El día de la marmota
Más que el futuro, en Granada es siempre el pasado el que vuelve. Como si se tratara de un remake de la película «Atrapado en el tiempo», más conocida como «El día de la marmota», en la que nos cuentan la historia de un periodista gruñón y antipático que se ve condenado a revivir, una y otra vez, el mismo día, en un pequeño pueblo de Pennsylvania, la ciudad de la Alhambra, también vuelve periódicamente a sus particulares marmotas, ahora a vueltas con el teleférico más largo del mundo mundial.
El controvertido proyecto está, de nuevo, sobre la mesa de la Junta de Andalucía. Más concretamente, en la Oficina de Fondos Europeos ‘Next Generation’, o para entendernos los fondos destinados a recuperaros de la crisis postpandemia.
El pasado 27 de noviembre, el Círculo de Empresas Andaluzas de la Construcción, Consultoría y Obra Pública, Ceacop, informó de una reunión con la consejera de Fomento, Infraestructuras y Ordenación del Territorio, Marifrán Carazo, para presentarle el proyecto con el objetivo de que sea incluido en el Plan de Recuperación y pueda beneficiarse de esos fondos europeos, los llamados Next Generation EU, para sacarlo adelante.
Tanto para la presidenta de Ceacop, Ana Chocano, como para Francisco Martínez Cañavate, secretario general de la Asociación de Constructores y Promotores de Granada, se trata de un proyecto «innovador», «muy positivo» y con «gran capacidad de generar empleo».
Para los empresarios se trata de una infraestructura perfecta para mejorar el medio ambiente, reducir la huella de carbono, descongestionar el tráfico y desestacionalizar Sierra Nevada, convirtiéndola en un punto de atracción también en verano.
Los promotores del proyecto insisten en convencernos de que se trata de un medio de transporte que no lleva aparejado ningún desarrollo urbanístico, algo sobre lo que planean numerosas dudas.
Hablamos de un proyecto cuestionado desde muchos ámbitos y que plantea serias dudas sobre su sostenibilidad económica, viabilidad medioambiental y como alternativa de transporte.
Conviene recordar que salvo obras megalómanas en Asia, no existen teleféricos de tanta longitud porque no es el medio adecuado para distancias tan largas, no puede competir ni con la carretera, ni con ningún otro medio por ser la forma de viajar más lenta y costosa. Solamente tiene sentido, y se rentabiliza, donde no existe otra alternativa de transporte para acceder a un determinado destino, lo que no es el caso.
Frente a la actual carretera, el recorrido en teleférico supone un 30% más en tiempo y entre un 370-1100% más en coste en función del número medio de pasajeros por vehículo.
Pero es que además el proyecto de teleférico Granada-Sierra Nevada no puede ser considerado como una alternativa al acceso por carretera a la estación, ya que la actual funciona con normalidad, salvo los días de puentes y algunos fines de semana, ya que esta vía constituye una de las carreteras de montaña de más fácil accesibilidad y una de las más “rápidas” de todas las que dan acceso a estaciones de esquí europeas.
Recordemos que la carretera actual tiene una capacidad de 1.000 vehículos a la hora y la oferta pública de aparcamientos supera los 3.500 vehículos, con lo que el problema no es llevar más gente hasta la estación y sí plantearse un modelo sostenible, económica, ambiental y socialmente.
Pero es que además la idea de que el teleférico no afecta al entorno medioambiental, tal y como plantean los promotores, está bastante alejada de la realidad. Tanto el cableado como las pilonas necesarias, afectan de forma más que evidente al espacio natural.
Para cuadrar el círculo, la propia empresa privada admitía en su proyecto que la demanda viajeros podía no ser tan alta como para mantener los costes de explotación, por lo que sugería que, en ese caso, la Administración debería estudiar fórmulas para favorecer el teleférico, entre las que se incluían la restricción del tráfico por carretera, subvenciones públicas al billete o exenciones fiscales. Para que nos hagamos una idea es como si planteáramos cerrar la autovía desde Granada a Madrid y obligar al personal a desplazarse en avión, o en AVE.
El estudio de viabilidad de la empresa indicaba que el plazo de tiempo previsto para generar un resultado acumulado positivo, era de 40 años, un plazo muy superior a la vida útil de las instalaciones. La inversión superaba los 129 millones de euros. De esta inversión hay que señalar que la mayor parte va dedicada a la compra del material, por lo que más del 60% “emigra” fuera de nuestras fronteras.
Para terminar destacar que los empleos que generaría el proyecto tampoco están muy claros. Los cálculos han ido variando desde los 800 a los 1.500 durante el periodo de construcción, cifra que se reduciría drásticamente una vez acabada la obra, momento en el que el teleférico sólo daría empleo a unas 10 personas.
A la luz de todos estos datos no parece que la inversión precisa para esta infraestructura, pueda considerarse como prioritaria para la Granada post Covid, en la que seguro que a todos ustedes se les ocurrirán decenas de proyectos con mucha más repercusión para las necesidades de esta tierra.