Ni independentistas, ni separatistas: granadinos

Nada más presentar el pasado 29 de noviembre la Iniciativa Política de JxG, que como se sabe se alumbró en 2017 al hilo de la defensa de la capitalidad de la Justicia, como uno de los elementos de identidad histórica propios más acentuados y que, además, había sido utilizado en su momento para la gestación del pacto autonómico en 1981 para dar cohesión a la nueva comunidad autónoma nacida a principio de los ochenta, saltaron a la palestra los habituales cromañones de la política y la mamandurria local.

Con su habitual proclividad para destruir cualquier acción que no patrocinen o bendigan y haciendo gala de la personal intelectualidad que les exorna, tan extensa como el océano, pero de apenas un milímetro de profundidad, lanzaron su soflama: Que si quieren volver a las cavernas; que si quieren resucitar el reino nazarí —ese mismo que otras veces alaban como áurico ejemplo irreal de convivencia de culturas, pero obviando la existencia del posterior reino cristiano de Granada—, que si casposos; que si rancios granadinos trasnochados anclados en las derechas recalcitrantes y carpetovetónicas; que si remedos del franquismo, y algunas otras lindezas más que habitualmente dispensan con ánimo de desmerecer a quienes osan tener una iniciativa legítima, con la que contribuir al debate de buscar soluciones para salvar a Granada del marasmo de confusión y del batiburrillo cleptomaníaco en el que el andalucismo la ha sumido.

Eso unos, porque los más trasnochados cromañones ávidos de perseverar en la mamandurria en la que bien viven desde hace cuarenta o más años, van más lejos. So los que admiten nuestro análisis, aunque les cuesta, pero declinan radicalmente nuestra solución, pero sin ofrecer ninguna para debatir, que no sea la de persistir en el error, la de insistir en que la vía es ganar cuotas en el poder sevillano o madrileño y poco más. A estos, se suman también, los que les quitaron sonoramente la tribuna de la que disponían a diario para azotar heterodoxos y escupir como los sapos a quienes les señalaban como traidores políticos, eso sí previamente bien regados con dinero público, subvenciones, cargos y empleos soterrados en los que recibían parné a espuertas.
Y son estos los que ahora emplean la poca credibilidad que tienen, si es que alguna vez la tuvieron, y tachan a los ciudadanos que legítimamente y con no poco esfuerzo personal hemos decidido decir basta y que se ha acabado el juego tramposo al que nos han conducido los detentadores del poder político de la Junta en cada momento independientemente de su color político, de que queremos seguir chupando de las ubres de lo público. ¿Qué ubres y qué caudal público? Porque entre los que yo vi en el acto del Victoria dando el paso para apoyar nuestra visión sobre el futuro de Granada, no identifico ninguno que no viva de su trabajo, ni a nadie que detente cargo público alguno, e incluso entre los que antaño lo detentaron, hay hasta quienes nunca cobraron por tal menester.

Sería poco caballeroso, por no decir bochornoso, tener que recordar a quienes esto ladraron, su pasado recientísimo, reciente, lejano, lejísimo anclado a la política. Y a otros, su deseo de sobra conocido por haberse ofrecido hasta al abuelito de Heidi, para desempeñar cargos, carguillos y hasta carguetes, con cargo al erario público, a todo al que teniendo responsabilidad de gestión se les han puesto a tiro en algún momento, aún estando algunos de estos pedigüeños condenados—y que volverán a estarlo—, por hacer lo único que saben hacer, difamar, enturbiar y mentir en favor de sus amos políticos a cambio del chusco que les haga llevadero el tormento de vida que debe ser levantarse todas las mañanas arrastrándose mirando a un lado y a otro sin saber dónde ir o sin tener algo útil que hacer.

Hecha la aparentemente larga introducción que antecede, que aún podría ser mucho más densa y extensa de ser necesario, acaso lo más singular de lo escuchado a estos voceros del escarnio, ha sido el tratar de tildar la Iniciativa de Juntos por Granada, de aviesa intención independentista y separatista, con una torpe manipulación de un lenguaje que desconocen, pero con el que procuran confundir a propios y extraños.

Ni que decir tiene que la terminología separatista, ni segregacionista, nada tiene que ver con la realidad y menos aún con la extensión semántica del término “granadexit”, acuñado por JxGsolo para expresar gráficamente la situación a la que hemos sido conducidos tras cuarenta años de omisiones, daños y robos, y el deseo legítimo, necesario e inaplazable de poner fin a esta situación en la que nos han metido los falsarios ideólogos de la Andalucía política y administrativa nacida, no en 1977, sino posteriormente, en 1981, a base de pucherazos y engaños tan soeces como groseros.

El “granadexit”, dicen los estatutos de nuestra entidad, no es expresa más que “la no aceptación del status quo al que Granada ha sido relegada tras cuarenta años de autonomía andaluza y el deseo legítimo, justo, legal, racional y político, de hacer que Granada cuente; de reparar la injusticia histórica con ella cometida, devolviéndole su prestancia, su importancia y su identidad real”, no la ficticia en la que ha sido sumida con falsedades para convertirla en un territorio de tercera en una comunidad autónoma de segunda. Eso sí, “siempre, y queda claro, que dentro de nuestra afirmación innegable de la españolidad de nuestro movimiento social y del respeto absoluto al ordenamiento jurídico vigente y de nuestra constitución, como lex de lex”.

Juntos por Granada ni aspira a independizarse de nada ni de nadie; ni a segregarse de ningún engendro político constituido a base de falsear la historia y de pagar palmeros con subvenciones. Si ello fuera así, o simplemente en términos dialécticos lo admitiésemos, significaría reconocer a la actual Andalucía que nos subyuga, como un estado, cuando no lo es, ni lo fue nunca, ni lo será jamás. Al menos con nosotros los granadinos que tenemos claro que Andalucía es una creación ficticia solo articulada y manejada para el beneficio de determinadas élites sociopolíticas, que siguen arbitrando desde lejos y solo para sus particulares intereses, nuestro futuro.

Andalucía sí; Granada no: ¿Por qué no? Defender Granada y lo genuinamente granadino es tan legítimo y progresista, como debió serlo y fue siempre. Por supuesto mucho más que la generación artificiosa de una comunidad cuyos miembros no se reconocieron nunca y que cuarenta años después tienen serias dudas de su sentimiento de pertenencia. No hay más inmovilismo y más intolerancia que defender el latrocinio político perpetrado al nombre de un falso padre y de una simbología pergeñada solo para doblegar la historia, que es lo que defienden los cromañones de la mamandurria, esos a los que no es explicable que aún algunos medios le sigan dando juego. Los mismos que no son ni de uno, ni de otro signo, solo de su particular color verde y blanco, como los dólares que pretenden.

De modo que ni independentistas, ni separatistas, solo granadinos convencidos de que una vez traspasado el punto de no retorno—ese en el que ya solo se puede constatar la pérdida y de que nada de lo sustraído regresará—, a Granada no le queda más salida que tratar de buscar otro futuro dentro del actual estado de las autonomías, distinto, y por supuesto mejor, que el que nos han dibujado con el aplauso de estos eslabones perdidos de la política que ahora se rasgan las vestiduras. Eso es el “granadexit”, ni más, ni menos. Algo diferente, legítimo, legal, justo y con fundamento histórico reparador. El fin, una autonomía propia, como debió ser siempre.

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COMENTARIOS

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    JOSE 3 años

    Granadexit es un error monumental, que nunca acabaréis de explicar, y que a lo mejor no estuvo consensuado. Ya sabemos que la intención del que lo pergeñara era buena, pero no sirve. Eso pasa por no ser políticos profesionales y no estar bien asesorados. Habrá que hacer otro partido político que desde su inicio no ofenda a parte de su meta poblacional. Lo siento.

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