Resacón en la Vega
Terminada la Semana de Pasión, llega el resacón, tal vez a causa de la sobredosis de incienso esnifado y de la ingesta de Sangre de Cristo, en sus variedades de blanco y tinto, solo o con gaseosa. El caso es que, quizás por los aguaceros caídos en esas fechas, una parte de la Vega Sur de Granada se ha teñido de verde. Según diversas interpretaciones, el verde simboliza esperanza, bienestar, felicidad, salud, estabilidad, armonía o tranquilidad y se asocia con la naturaleza, la fertilidad, la salud y la generosidad de sus tierras y su gente.
Tras décadas en las que el asfalto y los pelotazos del ladrillo han destrozado el paisaje agrícola en sus pueblos y con la amenaza pendiente de varias puñaladas más, nombradas VAU-09 y VAU-05 en la cartografía de Atila, Francisco Rodríguez (PP de Alhendín y presidente de la Diputación), Loli Cañavate (PSOE de Armilla), Estéfano Polo (PP de Ogíjares), Merinda Sádaba (PP de Las Gabias) y Antonio Narváez (PP de Churriana) se nos presentan hoy como los más acérrimos defensores de lo rústico, de la ley y de lo verde.
En este caso, es un verde diferente: el de la ira y el odio, el infecto verde racista, xenófobo y clasista de Vox. La tropa veguera no va a reconocer que la defensa numantina de lo rústico encubre su oposición populista, ideológica y electoralista a la instalación de un centro de acogida de migrantes, pobres, negros y musulmanes en su mayoría. Si de ellos y ellas dependiera, el lugar idóneo para alojar a estas criaturas sería lo más alejado posible del lujoso Carmelo: un desierto libio o marroquí, o un barco flotando a la deriva en el océano.
Rodríguez se presenta como un franciscano rasgándose la sotana y mesándose la tonsura capilar porque el alojamiento no reúne requisitos humanos ni cristianos para el fin que se le va a dar. Él, en nombre de los alcaldes, la alcaldesa de Gabias y el PP (que señalan a los migrantes como camellos, violadores y ladrones) reclama que “en lugar de una residencia para 1.200 persona se hagan 12 para 100 ó 24 para 50, para poder prestar un servicio digno” y que «están encantados de echar una mano a las personas que más lo necesitan».
Esta súbita conversión es una muestra de la hipocresía de la derecha, tanto en el asunto de la migración como en el de la violencia de género, la diversidad sexual, etc. La defensa de lo “rústico” casa regular con la voraz presión de las aseguradoras, para las que esta noticia iba a suponer un impulso a las ventas de alarmas, alambre de espinos y concertinas, una vez que ha decaído la campaña de los okupas promovida por Vox, el PP y los medios que los sostienen. No son racistas, ni homófobos, ni misóginos, peeero… defienden lo rústico.
Llama la atención Loli Cañavate explicando que su Ayuntamiento «ha remitido un amplio reportaje fotográfico del entorno, lleno de viviendas, que es lo que está generando alarma». Y se apunta a la tesis de Rodríguez: «…los municipios que estamos alrededor, nuestros servicios no tienen capacidad para prestar atención a toda esa gente porque nos saturaría y nos colapsaría a todos». Ella, progresista a diferencia de los otros, e IU, más progresista que nadie, tampoco son racistas, peeero… defienden la dignidad y lo rústico, como Rodríguez.
Cuando la Justicia condenó al exalcalde y al exedil de urbanismo de Armilla (PSOE), por prevaricación urbanística, y a Tomás Olivo (promotor del Nevada), por delito contra la ordenación del territorio por construir en zona verde, no hubo declaración conjunta ante los medios con fotos y televisión. Aquello fue algo muy diferente: el bocado de 120.000 m2 a la Vega sirvió para crear empleo precario (modelo PP) y destruir comercio tradicional, pero don Tomás no era migrante sino todo un caballero blanco, rico y a buen seguro católico.