Clásicos infantiles y juveniles
Es un clásico que los niños escolarizados respondan en clase que la leche y los productos agroalimentarios salen del Mercadona. La proliferación de granjas escuela ha servido para que varias generaciones de escolares hayan visto, en vivo y en directo, el origen de lo que llena el frigo. Verter la leche de un tetrabrik en el vaso no es lo mismo que apretar la ubre de la vaca Antonia para liberar el chorro, y arrancar de la mata un tomate con olor a tomate es diferente a coger uno inodoro del lineal del súper con guantes. Tampoco saben igual.
La infancia es la época óptima para el aprendizaje (“los niños son esponjas”, se suele decir) y el medioambiente (conjunto de circunstancias que rodean a un ser vivo) el mejor manual docente. Durante milenios, la educación de la humanidad fue cosa, como se dice en África, de toda la tribu: un clásico. Durante los últimos siglos, la educación de la humanidad ha sido cosa de la tribu… y de gremios pedagógicos… y de gremios adoctrinadores: otro clásico. Desde mediados del siglo XX, la educación de la humanidad es cosa de…: un lío.
En el siglo XXI, la humanidad ha puesto la educación de la infancia y la juventud en manos de una tribu humanoide “superior”, adoradora del clásico dios único travestido ahora de Inteligencia Artificial. La especie parece más artificial y menos inteligente que nunca, pero las nuevas tecnologías siguen en manos de los mismos pedagogos y adoctrinadores de siempre al servicio del mismo poder de siempre con el control supremo sobre la información y el conocimiento, como siempre. Clásico gatopardismo: cambiar todo sin que nada cambie.
La paremia clásica “divide et impera” o “divide et vinces” (divide y vencerás) es atribuida a Julio César como estrategia de desgaste del rival y garantía para acceder y mantener el poder. Napoleón utilizó la fórmula con los países europeos y el imperio británico la aplicó con diferentes tribus de la India. Aún se sigue utilizando. El culto al ego y el culto al cuerpo son dos clásicos que potencian al máximo la división hasta el punto de lograr la atomización de la sociedad mediante el individualismo como fórmula eficaz para el control de las masas.
Estas generaciones, educadas en los púlpitos digitales por influencers ególatras y youtubers sin escrúpulos, vuelven a enarbolar las banderas ondeadas por sus padres, sus abuelos y sus tatarabuelos para reivindicar lo mismo como novedad. Y el mismo poder que amansó a sus ancestros la amansa con un teléfono inteligente que trasvasa sus bolsillos a Amazon, Mercadona, Glovo o Airbnb haciéndole un desprecio al recuerdo de la vaca Antonia y lo aprendido en la granja escuela. Actualizan el clásico ¡vivan las cadenas! a ¡viva Monsanto!
Es un clásico tóxico y viejuno lo de fumar, por mucho que se tire de narguile y vapeador. Es un clásico digno de olvido eso de castigar el hígado para aborregarse en el rebaño. Es un clásico rendir culto al acervo que traba el progreso hipotecando el futuro. Es un clásico lamentable pensar que leer es una pérdida de tiempo y el raciocinio un enemigo. Es un clásico masoquista aceptar el trabajo como estado natural del ser humano. Es un clásico lo de venir al mundo con una ciencia infusa de serie a la que nadie puede aportar nada nuevo.
Para clásicos, Quadrophenia de The Who: Jimmy, un “mod” que se mueve en Vespa y escucha música Mod, se enfrenta a los rockers vestidos de cuero que montan “chopper” y escuchan rock. Harto de sus padres y del trabajo, encuentra una salida en la música y las pastillas. Jimmy es arrestado, expulsado de su casa y se despide del trabajo gastando el finiquito en anfetaminas. Cuando descubre que su ídolo, «As de Oros», es un simple botones de hotel, le roba la Vespa y la lanza por un acantilado. Lo dicho: un clásico de la rebeldía.