Adiós, noviembre, adiós

Dicen que un pesimista no es más que un optimista bien informado, asunto este último muy difícil de conseguir en estos tiempos de bulos y desinformación. No hay que indagar mucho para palpar la realidad y correr a meter la cabeza bajo la almohada después de constatar que el negocio de la muerte cotiza al alza en una bolsa desprovista de valores humanos. Todos los días, en todos los medios, en las redes sociales, en la tienda de la esquina, en el parque, en la barra del bar o en el whatsapp, la muerte y los desastres son protagonistas.

Arrancó el mes de noviembre con el tétrico recuento el día de los difuntos, el de los muertos vivientes y las historias de terror, de los cadáveres causados por la DANA en Valencia y la irresponsable gestión del Partido Popular, de Mazón primero y de Feijóo después. No nos habíamos repuesto del susto, cuando el peor de los pronósticos para la humanidad volvió a poner a Trump al mando del país que es la peor amenaza para la paz mundial, entre los aplausos y vítores de lo peor de cada país. En España fue Abascal quien felicitó al peligro.

A renglón seguido, el genocida Netanyahu interpretó los resultados en EEUU como un aval para la solución final que lleva a cabo en Palestina y Oriente Medio desde hace poco más de un año y que acumula 45.000 cadáveres. Se trata de una edición ampliada y actualizada de la matanza de los “santos inocentes”, llevada a cabo por Herodes y que se conmemora a finales de diciembre entre risas y bromas pesadas. Esta hecatombe no será obstáculo para que los españoles de bien disfruten a gusto la nochebuena, el cotillón y la noche de reyes.

Dos semanas después, Joe Biden se despide del mundo pulsando el botón rojo que subirá el telón para que arranque la tercera guerra mundial. La industria de la muerte no para y nada mejor que poner al mundo al borde de una DANA nuclear y, como ha hecho el Partido Popular, culpar a otros de las consecuencias de su propia irresponsabilidad. Las inversiones en rearme que exigirá Trump al mundo entero son una forma de descapitalizar el estado del bienestar que a duras penas sobrevive en el infierno neoliberal donde sólo prima el negocio.

En España el episodio zombi más patético tuvo lugar el 20 N con aquelarres de nostalgia nacionalcatólica oficiados en iglesias, cuarteles y catedrales con la partícipe bendición de la Conferencia Episcopal. De nada sirve la Ley ante unos bárbaros que se la saltan a capricho y hacen apología de la dictadura impune y públicamente azuzados desde la FAES de Aznar. En España y en el mundo, la Democracia es un valor que cotiza a la baja por la militante intervención de unos medios de comunicación que cambiaron el servicio público por dinero.

En unos días, el 25 N. Es el día elegido para visibilizar la violencia, con resultado de muerte en 1.285 ocasiones desde 2003, ejercida por los hombres hacia las mujeres por el simple hecho de serlo: la violencia machista, el terrorismo machista. También es el día que elige el machismo para visibilizar que sigue vivo y con mayor voracidad que nunca. Ese día, los energúmenos de Vox, y tal vez Ayuso y alguien más del PP, aprovecharán para utilizar a las víctimas del machismo en beneficio propio, como hacen con las de ETA y las de la DANA.

Alguien dirá que es una visión muy pesimista de la realidad cotidiana, que la vida tiene sus compensaciones positivas, que no todo son muertes, guerras y desgracias. El optimismo bien informado mira alrededor y ve el disparate de la vivienda, el desmantelamiento de la Sanidad y la Educación Públicas, el aumento de las conductas misóginas, homófobas y racistas, a una juventud con el proyecto de vida amputado, a la primera generación que vive peor que la de sus padres… y le entran ganas, muchas, de esconder la cabeza bajo tierra.

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