El presidente, Hijo Adoptado de Granada

El flamante hijo adoptado de Granada es una desgracia para Andalucía como lo fue Susana Díaz: soberbia y sectarismo son una suerte de unidad de destino en lo universal de ambos ejemplares y sus respectivos partidos. La diferencia entre adoptado y adoptivo está en el mérito que no tiene el presidente, al contrario: su política en Andalucía lo hace acreedor a ser nombrado persona non grata. Pero los palmeros peperos han decidido manchar la dignidad de la provincia con el vergonzante nombramiento aprovechando sus mayorías absolutas.

La lista de agravios sufridos por Andalucía en general y Granada en particular es prolija y dolorosa. Sin ánimo de amargar las fiestas a nadie, baste analizar la extraña fijación del “moderado” con el color verde para hacerse una idea de cómo es capaz de mancillar a Andalucía y maltratar a los andaluces. En honor a la verdad hay que decir que el peligroso verde Vox es el único que respeta y de él cosecha ideas para su propio beneficio. Primero apoyado en la extrema derecha y luego motu proprio, se ha radicalizado.

El verde y el blanco son los colores de la arbonaida, la bandera de Andalucía. La palabra deriva del árabe andalusí “albulaida”, diminutivo de “balad”, que significa “mi tierra”, “mi país”. El radical de San Telmo intenta secuestrar este símbolo sacándose de la manga el “día de la bandera”. Sería creíble y hasta plausible si no fuera porque el 4D los suyos sacaron a las calles trapos rojigualdos y sus alcaldes han plantado en los municipios donde gobiernan hiperbólicos mástiles con el mismo trapo, relegando al olvido la blanca y verde.

Le molesta, le estorba el verde, sobre todo si se convierte en símbolo de lucha contra sus políticas, especialmente cuando inunda las calles para exigir que pare la privatización de la Escuela Pública. Y también le molesta el otro color de Andalucía, el blanco, convertido en símbolo de la lucha en defensa de la Sanidad Pública que también está privatizando con la voracidad neoliberal del PP y sus mayorías de gobierno. El deterioro de la Educación y la Sanidad públicas es evidente, tanto como el desvío de presupuesto a las privadas.

Del verde que impregna los campos, los parques y las casas de Andalucía, sólo le interesa el del césped de los campos de golf, asociado a la élite a la que perdona impuestos, a la especulación urbanística y al negacionismo climático. El verde patrimonio de la ciudadanía andaluza es un verde que cuenta con su más absoluto desprecio, como demuestra que haya conseguido, asumiendo las tesis de Vox, que sea Doñana la primera reserva natural expulsada de la Lista Verde de Áreas Protegidas Bien Gestionadas de la UICN.

Lo mismo ha hecho con Sierra Nevada, en la tierra que lo ha nombrado hijo adoptado. Es antigua la aspiración del PP para asfaltar Sierra Nevada, igual que la de perforar la colina de la Alhambra para ¡un ascensor!, la de escaleras eléctricas en el Albaicín o la de destrozar el Parque Natural para colocar un funicular. Hace poco, un incendio arrasó los Guájares granadinos bajo la sospecha de que Nerón tenía interés en instalar allí un parque eólico y el presidente adoptado no ha tardado en autorizar su instalación sobre las cenizas.

El verde es la Andalucía del poeta “Verde que te quiero verde. / Verde viento. Verdes ramas. / El barco sobre la mar / y el caballo en la montaña”, la del juglar “Amo mi tierra / lucho por ella / mi esperanza / es su bandera / verde, blanca y verde. / Verde, blanca y verde” y la del enamorado “Pa mí ya no hay soles, luceros ni luna, / no hay más que unos ojos que mi vía son. / Ojos verdes, verdes como la albahaca. / Verdes como el trigo verde / y el verde, verde limón”. Nada que ver con la Andalucía verde del adoptado Moreno Boñiga.

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