Acerca del 8M, Día Internacional de la Mujer
Desde su primera celebración en 1911, el Día Internacional de la Mujer conmemora cada 8 de marzo la lucha de las mujeres por su participación en la sociedad y su desarrollo íntegro como persona, en pie de igualdad con el hombre. Este objetivo es una necesidad para vivir en una sociedad plenamente justa y democrática, de la que nos podamos sentir orgullosos.
Aunque las cosas han cambiado mucho en estos más de 100 años que han transcurrido desde entonces, aún esta igualdad plena no se ha alcanzado, muy especialmente en los países que no forman parte del primer mundo.
Sin duda, las grandes disrupciones socioeconómicas generadas por la Primera y la Segunda Guerra Mundial, momentos en los que los hombres tuvieron que cambiar sus trabajos por luchar en los frentes de batalla, sustituyéndolos las mujeres, facilitaron y aceleraron esta lucha, pues permitió que la sociedad fuera tomando conciencia de que la mujer podía trabajar en igualdad de condiciones que los hombres.
Especialmente a partir de los años sesenta del siglo pasado, se aceleró la conquista de derechos legales y de la integración de la mujer en el mercado laboral, aunque no siempre fueran efectivos estos derechos reconocidos sobre el papel.
En la actualidad hay que destacar que en España, una de las sociedades más avanzadas socialmente del mundo y de lo que nos debemos sentir orgullosos, las mujeres son mayoría en los sectores de la educación, la sanidad y la justicia.
El gran problema de la plena igualdad de la mujer sigue siendo la conciliación de la vida familiar con la actividad laboral. Aunque los hábitos sociales van evolucionando en positivo en este aspecto también.
En este sentido, la acción del estado debe ser crear un ambiente que facilite esta conciliación, no tanto imponiendo innumerables normas legales como construyendo infraestructuras e iniciativas sociales de apoyo a esa conciliación (guarderías, comedores, horarios laborales, actividades,…).
Además, estas medidas también redundarán en superar la intensa crisis de natalidad que padece nuestro país.
No estoy a favor de las cuotas, porque aunque los hombres y las mujeres debemos tener los mismos derechos, somos diferentes en nuestros intereses y formas de ser (la biología es la biología, y los hombres y las mujeres tenemos estructuras óseas, orgánicas, hormonales, etc. diferentes), por lo que este tipo de imposición lleva a situaciones de injusticia y de ineficacia. Vuelvo a poner de ejemplo que en la actualidad en la educación, sanidad y justicia hay más mujeres que hombres, ¿debemos imponer cuotas a favor de los hombres?
De esta manera, los planteamientos que desde el populismo de izquierdas se hacen, basados en una imagen actual de España como si siguiéramos anclados en los años 50, basados en considerar a los hombres como unos opresores naturales contra la mujer, son absolutamente inaceptables.
Tanto como el intento de patrimonializar la lucha de la mujer por su igualdad con el hombre, intentando apropiarse de un movimiento de toda la sociedad.
Hay que recordar, que fue la diputada liberal Clara Campoamor quien encabezo el movimiento en favor del derecho al sufragio de la mujer, mientras que la diputada socialista Victoria Kent se opuso, porque defendía que las mujeres estaban controladas por la Iglesia y votarían a favor de la derecha.
En directa conexión con esta idea de debilidad mental de la mujer, se pueden enmarcar muchas de las iniciativas que se proponen desde los movimientos feministas asociados al populismo de izquierdas, en la que sus dirigentes se arrogan el papel director para proteger y guiar a las mujeres en su vida privada.
No hay nada más machista que ese falso feminismo, muy similar en su fundamentación a las ideas de algunos grupos misóginos del populismo de derechas.