De estafas y estafados: el caso Alvise y la sanidad andaluza

El mundo de las estafas es fascinante en su triste cotidianidad. Se repite una y otra vez, casi con precisión matemática y, sin embargo, siempre encuentra nuevas víctimas. De los timadores y los timados podemos hablar largo y tendido. El que se estafe a estafadores nunca me ha preocupado. Me arranca, incluso, una sonrisa. Alvise y sus entusiastas financiadores son ejemplo perfecto de ello. No así me ocurre con el caso Moreno Bonilla y su “arreglaremos la sanidad”.

El primero, es una estafa tradicional, los estafados quisieron ser más listos que el estafador Esos que pensaron que un 52 % de beneficio para su dinerito era solo cuestión de tiempo y no de magia. Votando a Alvise hacían lo mismo; esperaban una recompensa monumental apostando por un charlatán, aunque esta vez, no de feria, sino de redes sociales. Porque la modernidad también llega al arte del timo.

Cientos de millones de euros y unos cuantos miles de votos deben hoy preguntarse si no han sido víctimas de una estafa más clásica que el propio timo de la estampita. Los que votaron a Alvise, igual que quienes metieron sus ahorros en fondos prometedores, querían ser más listos que el propio estafador. Esperaban ganar mucho por poco, confiando en las promesas huecas de alguien que nunca tuvo otra intención que la de enriquecerse a su costa. Mezcla de codicia y ceguera temporal. Hay que evitar que el timador siga su carrera, y que no tengamos que resarcir, entre todos, a los que han perdido sus tokens.

La estafa de Moreno Bonilla es de otro nivel, otro género, si se quiere. Aquí no estamos hablando de una trampa en la que las víctimas se metieron creyéndose más astutas que el timador. No, no, no. Aquí la jugada es mucho más sutil y mucho más cruel, más perversa. Se juega con la ingenuidad, con la necesidad. Moreno Bonilla generó un clima de crispación y recelo hacia los servicios públicos, aliándose para ello con los más indeseables de Andalucía, para luego vender promesas con fáciles recetas. Este timo es más sutil, más soterrado.

Y aquí es donde las diferencias con el caso Alvise se hacen más que evidentes. Mientras los seguidores de Alvise se lanzaron al vacío por pura ambición desmedida; los que confiaron en Moreno Bonilla lo hicieron porque creyeron en la necesidad de un cambio, creencia inducida pero sentida como real y también, sin duda, porque amplificaron los errores que otros cometimos. Prometió arreglar la sanidad, y dijo perder el sueño -¡le creímos!- con las listas de espera que su gestión está creando. Pero la realidad es así, siempre llega y, cuando lo hace, es implacable. Lo único que ha arreglado es el vaciamiento sistemático de lo público, para engordar lo privado. Lo que empezó como un leve giro hacia lo privado se ha convertido en un estruendoso ruido de monedas.

Y sí, la sanidad andaluza no está en manos de charlatanes sin escrúpulos como Alvise. Ahora ya no, una vez que Jesús pasó a cobrar más y Catalina está en la sostenibilidad y medio ambiente, ¡lo de sostenibilidad tiene guasa!

En las altas jerarquías se ha nombrado a profesionales a las que se les reconoce conocimiento y capacidad; formadas en un sistema público que está desapareciendo. Pero aquí es donde entra en juego la otra cara de la gestión, una vieja verdad: no basta con conocimiento y capacidad cuando los intereses ideológicos y económicos dictan la agenda. Y esos intereses, me temo, no están interesados en resucitar lo público. Más bien, todo apunta a que seguirán empujando la sanidad hacia la privatización, lenta pero segura, mientras nos prometen lo contrario. La gestión hoy, no se sustenta en los principios y valores de la Sanidad Pública en la que se formaron las nuevas mandatarias.

El caso Alvise es la estafa tradicional, en la que el estafador juega con la codicia de sus víctimas, que creen poder ganarle en su propio juego. Moreno Bonilla, en cambio, ha usado las herramientas del poder para vender gradualmente lo que debería ser intocable: la sanidad pública, una de las mayores conquistas sociales de las últimas décadas.

Dos estafas, dos contextos distintos, pero el mismo resultado: un gran número de personas defraudadas, estafadas. A los que siguieron a Alvise, que pierdan su dinero y que su pastor termine en prisión si así lo merece no me preocupa. Pero a los que creyeron en Moreno Bonilla, a ellos les debemos algo más. Les debemos la verdad sobre lo que está ocurriendo en la sanidad pública andaluza. Les debemos un mensaje claro y contundente: que la gran estafa no está solo en las promesas fallidas de un charlatán, sino en el proceso silencioso y calculado de vaciar lo público en beneficio de unos pocos y dibujar un futuro en el que la salud pasará por el billetero. Les debemos el dibujar un nuevo modelo de sanidad pública que recupere los valores tradicionales.

Los nuevos gestores de la sanidad andaluza, por muy buenos que sean, no podrán revertir esto si no se cambia de rumbo. Y ese cambio no vendrá solo con intenciones, sino con una clara denuncia de lo que está ocurriendo. Una denuncia que no solo debe quedarse en los pasillos, sino que debe resonar en la consulta, en los medios, en la calle, en el parlamento,… Al final, tanto Alvise como Moreno Bonilla han jugado con la confianza de las gentes. La diferencia es que mientras uno lo hizo por puro beneficio personal el otro, aunque sin olvidar su propio beneficio, lo ha hecho al servicio de una maquinaria que no busca más que enriquecer a quienes ya tienen demasiado.

 

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