De mal en peor

“Ahí llega mi futuro / sin compasión / mirándome a los ojos / silbando mi canción. / Se acercan tiempos duros / le oí decir / rezad lo que sepáis / y olvidaos ya de mí”. Así arranca la canción “De mal en peor” de José Ignacio Lapido. La grabó allá por el año 2005. Quince años después, sigue teniendo sentido, y el resto de la canción, también.

Aunque he estado un par de lunes ausente de esta ventana en la que trato de plasmar mi interpretación como docente de la realidad que nos toca vivir, he seguido leyendo con asombro e incredulidad el aumento de las cifras de contagios, hospitalizaciones y decesos a causa del COVID. En realidad, no es nada que no nos esperásemos todos, es la crónica de una muerte anunciada. O quizás, en lugar de muerte, deberíamos catalogarlo como homicidio imprudente.

Desde que la Universidad de Granada inauguró el curso académico, la cifra de contagios no ha hecho más que agrandar y la verdad es que no hay que pensar mucho para tener un leve indicio de la causa de esa tercera ola. La Junta de Andalucía tuvo a bien “cerrar” la Universidad durante diez días, pensando que, de esa manera, controlaría el virus. Nada más lejos de la realidad. En sus aulas, además de haber reducido la presencialidad de forma drástica, los alumnos y alumnas están con sus mascarillas, como sus homólogos de Infantil, Primaria y Secundaria. ¿Dónde está el problema? ¿En las Universidad o fuera? Saquen sus propias conclusiones.

Otra de las preguntas que me ha retumbado en la cabeza con insistencia es la siguiente. ¿Por qué la Junta de Andalucía cierra la Universidad (que no depende directamente de sus directrices, ya que es una institución independiente), con un número muy reducido de alumnado y con unas medidas de distanciamiento en las aulas infinitamente mejor que en cualquier Colegio o Instituto? En los centros de enseñanza obligatoria estamos hacinados y sin distancia social mínima. Esos sí son responsabilidad directa de la Consejería de Educación, pero sobre ellos, no se actúa. Consejos vendo, que para mí no tengo.

Nos esperan dos semanas de confinamiento… ¡o eso parece! En un día, ya han explicado tres versiones diferentes de lo que podemos o no hacer. Otras dos semanas de ruina para el pequeño negocio, para los trabajadores de a pie. Otras dos semanas de ruina provocada por la falta de conciencia social y un ínfimo concepto de la responsabilidad individual.

Permítanme que termine la columna con el estribillo de la genial canción de José Ignacio Lapido, ya que refleja perfectamente el sentir de muchos granadinos y granadinas “Tengo una ventana con vistas a un muro / Nada queda por hacer / Los niños escriben mensajes al mundo / Nada queda por hacer / Tengo una ventana con vistas a un muro / todo es tan absurdo / De mal en peor”.

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