Transporte poco popular
Que algunas determinadas fiebres por la construcción desmesurada de carreteras hayan podido afectar en algunas ocasiones a responsables públicos de izquierdas, no es óbice para denunciar, a estas alturas del siglo XXI, lo que ya es una auténtica epidemia febril de la nueva dirigencia política andaluza, que no es otra que una obsesión casi enfermiza por construir carreteras y más carreteras, incluso en aquellas situaciones en que se han demostrado poco útiles o escasamente favorecedoras de un tránsito sensato y sostenible.
Valga como ejemplo de lo dicho la declaración de intenciones efectuada por la nueva consejera andaluza del ramo, granadina por más señas, en lo que podríamos llamar su presentación política. Recuperar carreteras en el área metropolitana, diseñadas y por suerte no ejecutadas, cuya única finalidad es provocar aglomeraciones en los diferentes municipios que unirían, la inmensa mayoría de ellos sin infraestructuras adecuadas para dar cobijo a la cantidad de vehículos que las transitarían. Con el consiguiente perjuicio de la calidad del aire que respiramos, y que ya está provocando alteraciones graves en la salud ciudadana de los habitantes de nuestra aglomeración.
Y junto a lo anterior, una apenas tenue referencia a la ampliación de las líneas de metro, asunto que no parece prioritario para la nueva administración andaluza, pese a que la tozudez de los datos acreditan el enorme éxito ciudadano, social y ambiental que la línea en funcionamiento ya tiene, y que han enterrado en el baúl de nuestros peores recuerdos, los agoreros y perniciosos pronósticos que en su día realizó el que era (y aún hoy lo es, sentencia judicial al margen) presidente provincial del PP y hoy aspira nada menos que a representar a toda la ciudadanía de Granada en la institución municipal llamada a liderar la realidad metropolitana. Una realidad que, justamente, por fin parece alcanzar el consenso en torno al hecho de que sean varias líneas de metro las que articulen la movilidad y el transporte en la citada aglomeración.
Así lo demuestran los acuerdos plenarios unánimes logrados en varios municipios de nuestro entorno, fieles depositarios de una voluntad popular que aspira a entrar de lleno en la modernidad sostenible y respetuosa con nuestro medio ambiente, no de la mano del uso abusivo del vehículo privado, sino precisamente de la mano de un medio de transporte limpio, eficaz, colectivo y articulador de un territorio ya demasiado saturado de agentes contaminadores. Un transporte público, cómodo y muy popular. Que por ello es demandado y reivindicado sin distinciones de color político por la ciudadanía.
De ahí que sólo quepa calificar de muy poco «popular» la apuesta motorizada, invasiva, cansina y reiterativa que el partido del mimo apellido realiza para solventar el asunto de la movilidad y el transporte en nuestra área metropolitana. Apuestas ya desechadas en aglomeraciones similares en tamaño y población a la nuestra, y además, contrarias al sentido común y al signo de los tiempos. El futuro se vertebra sobre dos propuestas: grandes vías, ya en construcción, que permitan el acceso y la salida rápidas de nuestros municipios y descongestionen el tráfico interno. Y transporte público colectivo de viajeros para los flujos locales e intermunicipales, cada vez más limpio y sostenible. Conformarían una movilidad realmente popular para nuestro entorno. Los tiempos y la voluntad ciudadana se encargarán de poner cada opción en su sitio