El aforado
Muy en breve, por su protección, como expresa nuestro ordenamiento jurídico, el aforado Iglesias, valido del gobierno y prevalido de su personal fuero, ese que tanto criticó para otros, pero del que ahora se sirve, será investigado por el Tribunal Supremo.
No puede ser de otro modo. Parafraseándolo a él, “no contemplo otra posibilidad”. Cierto que yo lo digo desde el conocimiento del Derecho y que él lo hizo ayer desde la manejabilidad de la cloaca, su reino, donde se conduce como el mejor de los corsarios, en el proceloso mar de la inmundicia.
No espero ver dos varas de medir de la justicia en un tema tan primario como este, porque el señor Iglesias como cualquier ciudadano, está protegido por nuestro sistema legal. O tal vez se decida a dar ese paso adelante que tantos estamos esperando y pida voluntariamente comparecer y declarar ante la justicia, aclarando definitivamente su relación con el asunto Dina Buselham, su protegida, tan monárquica en Marruecos y tan abolicionista y republicana en España. De hacerlo —me refiero al, por ahora vicepresidente—, personalmente comenzaría a creer en algo de tan grotesco personaje con moño y pendientes que tanto dijo; aunque bien me temo que haga cierto el viejo aforismo español acuñado por Francisco de Quevedo: “nadie ofrece tanto como el que no va a cumplir”.
Pero de momento el líder podemita me recuerda a otro personaje, solo aguerrido de palabra, Andrea Doria, que siempre decía ante la cercana batalla la frase que realmente le definía: “Siempre es mejor una bella huida que un bravo combate”. Y es que el aforado Iglesias hasta ahora nada de nada de lo que dijo y prometió.