Ana Alcaide deslucida en la apertura del Festival de Música Antigua de Granada por falta de medios
- Con una programación de altura para los próximos 14 días, ayer se inició la VI edición del Festival de Música Antigua de Granada con una clamorosa ausencia de medios en su primera cita con la toledana Ana Alcaide, que sin duda mereció un espacio distinto para su actuación y ser arropada por algunos medios técnicos.
La trayectoria y el trabajo de investigación musical de Ana Alcaide son de sobra conocidas en esta ciudad, a la que la artista toledana vuelve cada cierto tiempo para mostrar su pasional relación con la música folk de raíces sefarditas, árabes, con el Niyckelharpa y con el violín de Hardanger. A Ana la hemos visto en muchos escenarios y lugares, en el Palacio de Carlos V, en la Huerta de San Vicente dentro de la Programación del FEX, en el Parapanda Folk, de Illora, ante más de mil personas y en Torrenueva, hace más de 15 años, pero nunca antes la habíamos visto tan desamparada ante el público como en el Festival de Música Antigua de Granada, MAG. Una pena, porque aunque Ana, como siempre interpreta y toca sus instrumentos con absoluta pasión, dominio, seguridad, y honestidad, transmitiendo siempre las emociones de sus composiciones, diversas razones provocaron que una parte del público no consiguiera conectar y que quedara el concierto absolutamente deslucido.
La artista actuó ayer dentro del programa del MAG, en el espacio que la organización llama Patio del Auditorio Manuel de Falla, que en realidad no es más que un sitio de paso que comunica el escenario con la cafetería, los lavabos y el backstage del Auditorio. Bien que podían haber elegido otro lugar, como por ejemplo la explanada de acceso al propio Auditorio, en el exterior, o cualquier otro de los centenares con que cuenta la ciudad y que encajan perfectamente en este tipo de propuestas musicales. La elección del espacio en si fue un error, que se sumó a otros más graves que el público, no más de 50 personas, descubriría nada más comenzar la actuación.
A la mala sonoridad del espacio, y a su disposición destartalada, le debemos añadir la errática colocación de la sillas, desde donde en muchos casos era imposible seguir la actuación. Y para colmo, a Ana y a su compañero, el neoyorkino Bill Cooley, los colocaron a ras de suelo, sin la asistencia de un pequeño escenario con una elevación mínima para que pudieran ser disfrutados desde todos los ángulos de la improvisada sala de conciertos.
La parte de «público» que sin duda sí pudo disfrutar mínimamente de la actuación de la toledana fueron las 12 personas que ocuparon las 12 sillas de la primera fila, que por protocolo quedaron reservadas para los organizadores y patrocinadores, Junta, Diputación, Ayuntamiento y para el crítico de IDEAL, Andrés Molinari, que también gozó del privilegio de las sillas VIP.
Más. No sabemos si por falta de presupuesto, o por desconocimiento, la organización, para poder ambientar con un poco de luz y colorido al espacio escénico improvisado, colocó sobre el suelo 4 focos led de fabricación china, cuyos ruidosos ventiladores impedían en muchas ocasiones percibir con nitidez los sonidos de los históricos instrumentos de cuerda que tanto Ana Alcaide como Bill Cooley exhibían en cada tema.
En el concierto inaugural se echó en falta también un equipo mínimo de sonido, que mezclara y amplificara los efectos de las pedaleras y los propios instrumentos de los músicos, sobre todo los de cuerda. En su defecto, el sonido que llegaba a la sala era el proveniente de los pequeños amplificadores de Ana y de Bill, casi siempre descompensados y sin posibilidad de corregir al no contar con técnico de sonido.
Para la parte de crítica musical de la actuación de Ana Alcaide en el MAG, nos remitimos a IDEAL y a la que en la edición impresa pueda firmar Molinari, que con su oído fino y desde su silla privilegiada seguro acierta más que nosotros, que andábamos en las filas traseras, ciegos y sordos.
Al margen de esta anormal primera cita inaugural, sería injusto no felicitar a la dirección del MAG por todos los aciertos del programa de este año. Primero, por atreverse y plantear los conciertos en directo, cuando todavía hay quien cree que la música y la cultura son factores de riesgo en la transmisión de la Covid; y segundo, por la excelente programación ofrecida, que aumenta en calidad y sobrepasa la de años anteriores. Para Granada, con sus aspiraciones culturales europeas, este festival es un lujo que debe mantener y potenciar. Eso sí, corrigiendo pequeños errores que tienen mucho que ver con el presupuesto asignado al festival.
Actualización: aquí la esperada crítica de Molinari, que al estar en sillas vip en primera fila, le sobraban hasta los micrófonos.