28 F, el día de los santos inocentes
45 años después del referéndum de 1980 en el que Andalucía conquistó su autonomía política, nuestra tierra no acaba de despegar. Y lo cierto es que, a pesar del evidente avance, uno tiene la sensación de que por alguna razón no desplegamos todo el potencial que tenemos, al menos desde el punto de vista del nacionalismo andaluz. Andalucía no ha sabido, o no ha querido, más allá de las cíclicas proclamas de unos y otros, tomar con determinación las riendas de su futuro. Mucho tiene que ver el hecho de que los partidos que nos han gobernado sean, en esencia, partidos centralistas, pero también, parafraseando a un adversario, el “nacionalismo de baja intensidad” que se ha presentado, con escaso éxito, como alternativa, representado por el andalucismo histórico, no ha tenido el valor o la habilidad política para ocupar el único espacio político que tiene disponible. Durante ese medio siglo de autogobierno, las necesidades de nuestra tierra se han supeditado sistemáticamente a las de otros territorios. Y siempre con la Moncloa como objetivo. El último ejemplo de este trilerismo político se está ejecutando en directo en nuestras propias narices: la más que probable candidata a la Junta de Andalucía por el partido socialista, próxima abanderada del andalucismo prêt-a- porter, María Jesús Montero, trata de convencernos, con ejemplos bochornosos, de que hay que aceptar la reducción de la deuda pública andaluza cuando en realidad, como todos sabemos, de lo que se trata es de reducir la catalana para mantener vivo un pacto político que permita a Sánchez seguir al frente del Gobierno. Los catalanes ya se cuidarán de no pagarla, el resto sabemos que cambiar el nombre del deudor no es más que cambiar la bolita de cuenco por muy hábil que sea el trilero, porque se tendrá que pagar por todos, de una forma u otra. En el fondo, el ofrecimiento es un ataque a la dignidad de Andalucía, que se vuelve a utilizar para lo de siempre. Una trampa para osos en la que espero que no caiga Juanma Moreno. El PSOE, cuando se trata de Andalucía nunca defrauda: siempre nos engaña. Nuestra tierra sigue necesitando una fuerza política propia, seria, fuerte, contundente, sensata, europeísta pero crítica con el exceso burocrático y regulatorio que tanto limita nuestros movimientos y posibilidades; una fuerza claramente nacionalista, que nos permita competir en un modelo que está muy lejos de ser federal, responsable y leal, si leal, porque nada impide ser firme en la defensa de nuestros intereses y entender las necesidades del vecino; una fuerza con alto componente social pero que no estrangule a nuestro tejido económico, que entienda que la competencia, también la territorial, es positiva para el desarrollo y la prosperidad. Más cotas de autogobierno, más libertad y más responsabilidad. O eso o el 28 de febrero no será más que otro día de los santos inocentes. Y ya está bien la broma.