Moscú, la tercera Roma

“todos los reinos cristianos han convergido en el tuyo solo. Dos Romas han caído, una tercera se mantiene, y no habrá una cuarta.¡Nadie reemplazará tu reino de zar cristiano!.”(Filoteo al Gran Duque Basilio III, 1511).
“Lo que necesita Rusia es más Rusia, no más Occidente” (Dostoievski)

Como en todas las coyunturas históricas, y vitales, en la actual cuestión ucraniana se combinan diversas temporalidades: hay una referida al pasado, dividida a su vez en el tiempo largo y el tiempo corto; una referida al presente y otra, prospectiva, proyectada hacia el futuro. Hay que tener en cuenta todas esas temporalidades para poder desarrollar una perspectiva crítica que pueda ir más allá de los acontecimientos superficiales hacia las estructuras históricas y culturales más profundas. En el tiempo largo nos podemos remontar al estado denominado la Rus de Kiev que en el siglo IX agrupó a diversas tribus eslavas convertidas al cristianismo en un espacio intermedio entre Lituania-Polonia y la naciente Rusia que iba del Báltico al Mar Negro. Este estado inicial dio lugar a las naciones de Ucrania, Bielorrusia y la propia Rusia.El poder pasó de Nóvgorod a Kiev en estos años fundadores. Desde los orígenes más remotos, Ucrania, cuyo nombre significa literalmente ‘tierra fronteriza’, se encuentra situada en un campo de tensiones en el que se enfrentan oriente y occidente: el demonio de occidente con su materialismo individualista y el ángel de oriente con su espiritualidad comunitaria, según la clásica representación rusa. La coincidencia del año 7000 de la creación, fecha del fin del mundo según las profecías de David, con la caída de Constantinopla en manos de los turcos, favoreció el milenarismo, así como la idea de que la legitimidad romana pasaba a Moscú, que sería la tercera y última Roma, dado que los griegos habían sido castigados por sus pecados. Igual que Constantino fundó Constantinopla como la Nueva Roma, ahora Iván III el grande convierte a Moscú-Constantinopla , “la ciudad custodiada por Dios”, “la ciudad reinante”“la madre de las ciudades”, (epíteto antes atribuido a Kiev)en el nuevo centro espiritual del mundo ortodoxo en el marco de la triple equiparación: Constantino-Vladimir-Iván III , el Grande, “Príncipe de todas las Rusias”(el Nuevo Constantino). Se produce la siguiente sucesión simbólica de ciudades: Roma-Constantinopla-Kiev-Vladimir-Moscú.

Ya desde este origen mítico el peligro para el naciente estado eslavo venía de occidente en forma de tendencias unionistas con las iglesias occidentales y con desviaciones judaizantes que se oponían al bizantinismo que pretendían retomar y mantener los nacientes moscovitas. Frente a la invasión mongola los eslavos se van reuniendo en torno a Moscú que sustituye a Kiev como centro político a principios del siglo XIV. Desde su origen, el principado moscovita se enfrenta a la necesidad de tener unas fronteras seguras. Las dificultades para expandirse hacia el Oeste, derivadas del triunfo del Renacimiento sobre la cultura bizantina en Europa, impulsaron al naciente poder ruso hacia el norte(el Báltico), el sur (Crimea y el mar Negro) ,y el este (Siberia). A la muerte de Iván IV, el Terrible, hubo una época de turbulencias y dominaciones extranjeras hasta que en 1613 se instauró al dinastía Romanov que llegó hasta la revolución de octubre. Se va imponiendo la idea de que un pueblo unido bajo un zar poderoso que controle a los nobles levantiscos y localistas es la única forma de salvar Rusia de las invasiones extranjeras, de los suecos, los livonios y los polacos. La cohesión del imperio, cuya construcción lastró el propio desarrollo de Rusia como estado nación, se hacía reposar en la rusificación de las distintas etnias, proceso que no siempre fue exitoso, como se vio tras la explosión de la URSS en losaños 90. El pluralismo recogido en la idea de “todas las Rusias” distinguía entre la Rusia grande, la Rusia blanca (Bielorrusia) y la Rusia Pequeña (Ucrania).En la etapa zarista se decía que “Petersburgo es la cabeza, Moscú el corazón, y Kiev el alma de Rusia”.

Escudo de Iván el Terrible, 1589. Las dos águilas simbolizan Roma y Constantinopla ,y una mira hacia el Oriente y otra hacia el Occidente

Por su parte en la vecina Ucrania se constituyó un primer estado cosaco en el siglo XVII enfrentado a los polacos por el oeste, los rusos por el este y los tártaros de Crimea por el sur, que hizo un pacto con los rusos y posteriormente fue dividido entre Polonia y Moscovia. Durante los siglos XVIII y XIX se fue desarrollando el espíritu ucraniano basado en el idioma y la cultura nacional que sufrió la presión política de los zares rusos que los reprimieron a lo largo del siglo XIX. En la Gran Guerra los ucranianos lucharon divididos, unos en el ejército ruso y otros con el ejército austrohúngaro. Tras la revolución rusa surgió la República Socialista de Ucrania en 1917 dentro de la Federación Rusa, perdiendo territorios cedidos a Polonia y Rusia. Los años veinte fueron de desarrollo del espíritu ucraniano, lo que significa que es verdad que Ucrania debe mucho a Lenin en su constitución como estado. En cambio, en los años treinta, con Stalin, se desplegó un proceso de rusificación de Ucrania que coincidió con las hambrunas que ocasionaron la muerte de varios millones de ucranianos. Una vez caída la URSS, Ucrania renace como estado independiente en 1991 y forma con Rusia y Bielorrusia la Comunidad de Estados Independientes. En 1994 Rusia junto con Estados Unidos e Inglaterra consiguen que Ucrania renuncie a su arsenal nuclear, procedente de la extinta URSS, a cambio de que se garantice su seguridad (memorándum de Budapest). En 1997 se dividió la flota del Mar Negro, Rusia se quedó con la base de Sebastopol hasta 2017 asegurando el reconocimiento delas fronteras de Ucrania. Este tratado se amplió hasta 2042 por el líder prorruso Yanukovich mediante los acuerdos de Járkov que aseguraba el suministro ruso de gas a precios reducidos a Ucrania. En 2013 Rusia impidió la firma de un Acuerdo de Asociación con la UE lo que produjo manifestaciones y disturbios que provocaron la huida del presidente a Rusia en la llamada revolución del Maidan. Rusia respondió ocupando Crimea, que había sido cedida por Jrushchov a Ucrania en los años cincuenta, que tras un referéndum no reconocido internacionalmente decidió por amplia mayoría integrarse en la Federación Rusa. De igual manera se produjeron levantamientos en la zona oriental del Donbas que llevaron a la proclamación delas repúblicas de Donetsk y Lugansk, cuyo reconocimiento por la Federación Rusa precedió por muy poco el inicio de la actual invasión rusa de Ucrania.

Tras la desmembración de la URSS que fue considerada como una victoria por los Estados Unidos y sus aliados que comenzaron a actuar con la perspectiva de un mundo regido por una sola superpotencia, se produjo la ampliación de la OTAN y la UE hacia el este presionando a la Federación Rusa que se sintió humillada por este desplazamiento de fuerzas militares hacia sus fronteras. Tras la sumisión de facto de Yeltsin a Occidente su sucesor, Putin, emprendió un proceso de recuperación , especialmente militar, tendente a la recuperación del rango de potencia mundial que tuvo la desaparecida URSS. En esta época se produce también el despegue de China como gran potencia económica y militar. Precisamente la situación actual se podría considerar como el surgimiento de un mundo multipolar en el que la potencia dominante, los Estados Unidos, se encuentra en un periodo declinante con problemas de estabilidad institucional y con la idea de recuperar un papel internacional dominante que la administración de Trump había disminuido con su repliegue hacia el interior.

La perspectiva del pasado lleva a constatar la complejidad de la formación nacional ucraniana cuya extensión territorial y sumisión a los grandes imperios que la rodean ha sido muy variable, gozando de muy escasas épocas de soberanía política plena, así como el hecho de que Rusia ha considerado desde siempre a Ucrania y Bielorrusia como un escudo frente a occidente cuyo resquebrajamiento no puede tolerar sin poner en grave peligro su seguridad. Rusia siente que ha sido humillada por Occidente que ha unido a su esfera de influencia a los países del antiguo Pacto de Varsovia que le servían de parapeto. La debilidad de Rusia en las décadas pasadas no ha podido impedir ese desplazamiento occidental hacia sus fronteras, pero actualmente piensa que su recuperación, sobre todo militar, le permite oponerse a que dicha ampliación llegue hasta Ucrania, dado que considera a este país como perteneciente a su área de influencia por motivos históricos, culturales y sobre todo geo estratégicos.

La segunda dimensión temporal es la actual en la cual lo primordial es parar la guerra, una guerra que la diplomacia tendría que haber evitado tomando en serio las pretensiones rusas y procurando encauzarlas mediante el establecimiento de unos acuerdos que respetaran a la vez la soberanía de Ucrania y las necesidades de seguridad de la Federación Rusa. De las tres condiciones puestas por Rusia en las negociaciones, la neutralización de Ucrania, que no tiene por qué impedir el mantenimiento de la democracia y del capitalismo en ese país, como no lo ha impedido en Finlandia durante largas décadas, es algo que habría que aceptar en el marco de unas negociaciones que ofrecieran estabilidad y seguridad a todas las partes. Por su parte, la vuelta de Crimea a Rusia aparece difícilmente reversible, primero por razones geo estratégicas, luego , por razones históricas, también por motivos étnicos y culturales y por último porque fue el resultado de un referéndum, no reconocido, pero muy mayoritario. Donde sí se podría negociar sería en la cuestión de las regiones separatistas del Donbas, ya que quizás Rusia aceptaría su autonomía cultural y política en el marco de una Ucrania neutral como opción preferible a la anexión de las mismas en la Federación Rusa, como se acordó en los Acuerdos de Minsk.

La tragedia que supuso el fracaso de Gorbachov en sus intentos de construir un socialismo democrático en la desaparecida URSS se originó en que los rusos quisieron implantar el socialismo tras la revolución de octubre cuando las condiciones no estaban maduras para ello, y en cambio cuando sí podían ,que fue en los años 1990, ya no quisieron deslumbrados por el señuelo del consumismo occidental (más que por las virtualidades de la democracia). Pero ese capitalismo que se desplegó mantuvo todas las ineficiencias y la corrupción del sistema soviético dando lugar a democracias de muy baja intensidad. De igual manera, los ideales socialistas fueron sustituidos por un nacionalismo furibundo que recuperó además el apoyo de la religión ortodoxa como su base espiritual.

Moscú se presenta de nuevo como la tercera Roma, tras la latina y Constantinopla, retomando los sueños milenaristas que acompañaron al surgimiento de Moscovia sobre las ruinas de la denominada Horda de Oro mongola y turca desde los tiempos de Iván el terrible,y que fueron impulsados incluso por los monarcas ilustrados del XVIII, Pedro y Catalina. La reciente independencia de la Iglesia ortodoxa de Ucrania respecto a la de Moscú, cuyo patriarca Kiril es uno delos más firmes apoyos del régimen de Putin, ha culminado una serie de desavenencias que en los últimos años han tenido lugar entre los dos patriarcados y que se cerró con la aceptación por parte del Patriarcado de Constantinopla, cabeza de todas las iglesias ortodoxas, de la separación entre las iglesias ucraniana y rusa así como la unificación en una sola de las dos ramas de la iglesia ortodoxa ucraniana reconocida como iglesia local con el rango de un patriarcado autocéfalo. Precisamente Kiev es la cuna religiosa y cultural tanto de Ucrania como de Rusia, debido a que fue en la Rus de Kiev, aludida antes, donde se convirtió al cristianismo en el año 988 el príncipe Vladimir, gobernante de Nóvgorod y luego de Kiev, reconocido como héroe nacional por las dos naciones . A pesar de este predominio originario de Kiev sobre Moscú sus iglesias ortodoxas locales dependían hasta ahora del patriarca de Moscú, lo que añade la dimensión espiritual a la complejidad de las conflictivas relaciones entre los dos países.
De igual manera que ‘Lawrence de Arabia’ y ‘55 días en Pekín’ exponen de forma clara y bella la geopolítica del surgimiento de las naciones árabes y el despliegue de la potencia china respectivamente, ‘Iván el terrible’ y ‘Alexander Nevski’ muestran las constantes geoestratégicas que han movido a los gobernantes rusos desde el principado de Moscovia hasta nuestros días:la necesidad de tener puertos en aguas calientes que no se helaran en invierno, lo que implica la tensión hacia el Báltico y el Mar Negro; la expansión hacia el este y el sur facilitado por las dificultades para marchar hacia el oeste debido a la potencia de Livonia y Polonia; y ,para todo ello, la necesidad de un estado centralizado en manos del zar capaz de controlar a los nobles, los boyardos, y de impulsar un ejército dotado de los adelantos técnicos asociados con la artillería y la estrategia militar científica.

Es decir, la combinación de la tecnología occidental y el despotismo oriental, constante definitoria del poderío ruso desde sus orígenes, debido a la necesidad de compensarlas carencias de recursos capitalistas con la fuerza de la coerción estatal, situación compartida por todos los países semi-periféricos. Precisamente la caída de la URSS se podría explicar como consecuencia no solo de su ineficacia económica sino también de la pérdida de eficacia de la coerción que ya no se ejerce sobre una masa de campesinos sino que tenía que conseguir al adhesión y el consenso de una población educada y moderna, sometida además al bombardeo propagandístico del consumismo occidental. El colapso se produjo cuando la nomenklatura anquilosada fue incapaz de resistir a la alianza reivindicativa dela intelligentsia, los profesionales, y el proletariado. La nueva clase dirigente, producto de la conversión de los antiguos burócratas en magnates capitalistas, adoptó las dos ideologías dominantes en el mundo occidental: el capitalismo y el individualismo liberal combinándolas con su tradicional nacionalismo, y la URSS se disgregó en una serie de repúblicas nacionalistas y de un capitalismo corrupto y ferozmente neoliberal. La disgregación de la URSS supuso para las nacionalistas repúblicas resultantes un paso hacia la periferia. Toda la política de Putin va dirigida precisamente a evitar esa periferización de Rusia y para ello ha recurrido a los medios habituales: la centralización autoritaria basada en el nacionalismo y la autoafirmación de las necesidades geopolíticas.

La actual estrategia política y militar rusa se basa en las ideas de “el mundo ruso”, “el exterior cercano” y “el compatriota”, elementos que combina en la defensa de lo que denomina “los intereses privilegiados”, partiendo de la idea de que las fronteras postsoviéticas han dividido la nación rusa, lo que supone que hay muchos rusos viviendo fuera de las fronteras rusas que Rusia tiene que proteger. Estas ideas implican que en las zonas fronterizas se practica la doctrina de inspiración zarista de “obligar a ser amigos”. El medio esencial para cumplir estos objetivos es el “poder blando”, es decir, el intento de reforzar las afinidades económicas, culturales, lingüísticas, religiosas con los países vecinos. El poder blando se puede convertir en poder duro en determinadas circunstancias como las actuales. Las bases de esta política están en la defensa de la fe ortodoxa, la autocracia y la idea de comunidad unificada por un ideal divino, más orgánica que mecánica, a la que se tiene que subordinar la individualidad.

La tercera dimensión temporal, la del futuro, es la que hay que manejar ya desde ahora, ya que lo más importante de una guerra es el día después de su finalización y los años posteriores. Si se quiere estabilizar la zona de forma duradera es imprescindible ofrecer a Rusia una seguridad creíble y estable a largo plazo ,cosa que pasa por la renuncia a la ampliación del área de influencia occidental en dicha zona. Por otra parte, Occidente debería dedicar sus energías diplomáticas a asegurar y reforzar la democracia en Ucrania que es bastante deficiente, así como a desplegar una economía que se libere de las inercias oligárquicas que aún arrastra desde la época de la URSS. No hay que olvidar que tanto en Rusia como en Ucrania y el resto de republicas exsoviéticas los jerarcas del partido se apropiaron de las propiedades estatales y las privatizaron en su provecho convirtiéndose en los actuales magnates que son la verdadera fuerza dirigente , tanto en Rusia como en Ucrania. Ambos países comparten corrupción y autocracia, en proporciones distintas, como herencia soviética aún vigente. Si en los índices de calidad democrática de The Economist Rusia está considerado como un país autoritario, Ucrania por su parte figura como un estado híbrido entre la democracia y el autoritarismo. Precisamente el establecer una política de seguridad creíble y sostenible a lo largo del tiempo no solo reforzará la democracia en Ucrania sino que puede contribuir también a la democratización de Rusia, al hacer perder al nacionalismo autocrático y corrupto, que es la base del poder de Putin, su justificación histórica. Todo lo anterior pretende ayudar a entender la invasión rusa, no justificarla, ya que nunca la violencia puede ser un medio legítimo para abordar los conflictos.

 

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