Las derechas no aportan
España es un país donde una mayoría de la población sienta cátedra en cualquier materia que se le ponga por delante. Ante ciertas cátedras, se aconseja prudencia para no caer en los brazos o las garras del populismo que acecha disfrazado de profeta para vender paraísos a buen precio. Es habitual que un meme o un bulo convierta a un patán en sabio irrefutable. Lo advertía Juan de Mairena: “Los hombres que están siempre de vuelta en todas las cosas son los que no han ido nunca a ninguna parte”.
Un porcentaje de esa España huera suele ufanarse de que pasa de política porque han comprado la falacia del “todos los políticos son iguales”, usada por corruptos y políticos profesionales para justificarse. Un peligroso porcentaje de esa España vota a la derecha. Decía al respecto Juan de Mairena: “Yo no os aconsejaré nunca el apoliticismo, sino, en último término, el desdeño de la política mala, que hacen trepadores y cucañistas, sin otro propósito que el de obtener ganancia y colocar parientes”.
Observando la deriva del Partido Popular desde que la inteligencia, la decencia y la moderación abandonaran sus filas, a raíz de la caída de Rajoy, cabe preguntarse ¿qué proponen?, ¿quién dirige el partido?, ¿qué es el PP? y las respuestas producen perplejidad, vergüenza y miedo. Bajo el mando de Miguel Ángel Rodríguez (M.A.R.), con Ayuso como marioneta transmisora, el PP ha vuelto a sus orígenes, a sus raíces ultraderechistas, autoritarias, postfranquistas… prefascistas.
Ocupe quien ocupe, y es lamentable, su Secretaría General, desde Rajoy no se le conocen más propuestas políticas que ETA, Venezuela, comunismo y poco más. Ayuso desautoriza a Feijóo cada vez que éste se pronuncia sobre economía, y el Partido Popular Europeo la desautoriza a ella, y a Bonilla. Sólo comunismo, Venezuela y ETA les garantiza que la derecha moderada europea no se pregunte qué descabellada política se ha apoderado del partido fiable, sensato y moderado que gobernó España hace poco.
Cuenta M.A.R. con la masa de votos de esa España indolente que pasa de política y vota con el mismo criterio que lo haría en Eurovisión, por eso invierte lo que invierte en bulos y manipulación. Y cuenta también con la bolsa de votos de extrema derecha que se sienten más identificados con la “führer” naif sacada de un culebrón sudamericano. La estrategia del PP es incorporar a su proyecto a los simpatizantes y a la militancia de Vox, tras absorber a Ciudadanos, ya que comparten ideología con nimios matices.
Causa estupor ver a Feijóo, ánima en pena de la Santa Compaña, transformado en pelele y manteado por Ayuso, Bonilla o Von der Leyen cada dos por tres. La decisión de bajar impuestos a los ricos y convertir el país en paraíso fiscal ha chocado frontalmente con la CE, el BCE, el FMI, con economistas liberales y con el sentido común. Pero es, sin ningún género de dudas, una medida absolutamente populista que renta votos, aunque necesite bulos y manipulación para parecer todo lo contrario de lo que es.
En el actual contexto electoral, está claro que el populismo se impone a la política en unas derechas, la ultra de M.A.R. y la extrema de Abascal, que no aportan nada útil al país. El Gobierno de España, sin su apoyo, adopta medidas que, gusten más o menos, son apoyadas y a veces asumidas como propias por la Comisión Europea gobernada por la derecha, y ha conseguido unos fondos de recuperación para el país nunca vistos. Como decía Kin Hubbard, cuanto menos aporta un político, más dice amar a la bandera.