecidamente a todos ustedes, que no dejen de leer detenidamente, la información de Juani, fechada el 3 de marzo en el Independiente de Granada, titulada “Lo que no te cuentan del teleférico que proyecta el PP”. No tiene desperdicio. Si después de su publicación, Sebastián Pérez, continúa adelante con semejante “columpio”, es porque sencillamente nos considera, tontos de babero, analfabetos funcionales o bobos solemnes.
Cuando allá por 2006 conocimos el proyecto, ya nos suscitó serias dudas en lo medioambiental, en lo económico y en lo sostenible. Servidor recuerda un debate en la tristemente desaparecida Localia, en el que los promotores del “artefacto” se quedaron literalmente mudos, cuando les preguntamos, qué puñetas pensaban hacer con 30.000 personas que hubieran subido a Sierra Nevada en sus cabinas por la mañana y no pudieran bajar por la tarde, porque el viento soplara a 60 kilómetros por hora. ¿Se imaginan?. Aún estamos esperando la respuesta.
Mi compañero Juani ha ido ahora más allá. Mucho más allá. El trabajo cuya lectura les propongo, destroza literalmente el despropósito de la megalomanía “sebastianil”, salvo que los intereses que se oculten detrás del “cacharrito”, sean de aquellos a los que “ese señor en que ustedes están pensando”, no se pueda resistir.
Frente a la actual carretera, el recorrido en teleférico supone un 30% más en tiempo y entre un 370-1100% más en coste en función del número medio de pasajeros por vehículo. En consecuencia, parece poco probable que el proyecto tuviera una repercusión significativa en la disminución de vehículos en Pradollano.
Sigue Juani recordándonos que la idea apuntada ahora, con parada en Güéjar-Sierra -curiosamente el feudo de la “Bruja Lola” del PP-, es mucho más larga, más cara, de mayor impacto ambiental y además atraviesa un tramo del parque nacional por lo que es incompatible con la normativa actual. Sería ilegal.
Donde sin duda la apuesta de Sebastián es de “medalla”, es en la rentabilidad del “cacharrito”, ya que la propia empresa promotora admitía en su proyecto que la demanda viajeros podía no ser tan alta, como para mantener los costes de explotación, por eso sugería que, en ese caso, la Administración debería estudiar fórmulas para favorecer el teleférico entre las que se incluían la restricción del tráfico por carretera, subvenciones públicas al billete o exenciones fiscales. Entre carcajada y carcajada Juani escribe que “Es como si planteáramos cerrar la autovía desde Granada a Madrid y obligar a la ciudadanía a desplazarse en avión, o cuando llegue en AVE. Es un sinsentido favorecer con semejantes medidas a una empresa privada, aparte del cuestionamiento legal.”
Y es que la “rentabilidad” del proyecto brilla por su ausencia. La inversión superaría los 129 millones de euros. De esta inversión la mayor parte se dedicaría a la compra del material, por lo que más del 60% se gastará fuera de nuestras fronteras. Para su financiación la empresa planteaba contratar una póliza -a 60 años- con un interés fijo anual de 6,8 millones de euros. Con las bases establecidas por el promotor, habría que esperar al año 40 para que desaparezcan las pérdidas acumuladas. ¿Dónde está la rentabilidad? ¿O es que los promotores se han convertido en unas hermanas de la Caridad?
Nada más lejos de la realidad. El objetivo parece que apunta a crear presión para la ampliación de la estación de esquí. La posibilidad de crear apeaderos en el trazado, abre la posibilidad a creer que se pueda edificar, abriendo paso a la posibilidad de especulación, dado la inviabilidad del estudio económico. ¡Et Voilà!, “El periodismo es la publicación de lo que Sebas no quiere que se publique; todo lo demás son relaciones públicas”.
¡Enhorabuena Juani!