Música, maestro
Leo el artículo «Otra vez Wagner» donde David Torres marida en un guiso ingredientes tan dispares como Richard Wagner, el Grupo Wagner, Friedrich Nietzsche y Hitler. No es cocina gourmet, pero vale para satisfacer paladares de relajada exigencia. Mi paladar todoterreno y mi querencia por la dieta mediterránea me llevan a la cocina española. Un desastre. A nada que la imaginación abre la despensa patria, el estómago se remueve y unos amagos de náusea cierran la puerta al hambre y a las ganas de comer.
Al imaginarlos, Bertín Osborne, José Manuel Soto, Fernando Savater, Ayuso y Abascal desprenden un nauseabundo olor a rancio, a alimentos mal conservados, en estado de descomposición. Un desastre. Imposible sacar de ahí algo comestible, ni siquiera Arguiñano; todo lo más, darían para un indigesto programa de Chicote. Bertín, Soto y más gente, han dado el cante dejándose manipular con gusto y apoyando ideologías alineadas con eso tan parecido al fascismo que se está cociendo en España.
Lorca, Hernández, Machado, Alberti, Gala, Cernuda… Serrat, Ibáñez, Sabina, Amancio, Ana, Víctor, la Mala, Rozalén… son materia prima y chefs de proximidad, alta cocina despreciada por el carpetovetónico paladar castellano, más inclinado a engullir duelos y quebrantos que a degustar manjares de nuestras granjas, nuestros mares y nuestros campos. Maldito el país que reniega de su poesía, “maldita la poesía concebida como un lujo cultural por los neutrales que, lavándose las manos, se desentienden y evaden”.
La cocina española de las artes y el pensamiento es rica y aclamada en el mundo por su variedad y su calidad, a pesar de la preferencia de Ayuso por McDonald’s y de que Almeida no trague los versos de Miguel Hernández. El menú cultural de la derecha siempre ha sido pobre, ofertando platos del día que ni ella misma traga, pero que atraen público a sus comedores que de otra forma no se acercaría. Indigesta la sopa de estrellas en mal estado: Bertín, Soto, Cano, Vaquerizo, Alaska, el Sevilla… ni como segundo plato.
A Wagner lo estigmatizaron sus manifiestos antisemitas y el manoseo al que lo sometió la propaganda nazi, pero su música salvó para la Historia al genio que la compuso. Las estrellas mortecinas que hacen caja con las derechas no tienen una canción, himno o poema que las reivindique; tristes astros que arrastran su ajada fama en bolos y programas de la tele. “Mediterráneo”, “A galopar”, “19 días y 500 noches”, “Libre te quiero”, “Al alba”, “La leyenda del tiempo”, “La puerta violeta”… son otra cosa. ¡¡Música, maestro!!
Toda la razón estamos en una inclucijada de mentes perversas y otras que se dejan llevar sin saber el mal que hacen.