19J ¿El increíble socialismo menguante?
En la película «El increíble hombre menguante», Scott Carey (Grant Williams) navega con su mujer en una lancha motora y, mientras ella va a buscar una cerveza, se ve envuelto en una extraña nube radioactiva. Unos meses después, empieza a notar extraños cambios en su cuerpo: poco a poco va perdiendo peso y altura hasta hacerse casi invisible. A partir de entonces, su vida será una pesadilla, una lucha constante por la supervivencia, en la que lo cotidiano (un gato, una araña) representa para él una amenaza mortal que sólo su ingenio puede conjurar… Algo parecido parece haberle ocurrido al PSOE de Andalucía, que de fuerza hegemónica en la comunidad más poblada de nuestro país, ha pasado en solo cinco años a tener que pelear por su supervivencia política con más pena que gloria.
La «extraña» nube radioactiva que ha envuelto al PSOE-A, ha sido sin duda la del escándalo de los EREs, contra la que ni Chaves, ni Griñán, ni Susana, han sido capaces de articular un relato creíble para la ciudadanía andaluza y que debería haber pasado por una regeneración en toda regla, de la totalidad de las estructuras de un partido que desde entonces no levanta cabeza.
Es verdad que la «nube radioactiva» de los ERE no tuvo efectos fulminantes en el cuerpo del PSOE, pero lo ha ido minando, año tras año, haciéndolo más pequeño, más indefenso, con menos credibilidad y con menos capacidad de conectar con la sociedad andaluza, lo que ha ido llevando al «aparato» de San Vicente, de la formidable «Brunete» política que fue durante décadas, al ejército de Pancho Villa, en que ser ha acabado por convertir.
De esa nube de corrupción que ha ido empequeñeciendo al PSOE-A, ha ido cayendo una terrible lluvia ácida, en forma de la brutal guerra orgánica retransmitida en directo, que primero se llevó por delante a todo un secretario general, para al final despeñar a la todopoderosa presidenta de la Junta y sin par baronesa socialista. Aquel lamentabilísimo espectáculo que abrió al partido en canal, ha sido la puntilla que ha llevado al PSOE a empequeñecerse hasta la insignificancia y lo que es peor, a destrozar una maquinaria política casi perfecta que se ha convertido en el reino de la mediocridad, incompetente a la hora de articular un discurso capaz de convencer a la sociedad andaluza y mucho menos de conseguir su confianza, en unas urnas que durante décadas se llenaban de rosas y ahora lo han hecho de gaviotas.
Así las cosas llegó diciembre de 2018, cuando con los peores resultados de su historia, el PP conseguía, Vox mediante, la presidencia de la Junta de Andalucía, por primera vez en su historia. Lo que entonces se interpretó como un paréntesis que se corregiría en la siguiente cita electoral, se ha convertido en una cadena de errores de juicio y estrategias equivocadas que se han traducido en la incomparecencia del PSOE como oposición durante tres años, por estar más pendiente de como arrasar al susanismo que de recuperar el voto perdido.
De tanto utilizar a la ultraderecha como argumento monotemático, al final los andaluces han acabado comprando totalmente el discurso del voto útil al PP para frenar a Vox, dando la espalda al discurso del miedo del PSOE. Sumen a ello la designación de un candidato de Pedro Sánchez, como Juan Espadas, vivo ejemplo de aquello de desnudar un santo para vestir otro, porque el final Espadas no ha aportado demasiado en las elecciones autonómicas, pero muy probablemente pueda provocar la pérdida de la principal alcaldía socialista dentro de un año y tendrán la tormenta perfecta en que se ha sumido el partido del puño y la rosa.
La debacle socialista en Andalucía, pone de manifiesto la enorme desconexión del PSOE con su electorado, que no se reconoce en las propuestas de su partido, ni en quienes deberían llevarlas a cabo. Tampoco ha ayudado demasiado la política de pactos de Sánchez con los nacionalistas, ni la acción del Gobierno central, que lejos de empujar a favor de Espadas, ha sido claramente penalizada en las urnas andaluzas.
¡Qué decir del esperpento protagonizado por la izquierda del PSOE con su guerra de egos y personalismos, la desaparición de Ciudadanos, o el ridículo de Macarena de Graná!
Los 58 escaños conseguidos el domingo por Juanma Moreno, están al nivel de los mejores resultados del PSOE en los tiempos de Manuel Chaves. Esos resultados son un enorme bofetón para la izquierda. Porque, aunque Juan Espadas en realidad solo haya perdido 3 escaños con respecto a 2018, lo que, en el contexto de una mayoría absoluta del PP, podría no parecer mucho, su misión era recuperar terreno, no perderlo. No nos engañemos como parecen hacer los portavoces socialistas del naufragio, Adriana Lastra o Felipe Sicilia, intentando minimizar el desastre: el giro a la derecha de Andalucía es real. PP y Vox suman más de 2 millones de votos. PSOE y el resto de las izquierdas, 1,3 millones.
Se extiende la sensación de que, mientras la sociedad andaluza ha ido evolucionando hasta el siglo XXI, con los problemas y demandas derivados de ello, el PSOE andaluz sigue administrando recetas políticas del siglo XX, lo que se ha evidenciado en el auténtico divorcio que los resultados del domingo pusieron de manifiesto. De la lectura de esos resultados queda claro que ni los jóvenes, ni los universitarios, ni las ciudades, ni el campo, ni las mujeres, ni los trabajadores, se creen el discurso de un partido desnortado, falto de cohesión y de liderazgo, que solo mantiene los votos de los más fieles, muchos de los cuales han depositado su papeleta con la nariz tapada.
Que lejos queda aquel PSOE que en Andalucía se identificaba con la modernidad, con el futuro, con la juventud, con la ilusión; aquel PSOE cuyas candidaturas estaban llenas de mérito, capacidad, prestigio y liderazgo; aquel PSOE transversal que conectaba por igual con todos los sectores sociales, territorios e identidades; aquel PSOE que inspiraba toda la confianza del mundo y casi nunca la defraudaba.
Por más que muchos quieran leer los resultados del domingo en clave nacional, la política española nos está enseñando que viaja a una velocidad endiablada y que sus tiempos y ciclos no son los de hace diez años. Si hacen un mínimo de memoria recordarán que hace tan solo cuatro meses, el PP se encontraba al borde del precipicio, con su sede nacional rodeada por militantes que exigían la dimisión de su cúpula nacional, en medio de una crisis sin precedentes; 120 días después han conseguido la mayoría absoluta en Andalucía y todas las encuestan les otorgan la victoria si ahora se celebraran unas generales. Precisamente a esa volatilidad es a la que se quiere agarrar el PSOE, teniendo en cuenta que para esa cita falta año y medio y antes deben disputarse procesos tan importantes, como las elecciones municipales y varias autonómicas en territorios gobernados por los socialistas.
Hay tiempo, ahora el PSOE debe demostrar a la sociedad española que también hay proyecto, liderazgo, partido y capacidad, para hacer llegar a la ciudadanía el más que positivo bagaje de este Gobierno que parece no calar en sus principales destinatarios. Si el Gobierno y los partidos que lo componen son capaces de que el votante medio recuerde quien ha subido el salario mínimo, quien ha aprobado el ingreso mínimo vital para los más desfavorecidos y ha conseguido el récord de empleos en este país, quien ha elaborado la ley de vivienda que limita la subida del precio del alquiler, la ley de educación, o la Reforma Laboral que ha acabado con la contratación temporal, quien ha conseguido la segunda mayor partida de fondos europeos tras la pandemia, vincular por ley la subida de las pensiones al índice de precios al consumo, o firmar la ley de muerte de digna, la de cambio climático, o la de protección a la infancia, no hay nada escrito y lo que ahora son lanzas para la izquierda, pueden convertirse en cañas dentro de año y medio. Eso sí, hay que coger al toro por los cuernos, dejar de tirarse los trastos a la cabeza en el consejo de ministros, tratar a los ciudadanos como adultos y dejar de vivir en los mundos de Yupi,