La suerte está echada

No creo que sirva de mucho apelar al voto meditado, serio y responsable a pocas horas de votar. Tampoco creo que hubiera servido de mucho haberlo hecho seis meses o dos años antes. Un vistazo a los resultados de las municipales hunde la credibilidad racional en este país extraño, de mente estrecha y boca ancha, un país que se vanagloria de su tendencia a embestir en lugar de pensar. El domingo toca votar.

Hay dos bloques. A uno, el que ha gobernado España durante los últimos años, se le puede juzgar por lo hecho, constatable en el Diario de Sesiones del Congreso, en el BOE, en la bajada del paro, en el SMI, las pensiones y otros aspectos de la realidad cotidiana. Al otro, se le puede juzgar por cómo dejó el país con su gestión de la anterior crisis, por lo que están perpetrando contra la Sanidad y la Educación, contra los derechos cívicos y las minorías vulnerables, por lo que todos los días vemos que hacen donde gobiernan. Son dos modelos muy diferentes en su naturaleza, en su forma de hacer política y en la parte social beneficiaria de ella.

La mercadotecnia electoral ha reducido esta campaña, como todas las del bipartidismo a lo acostumbrado una vez recuperada esta desgracia política: dos números de circo, uno en Antena 3 y otro en La 1, una cascada de titulares de distracción y el PP y el PSOE mostrando la senda de la no–política a la ciudadanía. Tras el denigrante espectáculo ofrecido por Atresmedia y sus muñequitos de la tarta, Vallés y Pastor, el electorado cuenta con dos opciones: apostar por el progreso y el bienestar o hacerlo por la mentira y el odio como modelo social y cultural. España siglo XXI o regreso al XIX. Sánchez y Yolanda o Feijóo y Abascal. Continuar y profundizar en Democracia o acabar de alinearse con el radicalismo de extrema derecha que avanza peligrosamente en Europa y el mundo.

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