Nuestra mala memoria
El 14 de junio de 2003 se abrió la tierra por primera vez en Andalucía para buscar a Aniceto Góngora y otras 24 víctimas del franquismo. Los primeros golpes de pico no estaban aún amparados por ninguna ley, pero al menos no tuvieron que darse de forma clandestina, lo cual ya era una novedad, pese al tiempo transcurrido desde la muerte del dictador. Fue en el municipio granadino de Lecrín y detrás de aquel empeño estaba el hermano de Aniceto, Agustín Góngora Montero, natural de Torvizcón, junto a otros familiares de víctimas. Contaron con el apoyo de la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica (ARMH), de la CGT Andalucía y del Ayuntamiento de Lecrín. La ARMH se había creado poco antes, tras la primera exhumación promovida,en octubre de 2000, por Emilio Silva, para buscar los restos de su abuelo, fusilado y arrojado a una fosa común en Priaranza del Bierzo. En Lecrín hubo menos suerte que en Priaranza y la búsqueda fue infructuosa. Posteriormente se comunicó a los familiares que el enterramiento ilegal había quedado sepultado por el asfalto de la autovía Granada-Motril. Agustín murió, como tantos otros, sin poder enterrar dignamente a su hermano.
Este 14 de junio debería celebrarse, por tercera vez desde la entrada en vigor de la ley de Memoria Histórica y Democrática de Andalucía, el día oficial de recuerdo a las víctimas del golpe militar de 1936 y la dictadura. Y por segundo año consecutivo las escuelas y centros de secundaria de Andalucía deberían programar actividades de recuerdo y reconocimiento a quienes dieron su vida por la libertad en Andalucía. Más de 45.000 de aquellas víctimas siguen yaciendo en más de 700 fosas en toda Andalucía, cifra que constituye casi un tercio de las 114.000 que se calcula que puede haber en toda España. Sólo en la provincia de Granada, el Mapa de Fosas de la Junta tiene registrados 110 enterramientos ilegales, donde estarían los restos de 11.388 víctimas. Entre ellos está nuestro poeta más universal, Federico García Lorca, cuyos restos aún no han sido encontrados pese a varios intentos infructuosos.
Corren malos tiempos para la Memoria en Andalucía, entre pactos electorales y negociaciones presupuestarias marcadas por la presencia decisiva de la extrema derecha en las instituciones. Así que este año la instrucción para conmemorar en los centros educativos el día de la Memoria Democrática de Andalucía ha llegado tarde y mal. A apenas una semana de la fecha marcada en la ley y con un texto amputado en el que desaparecía la orientación de “impulsar actos de reconocimiento y homenaje a las víctimas del golpe militar de 1936 y la Dictadura”, que ha tenido que ser rectificado un día después por otro ajustado a la ley. Las delegaciones territoriales de Educación habían alegado que «al organizar homenajes a las víctimas de la Guerra Civil se estaba politizando el uso de las aulas». Para el trifachito, honrar a las víctimas de un golpe militar y de las violaciones masivas de los derechos humanos que lo siguieron es “politizar el uso de las aulas”.
En un país con memoria de lo que supuso el fascismo, como Francia o Alemania, sería impensable que fuerzas de la derecha democrática aceptaran gobernar con el apoyo de la extrema derecha. Sería inimaginable que se dejasen imponer por ella políticas revisionistas o abiertamente misóginas, a cambio de aprobar un presupuesto o mantener un puñado de gobiernos municipales. Pero es el nuestro un país desmemoriado donde estas cosas pasan porque ningún gobierno anterior se tomó en serio la tarea de sacar de las fosas a las víctimas ni de honrar su recuerdo y contar su historia en las escuelas. Ni siquiera, hasta hace poco y aún no en todas partes, se tomaron la molestia de borrar los nombres de los asesinos de los rótulos de las calles, las plazas y hasta las escuelas.
Quien se olvida de la memoria acaba asaltado por sus peores fantasmas.