ECOMERCADO SUR Y NORTE: Colapso ambiental, colapso en la salud, ¿hay solución?
En el año 2020 se han producido unas condiciones circunstanciales especiales que han hecho mella en el bien más preciado que ostentamos todos los seres humanos: nuestra salud. Y, sin embargo, no es el único elemento que se tambalea. El desajuste medioambiental producido por el cambio climático, la base sobre la que se asienta nuestro bienestar, lleva tiempo haciendo aguas y que no es más que la imagen especular de la falta de sostenibilidad de nuestro modo de vivir y relacionarnos con el planeta. Recientemente la OMS, ha relacionado el cambio climático con los efectos de la crisis sanitaria.
Pero, ¡concretamente esto cómo nos afecta! Lo que comemos, bebemos y respiramos tiene su paradoja en las tierras contaminadas y deforestadas y la continua sobreexplotación de combustibles fósiles; en el aire contaminado que respiramos, y que ahora la OMS estudia al estimar como “peligrosos los niveles de contaminación del aire que antes eran seguros”; en el agua de los acuíferos contaminados por la agricultura intensiva y océanos llenos de plásticos consecuencia de la sociedad del bienestar cada vez más insostenible. Todo ello, nos hace hoy más vulnerables que nunca e invita a que nos preguntemos qué acciones podemos y debemos hacer como sociedad y como individuos. En cuanto al medio ambiente, está claro, no nos queda más remedio que echar el freno y provocar desde lo particular la onda expansiva de la sostenibilidad. En cuanto a nuestra salud, tenemos que poner en cuestión nuestro propio estilo de vida tan acelerado y acercarnos a una relación más armónica con la naturaleza para equilibrar los desajustes de nuestra propia naturaleza humana, ya que ambas están íntimamente relacionadas.
Hasta tal punto es importante la interacción entre medio ambiente-salud, que hoy entendemos que la contaminación ambiental modifica la función inmune, —pilar que vigila y sostiene nuestra salud—, ya que el sistema inmunológico se adapta a lo largo de la vida para combatir enfermedades, y el entorno en el que vivimos influye en esa adaptación. Por eso es imprescindible entender la importancia que tiene este sistema como barrera que nos protege frente a los agentes externos (tóxicos medioambientales, virus, bacterias, metales pesados, exposición electromagnética…). Este sistema lo podemos fortalecer cuando integramos en nuestra vida diaria varios aspectos fundamentales:
• Una alimentación equilibrada saludable con alimentos orgánicos frescos y variados ricos en vitaminas. Con especial atención en aquellos alimentos que contribuyen a mantener la calidad de nuestra microbiota intestinal.
• Mantener el cuerpo bien hidratado con agua de máxima calidad, puesto que somos un 60% agua y ésta es fundamental para el buen funcionamiento de nuestros órganos y vital en el mantenimiento del sistema inmune.
• Incorporar el ejercicio moderado diario —al menos unos 30 minutos ¡aunque sea caminando!—, ya que tiene un efecto antiinflamatorio.
• Reducir el estrés o distrés sostenido en el tiempo que nos demanda la vida actual y que limita el funcionamiento inmunológico, en tanto que existe una relación directa de la influencia que ejercen los sistemas neurológico y endocrino –los más relacionados con el estrés– sobre el sistema inmunológico. Y es que debemos de entender que el sistema inmunológico intercambia información con el cerebro –sistema neurológico– y con las glándulas que secretan hormonas –sistema endocrino–. En situaciones de alerta (o de estrés), desviamos la energía a los músculos y al cerebro, y movilizamos el cuerpo para la acción. Eso restar energía al sistema de combate de las enfermedades, y nos deja más vulnerables ante su acción.
• Mejorar la calidad del sueño. Dormir bien regula nuestro sistema inmune, puesto que durante el sueño el sistema aprovecha para regenerarse y fortalece sus funciones ante toxinas y gérmenes.
• Cuidar nuestra salud emocional puesto que las emociones originadas en nuestro cerebro generan sustancias que estimulan glándulas que segregan hormonas que van a nuestro sistema inmunológico activando así las defensas del cuerpo.
En definitiva replantear nuestro estilo de vida porque tiene un gran impacto en el correcto funcionamiento de nuestra inmunidad.
Pero todavía cabe preguntarnos si esto es todo lo que podemos hacer por él. ¿Te suenan de algo los tóxicos ambientales, su efecto cóctel y cómo estos afectan a tu sistema inmunitario? ¿Cuáles son esos tóxicos y dónde podemos encontrarlos? ¿Cómo contribuye el efecto acumulativo de tóxicos en el cuerpo a una deficiente inmunidad? A principios de septiembre de 2021, la prensa se hizo eco de la inquietud manifestada en la Orden Europea del 31 de agosto de 2021, por reducir las cantidades permitidas de metales pesados en los alimentos convencionales, principalmente de plomo, mercurio, cadmio y arsénico. En alimentos de consumo tan habitual como los lácteos, carnes, pescados, hortalizas, cereales, frutas, frutos secos y un largo etc., Bruselas establece límites más estrictos. Y ahora toca preguntar su porqué. La preocupación que hay tras estas medidas que reducen los niveles de metales pesados por alimento, no es otra que minimizar el “efecto cocktel” que se produce en la suma de los alimentos que tomamos por ingesta, porque diariamente no tomamos un solo alimento. De manera que, una saludable ensalada —de tomate, lechuga, cebolla y atún—, acompañada de una pechuga de pollo a la plancha, se puede convertir a la larga (y sin exagerar) en una verdadera bomba de relojería. El peligro de los metales pesados radica en su tendencia a bioacumularse en nuestro organismo. Y esta bioacumulación —aumento en la concentración de un metal en el cuerpo—, tiene repercusiones en nuestra salud, pudiendo llegar a provocar cambios de comportamiento y dificultades con el pensamiento y la memoria, daños en órganos y problemas de la autoinmunidad (donde el sistema inmunológico ataca a sus propias células tomándolas por invasoras). Derivando la autoinmunidad en el desarrollo de otras dolencias asociadas de tipo renal, articulaciones, como la artritis reumática, y en enfermedades de los sistemas circulatorio o nervioso central. Metales que se pueden medir en consulta y ver cómo están interfiriendo en el funcionamiento normal del organismo. Metales que impiden la correcta comunicación celular, o que compiten con otros oligoelementos —por ejemplo el plomo compite con el calcio; el mercurio con el selenio; el cadmio con el zinc; el aluminio con el fósforo; el flúor con el yodo—, fundamentales para nosotros, generando carencias en el mismo. Así, está en el origen de algunos tipos de osteoporosis, hipotiroidismos, dermatitis atópicas o alopecias…, siendo estas algunas de las enfermedades asociadas a dichas carencias. Y su solución no pasa tanto por aportar los oligoelementos en déficits, si no por limpiar los tóxicos que por metales se han acumulado en el organismo.
Pero los metales, son solo uno de tantos tóxicos. No podemos perder de vista la toxicidad procedente de los plásticos, concretamente del BPA. Este compuesto fenólico, se encuentra en materiales de policarbonato y en resinas epoxi, la mayor parte de ellos, en artículos en contacto con alimentos: tuppers de cocina; bolsas de congelación; tickets de compra; vasos térmicos de pórex; botellas de agua de plástico; el recubrimiento de las latas de conserva, refrescos y tetabriks, textiles de poliéster reciclado, entre un largo etc. Nicolás Olea, —Catedrático de Radiología y Medicina Física de la Universidad de Granada, médico en el Hospital Clínico San Cecilio y Experto Evaluador de los Programas de Investigación en Disrupción Endocrina de Dinamarca, Francia y la UE—, lleva desde 1989 investigando el efecto de estos compuestos en la salud. En 2019 publicó, Libérate de tóxicos. Guía para evitar los disruptores endocrinos. En él nos explica como el BPA actúa como un disruptor endocrino, donde la estructura molecular del BPA mimetiza la molécula de estrógeno propia del cuerpo y actúa en su lugar provocando alteraciones del sistema endocrino. Enfermedades relacionadas con la presencia de BPA en el organismo es el hipotiroidismo, la dismenorrea, el síndrome de ovarios poliquísticos, el cáncer de mama y próstata, e incluso osteoporosis ya que como indica Olea: «Si la vitamina D está baja puede no ser por falta de sol. Los químicos obstaculizan su síntesis».
Ante este panorama, ¿qué podemos hacer? Nosotros como personas que optamos por el consumo ecológico y como promotores del Punto de Encuentro: “CONSUMO ECO”, en los Ecomercados de la Red Agroecológica de Granada, os invitamos a dar un paso en esta toma de decisiones. ¿Puede favorecer nuestra salud una opción por productos ecológicos más sostenibles y de cercanía, que resten tóxicos en nuestro día a día? Ante lo expuesto solo podemos responder con un SÍ. Mª Dolores Raigón, en varios de sus trabajos defiende que: «las contribuciones de la agricultura ecológica al área de la salud se focalizan en producir alimentos que contribuyan a la atención sanitaria preventiva y al bienestar común, con alta calidad nutricional, y libres de residuos (restos de nitratos, fitosanitarios, medicamentos de animales y/o aditivos alimentarios) que puedan tener efectos adversos para la salud y el medioambiente».
Podemos concluir esta reflexión volviendo al título que lo encabeza. Ante un colapso ambiental de la magnitud que ya estamos viviendo, y ante el colapso de nuestra salud manifiesto, no nos cabe otra opción que favorecer un cambio en nuestro estilo de vida que beneficie al entorno en el que vivimos y a nuestros propios organismos, sin olvidar que todo está íntimamente interrelacionado.
Le esperamos en los próximos ECOMERCADOS de la RAG el sábado 2 y 16 de abril. El primero junto a la Ribera del Genil y el otro entre a la Cámara de Comercio y el Alcampo. Allí nos vemos.