Espíritu navideño

Nada más objetivo que los números para interpretar la realidad. Hoy día, las matemáticas continúan siendo la más exacta de las ciencias y la economía es pura especulación. Una consulta a los movimientos bancarios en el último mes nos pone ante el espejo incómodo de la realidad matemática por encima de los malabarismos especulativos para suavizarla. Los medios ya informaron de que la lotería tocó a poca gente y del gasto medio per cápita informan los apuntes contables de cuentas corrientes y huecos aparecidos bajo el colchón.

A finales de octubre la publicidad inició su tradicional campaña con la vista puesta en los bolsillos abiertos a la codicia de Melchor, Gaspar, Baltasar y Santa Claus, éste colocado por el capitalismo colonial anglo americano. Desde mediados de noviembre, la matemática especulativa invadió los comercios a la vez que los desempolvados adornos navideños, las renovadas luciérnagas led multicolor, el machacón runrún de los villancicos, este año Bisbal, y los precios compitiendo en las alturas con el arcángel de la Anunciación a los pastores.

Si el personal entendiera de matemáticas, el 83,9% de la población de entre los 18 y los 75 años, 22,9 millones de personas, no practicaría alguna modalidad de juego de azar, España no sería el quinto país europeo con más ingresos por apuestas y Andalucía no sería la comunidad autónoma con más salones de juego. ONCE, Bonoloto, quinielas, Euromillones y otros sorteos, con el de Navidad y El Niño al frente, sitúan a España como cuarta potencia mundial de la ludopatía, por detrás de Italia, China y Francia. Ilusión especulativa al poder.

¿Cómo detectar si un producto es 100% navideño? Aunque cuesta identificarlos, hay métodos fiables, como observar la evolución del precio en la primera quincena de diciembre o atender en los noticiarios, entre la política y los deportes, a los reportajes que informan de las fatigas y los riesgos de percebeiros y pastores. No cabe duda: si sube la cotización una desmesura, en nombre de la oferta y la demanda, el marisco y el cordero nuestros de cada día mutan en delicia y los adictos al burguer y la pizzería desarrollan un paladar gourmet.

Amén del gasto en comidas que se hacen en el hogar, el espíritu navideño anima también a gastar fuera de él. Cada año se registra un aumento de las comidas de empresa y otras que llenan las agendas de la ciudadanía y vacían los bolsillos. Hay que planificar estos eventos con antelación debido a la tiranía de la reserva previa y a la desmesurada proliferación de comidas con la peña del pilates, la EGB, la cofradía o las sesiones de preparación al parto.

Nochebuena, Navidad y Nochevieja son días señalados, días de excesos gastronómicos, etílicos y afectivos. Lo de “Por Navidad, siente a un pobre a su mesa” pasó a la historia y el presunto recogimiento sucumbe a la histeria de mesas hiperabastecidas en homenaje a la gula, la hipertensión, el colesterol y el postureo. Resulta tan curioso ver a gente conocida aturrullada al usar los cubiertos con acierto como escuchar de sus bocas opiniones sobre cualquier tema de forma osada, casi suicida. La indigestión física y mental es una amenaza.

Quien sobreviviera a lo anterior, habrá rematado con el gatillazo capitalista del día de reyes poniendo a los niños como excusa, un desenfreno contrario a la opinión autorizada de la pediatría, la pedagogía y la psicología como antes fue contrario a la de nutricionistas y dietistas y siempre contrario al sentido común. Además de ocupar el cerebro con buenos propósitos para incumplir, se recomienda sentarse, online o en una sucursal bancaria, a dialogar con el gasto real de estos días y afrontar el selfie contable resultante sin usar filtros.

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