La noche del 11 al 12 de agosto, la mejor para ver la lluvia de estrellas de las perseidas
La actividad de las perseidas alcanzará su punto álgido este verano durante la noche del 11 al 12 de agosto, aunque en la víspera y la posterior será también alta, lo que permitirá ver un gran número de estrellas fugaces, en el fenómeno popularmente conocido como el de las lágrimas de San Lorenzo.
Según la información facilitada este lunes en una nota de prensa por el Instituto de Astrofísica de Andalucía, dependiente del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, (IAA-CSIC), la Luna, que alcanza su fase nueva el día 8 de agosto, se encontrará al inicio de su cuarto creciente, de modo que su brillo será «muy bajo y no interferirá en la observación».
«Si las condiciones de observación fuesen idóneas podrían llegar a verse del orden de cien estrellas fugaces por hora, pero el brillo de la Luna será uno de los factores que provocará que el número real de perseidas visibles descienda hasta unas cincuenta», ha apuntado José María Madiedo, investigador del IAA-CSIC.
Durante la segunda mitad del mes de julio las perseidas comenzaron a surcar el cielo nocturno. De momento solo se pueden observar entre uno y dos eventos cada hora, pero el verdadero espectáculo astronómico tendrá lugar a mediados de agosto, cuando esta lluvia de estrellas alcanzará su máxima actividad: en lugares alejados de la contaminación lumínica de las grandes ciudades podrán verse hasta 50 perseidas por hora.
Las perseidas, uno de los espectáculos astronómicos clásicos del verano en el hemisferio norte, tienen su origen en el 109P/Swift-Tuttle. Este cometa completa una órbita alrededor del Sol cada 133 años aproximadamente y, cada vez que se aproxima a esta estrella, se calienta y emite chorros de gas y pequeñas partículas sólidas que forman su cola.
Todos los años, entre finales de julio y finales de agosto, nuestro planeta cruza los restos de esta cola, lo que provoca que estas partículas, denominadas meteoroides, choquen contra la atmósfera terrestre a gran velocidad.
Conforme la Tierra se va adentrando en esta nube de meteoroides que el cometa deja a su paso, el número de partículas va siendo cada vez mayor, por lo que la actividad de las perseidas aumenta.
«La mayoría de los meteoroides que se desprenden del 109P/Swift-Tuttle son tan pequeños como un grano de arena, o incluso menores. Cuando se cruzan con nuestro planeta, entran en la atmósfera terrestre a una velocidad a más de 210.000 kilómetros por hora, lo que equivale a recorrer nuestro país de norte a sur en menos de veinte segundos», ha señalado José Luis Ortiz, investigador del IAA-CSIC.
A estas velocidades el choque con la atmósfera es tan brusco que la temperatura de estas partículas aumenta hasta unos cinco mil grados centígrados en una fracción de segundo, por lo que se desintegran emitiendo un destello de luz que recibe el nombre de meteoro o estrella fugaz. Esta desintegración ocurre a gran altitud, normalmente entre los cien y los 80 kilómetros sobre el nivel del suelo.
Las partículas más grandes (del tamaño de un guisante o mayores) pueden producir estrellas fugaces mucho más brillantes, que reciben el nombre de bólidos o bolas de fuego.