Propósitos de enmienda

Como apenas se ven ya bandadas migratorias en el cielo, hay que interpretar otros indicios para identificar los tiempos que componen el calendario: las gasolineras suben precios con ánimo bucanero, el tráfico atora las carreteras como el colesterol, al fín vuelve a la playa el sosiego, la tele anuncia coleccionables, el gentío vuelve a hormiguear en las grandes superficies, ha bajado la temperatura y la alarma digital avisó el domingo de que había que madrugar. Son señales indicadoras de que se acabaron las vacaciones.

Habrá quienes no se hayan enterado, bien porque no trabajan, bien porque no dejan de trabajar, bien porque encadenar contratos cada mes y medio desorienta a la gente. La mayoría alternará unos días la mala hostia con lo de dar la turra vanidosa a familiares, amistades y compas de trabajo. Habrá quien se divorcie, quien agradezca sobre todas las cosas la vuelta al cole, quien caiga en depresión, quien meta los primeros euros en la hucha para el verano que viene y quien calcule cuánto falta para Navidad.

Ha sido un verano realmente distinto a otros: el de las casi 20 mujeres asesinadas, el más caluroso de los últimos nosecuantos lustros, el de las 1.800 muertes por calor, el de la pertinaz sequía, el del aceite a precio de güisqui peleón, el del récord de turistas, el del doblete del fútbol femenino en el mundial y en las calles, el de la machista vergüenza nacional de los Rubiales, el de las elecciones, el de la vuelta de la censura a la cultura, el del canto del cisne de Feijóo y el de la canción del verano sin canción.

Ha llegado septiembre, mes por excelencia del propósito de enmienda, terapia que raras veces conduce a alguna parte. Al igual que la “Vuelta al cole” llena los escaparates de muchos negocios, los gimnasios llenan de ofertas las redes sociales, los buzones y las farolas en busca del menguado bolsillo de quien ha comido y bebido por encima de sus necesidades. Adelgazar se convierte en una urgencia inaplazable que imponen el espejo, el dedo que señala, la ropa que no encaja y las lenguas viperinas.

Sacar la equipación deportiva y poner a punto la bicicleta es una tradición posveraniega, como ponerse a régimen, que también se hace antes del verano con dudoso resultado. Con la economía resentida por lo previsto y los imprevistos, serán muchas las personas que este año decidan renunciar al gimnasio (“¡total, para un mes…!”, se dirán) y opten por salir con la peña a correr o caminar dando vueltas al pueblo o al barrio. ¿Y la dieta? ¿Duncan, Keto, Ayuno intermitente? Este año, la dieta ineludible y efectiva se llama IPC.

Pasados los propósitos de enmienda que conducen a rastras al ejercicio y la dieta, volverán implacables las rutinas en tu vida sus nidos a colgar. Volverán el trabajo, el porteo de niños al cole y las extraescolares, los embotellamientos, la noche a las 19 h. y la radio del vecino a las 07. No estaría mal hacer un propósito de enmienda para practicar la empatía, la solidaridad, el respeto… y abstenerse de odios, radicalismos y fobias, un deporte y una dieta de lo más saludable que mucha gente se empeña en rechazar.

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