Los chacales, los perros y las hienas de la guerra
«Grita «¡Devastación!» y suelta
a los perros de la guerra».
(William Shakespeare, «Julio César»).
Por ahora, a Graná no llegan las bombas, ni hay tanques en el Salón, ni cazas en la base de Armilla, ni portaaviones en Motril, ni submarinos en el Cubillas. Tampoco han llegado las bombas a Rota ni a Morón, por ahora. Lo más parecido a la amenaza rusa que hay por aquí es el aire siberiano de Sierra Nevada y la tétrica sombra electoral de Macarena Olona.
Pero sí llega, como al resto de España, el bombardeo de información trufada de bulos, medias verdades y manipulación que, imagino, algo se asemeja al de los medios rusos que nadie cree y tanto se critican. Las consignas de nuestros chacales mediáticos parecen ser amplificar los efectos de la guerra sobre la población civil, por un lado, y, por otro, convencernos de que todos los desmanes de la economía global son culpa de Putin y su maldita guerra.
Desde que el periodismo español descubrió en la casquería un filón para cautivar audiencias, los chacales no dan tregua. Nieves Herrero creó escuela con el despiadado tratamiento del caso Alcàsser: ahí nació la telebasura que anega las pantallas. El periodismo muestra y describe lo de Ucrania de una forma tan minuciosa y reiterada que pone en evidencia que otras guerras se cubren con vergonzosa indiferencia o inmoral silencio.
La ciudadanía ha sucumbido a la intensidad narrativa de los chacales y ve lo de Ucrania como guerra única, los objetivos civiles como bélica novedad y los refugiados como si no existiesen otros. Con la necesidad social de un desahogo, aparecen los perros sin pudor alguno, portando el virus de la rabia: Partido Popular y Vox culpan al Gobierno de la situación sobrevenida, como antes hicieron con la pandemia o la crisis de 2008. La manada azuza a camioneros, agricultores, toreros y cazadores para provocar el caos agitando banderas y gritando «¡¡Devastación!!».
Faltaban, para completar el cuadro, las hienas, abyectos animales que buscan alimento en cadáveres frescos y moribundos sin consuelo. A pesar de los bulos mediáticos al respecto, la subida de precios, la carestía o el desabastecimiento, no tienen mucho que ver con la guerra ni con el diablo Putin. Estas prácticas que a todos nos afectan, que a todas nos quiebran, son debidas a la codiciosa especulación de empresarios, cadenas logísticas y financieros que aprovechan la guerra como avarientas hienas.
Lejos de que la inflación se deba íntegramente a la guerra, habría que preguntar por los beneficios de las eléctricas, los de la OPEP, los de la cadena alimentaria y otras indecencias lucrativas, caídas del cielo y del infierno. Analizando la guerra, sus posibles causas y sus crueles y evidentes consecuencias, se puede colegir que no son producto de una sola persona, de un Putin cualquiera, sino del sistema neoliberal que lleva el ADN de las hienas.
El mercado, el sistema que defienden a una los chacales, los perros y las hienas es una mentira elevada a la categoría de dios por los seres humanos, domesticados por falsas escrituras y dominados por el miedo a un infierno predicado por los sacerdotes que, como los dioses, no existe. El sistema neoliberal es la mentira que alimenta la ilimitada gula de chacales, perros, hienas, dioses, sacerdotes y diablos. En Ucrania, la sangre empapa los altares de los negocios.
La derecha y sus mentiras van a arruinar este pais.