Voto drogado
El efecto más peligroso de la drogadicción es la confusión de la realidad con la quimera. La adicción de los individuos culmina en un proceso progresivo de creación de un universo paralelo, ficticio, que llega a suplir la experiencia cotidiana de los mismos y que se asocia al consumo de sustancias o actividades nocivas para la salud o el equilibrio psíquico. En el caso de las sustancias –lo que se conoce como drogas–, éstas llegan al cerebro, a través del organismo, y alteran la experiencia de quien las consume a nivel físico y psicológico.
Las drogas más conocidas son el alcohol, el tabaco, los fármacos, el cannabis, la cocaína y la heroína, con mayor o menor rechazo social. Hay drogas intangibles, también adictivas, que causan estragos en la sociedad a través de internet en general y las redes sociales en particular. Gran parte de la juventud acaba enganchada en un proceso que se inicia en la infancia y al que la mayoría del universo adulto no presta la debida atención, en gran medida por el analfabetismo informático y la sempiterna irresponsabilidad en la crianza.
La sociedad va camino de una segunda generación nativa digital atrapada sin control parental ni de ningún tipo en la vorágine del consumo y el individualismo que despliega sus redes en el mundo real, pero sobre todo en el virtual. Cuando los adultos recurren a los jóvenes para entender el móvil o la tele, los hijos comprenden que tienen en sus manos el arma de la información y, con ella, el poder. El mundo adulto suele estar de vuelta de todo sin haber entendido casi nada, temeroso de lo desconocido y perdido en el ciberespacio.
En cambio, el mundo joven, sin estar de vuelta de nada, tiene en sus manos el arma más poderosa que haya manejado generación alguna y presume de saberlo todo a través de Google, influencers, tutoriales y redes sociales. La informática ha convertido a la juventud en un rebaño de adictos expuestos al machismo, el racismo, la homofobia, la pornografía, el acoso, el suicidio, la anorexia, el bótox, la violencia, las armas, el bitcoin, la estafa, el delito, las sectas, la ludopatía, la desinformación, los bulos y mil infiernos más a golpe de clic.
La adicción a las nuevas tecnologías aísla a las personas de los entornos más próximos como la familia, la escuela y el vecindario. El adicto vive una atmósfera tóxica de habitación, pantalla, sillón, auriculares, bebidas energéticas y tecleo compulsivo en chats con amigos y desconocidos sin más limitación que la resistencia física y la conexión a internet. A nada que pisa la calle, la persona adicta traslada a la realidad lo mamado en el espacio virtual donde combustiona la mayor parte de su tiempo sin percibir que el mundo avanza sin ellas.
De pronto, sin preaviso, salta la alarma y los adultos descubren anorexia en casa, pandillas de sádicos en el instituto, un agujero en la cuenta corriente familiar, puños americanos en el fútbol, maltratadores en el pub, violadores en las discotecas, cajeros ardiendo con mendigos dentro, una citación judicial en el buzón. Es en ese preciso momento, y no antes, cuando los adultos se preguntan cómo se ha llegado a eso y buscan responsables en el maestro, en la profesora, en la televisión, en las compañías, en cualquier lugar sin osar mirar en el espejo.
Pero hay algo mucho peor que caer en la estafa de Llados o en una red de pedófilos, algo capaz de destruir el mundo laboral, las libertades cívicas, las pensiones, la Sanidad y la Educación públicas, el derecho a la vivienda, la igualdad de todas las personas y el propio sistema democrático. Con la inconsciencia de los adolescentes ignorantes y consentidos, 800.000 personas han decidido castigarse y castigar al resto votando a un delincuente en las elecciones europeas. Casi 2.000.000 de adictos consumen la droga de este personaje.
No es de los mejores que has escrito, pero estás muy cerca de la realidad. Quizá nos haga falta estar peor para darnos cuenta de lo básico, de lo fundamental.