Algunas cifras reales

Hay una tribu en Sudáfrica que empieza a contar desde el 6 pensando que son innecesarios los números anteriores, puesto que con un golpe de vista se evidencian. Verbigracia: si ves en un prado hasta seis vacas, no es necesario contarlas para saber cuántos animales están pastando.

Los árabes llegaron a la Península en el año 711 con sus noventa y nueve nombres para dirigirse a Alá. En realidad, Alá al crear la tierra se guardó para él los cien nombres más hermosos. El número uno es el de Alá, pero nadie sabe el nombre que hace 100; sólo a los camellos del desierto se les confió el último nombre, el más hermoso, por eso el camello camina solo por el desierto, a paso lento, con la mirada al frente, con el pecho y cuello erguidos, orgulloso de guardar tal tesoro.

Dicen que la granada tiene 613 granos en su interior, sean más pequeños o más grandes, según el tamaño del fruto, pero el número de semillas siempre es exacto; y que el hilo del capullo del gusano de seda puede medir hasta 1.500 metros.
Sobre el Sena se erigen 37 puentes; el hinduismo venera 33 a millones de dioses; 109 huesos tiene el esqueleto del centauro; Martín Lutero dictó 95 tesis; y una de las salas del palacio de Catalina de Médicis en París cuenta con 119 espejos.

Dios es uno y trino; y el 666 es el número del diablo. ¡El número de la bestia! En ‘La Biblia de Jerusalén’ se puede leer: «¡Aquí está la sabiduría! Que el inteligente calcule la cifra de la Bestia; pues es la cifra de un hombre. Su cifra es 666». En contra de esta, como cifra benigna, estaba el 999, «una cifra opuesta o contraria al apocalíptico “666” de San Juan —recuerda J.J. Benítez, en ‘Caballo de Troya 2’— que era múltiplo de tres y que, según mis cortos conocimientos, el “nueve” ha sido considerado por los iniciados como el número de la Humanidad o del Hombre. ¿Sería cierto lo que reza el viejo proverbio?: “Que Dios goza del número impar y que todo lo trino es perfecto”».

Umberto Eco en El péndulo de Foucault (1988) insiste y concreta: «El seiscientos sesenta y seis año de la Bestia, es el dos mil [¿quizá el milenio?], en que triunfará la venganza de los templarios, la Antijerusalén es la Nueva Babilonia».
Así podíamos seguir citando números hasta la saciedad. ¿A quién no le bailan al menos una docena de cifras en la cabeza? ¿Quién no baraja al día cientos de dígitos para las tareas más comunes empezando por el día del mes en el que estamos, la hora exacta en que lees este artículo o el número de teléfono al que tienes que llamar a continuación?

Algunos guarismos son convencionales, como las vacas pastando o los puentes sobre el Sena (si las riadas no se han llevado alguno o se ha construido uno nuevo), pero, si nos ponemos así, el número, los números son convencionales, como el tiempo, como el espacio, como la religión, como algunas puestas de sol a tu lado.

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