Año electoral, advertidos estamos
Instalados ya en plena cuesta de enero con los propósitos para el nuevo año indemnes -perder kilos, hacer deporte, aprender inglés, dejar de fumar-, con los coleccionables del acorazado Bismarck de metro y medio de envergadura y el de Mazinguer Z de tamaño natural a todo trapo (no sé como hemos podido vivir sin ellos); con la Covid desatada en la misma proporción que el precio de los test de antígenos que hemos de pagarnos de nuestros bolsillos; con los sanitarios de los centros de salud al borde de arrojar la toalla, mientras conseguir una cita con nuestro médico, o con el especialista, es más difícil que que nos toque la primitiva; con nuestros políticos a hostia limpia, ya sea por la calidad de la carne, o por el sexo de los ángeles; con el precio de la luz, los combustibles y la cesta de la compra subiendo como la espuma; con Villarejo denunciando ante el juez que al CNI se le fue mano en eso de darle un «escarmiento» a Cataluña y la consecuencia fueron los atentados de las Ramblas; con Ayuso ninguneándo a Pablo Casado y Pablo Casado ninguneándose a sí mismo, apenas si caemos en la cuenta de que en Andalucía tendremos este año elecciones autonómicas.
Las buenas previsiones que las encuestas otorgan a Moreno Bonilla y el enésimo «enfado» de los ultras de Vox, que han hecho imposible la aprobación de los presupuestos autonómicos, ponen en bandeja a Juanma, incluso el adelanto de unas elecciones que, de no mediar ambas circunstancias, no deberían celebrarse hasta el mes de diciembre, pero que visto lo visto, podrían tener lugar unos cuantos meses antes.
Con Ciudadanos al borde de una desaparición ganada a pulso, Vox desbocado demoscópicamente, el PSOE sin acabar de rentabilizar el «efecto Espadas» y el universo a la izquierda del socialismo convertido en una atomización de formaciones que volverían loco al más avezado politólogo, el panorama se presenta bastante sombrío para las fuerzas progresistas y mucho más sonriente para la derecha y la ultraderecha sureña, salvo que acudan al rescate los más de 400.000 andaluces y andaluzas que en las últimas elecciones autonómicas dieron la espalda a la candidatura socialista, encabezada entonces por la ahora tertuliana Susana Díaz.
Aunque parezca que fue hace una eternidad, han pasado solo tres años, desde que, con el peor resultado de su historia el PP conseguía, merced a los votos de la ultraderecha, arrebatar al PSOE la presidencia de una comunidad autónoma, que hasta ese momento siempre había gobernado.
Conviene recordar que para que se produjera semejante confluencia astral, además del reagrupamiento de la derecha y la extrema derecha entorno al candidato del PP, fue necesario que el PSOE cosechara el peor resultado de su historia en Andalucía, dejándose 400.000 votos respecto a las autonómicas de 2015, 14 escaños, tenía 47 y más de siete puntos porcentuales, del 35,41% pasaba al 27,96%.
Andalucía fue además la comunidad que abrió el camino en España de la representación parlamentaria a la ultraderecha de Vox, que desde entonces se ha asentado con firmeza en todas las instituciones, sorprendiendo a muchos por la gran cantidad de ultras existentes en nuestro país, sin caer en la cuenta que todos ellos estaban antes en el PP.
En el tiempo transcurrido desde entonces, quienes hace tres años se quedaron en casa para «castigar» al PSOE, convencidos de que aún sin sus votos, Susana Díaz revalidaría la presidencia, han pasado de la seguridad de que un gobierno del PP sustentado por Vox, no pararía de meterse en charcos y sería flor de una legislatura, ya han comprobado que el tándem Moreno-Bendodo, ha conseguido sortear casi todas las bravatas de Vox, sin asustar lo más mínimo al votante moderado de centro derecha y si bien es cierto, que en el haber del ejecutivo hay muy poquita cosa, no lo es menos que este tiempo apenas si se han metido el líos y su candidato llega a la cita con las urnas fortalecido por lo mucho que aporta la presidencia y casi sin ningún rasguño.
Teniendo en cuenta que la casi totalidad de los votos que hace tres años cosechó Ciudadanos, serán en las próximas elecciones para el PP, sin que les llegue para conseguir la mayoría absoluta, será la ultraderecha la que pueda dar el Gobierno a Moreno Bonilla y esta vez no lo hará desde fuera, como ha ocurrido en la presente legislatura, sino que exigirá entrar en el Gobierno, con lo que ello supone de amenaza para todas las políticas sociales, de igualdad y medioambientales, que aún no han sido desmanteladas en estos cuatro años.
Los de Abascal están decididos a dar el siguiente paso en su fulgurante carrera, que no es otro que detentar poder, allá donde sean imprescindibles para formar gobiernos con el PP. Prueba de ello es que Vox parece decidido a situar como candidata a la presidencia de la Junta, nada menos que a Macarena Olona, una de las principales estrellas del firmamento neofascista patrio. Tengan ustedes claro que si Vox es fundamental para formar gobierno, Macarena Olona -de los Olona del Realejo de toda la vida- será vicepresidenta de ese ejecutivo.
El día después no valen los lamentos. Quedarse esta vez en casa es dar carta de naturaleza a un Gobierno, en el que, además de la vicepresidencia, carteras como las de Educación, Igualdad, o Asuntos Sociales, muy probablemente estarán en manos de auténticos ultras, decididos a devolvernos a tiempos pretéritos de montañas nevadas y rutas imperiales.
No es difícil imaginar un gobierno de negacionistas, en el que asistiremos al negacionismo climático y medioambiental, a pesar de enfrentarnos a datos como los que acabamos de conocer en Granada, un 23% menos de lluvia y 11 de los 12 meses de 2021 por encima de la media de temperatura registrada, que seguro abordará proyectos tan lesivos medioambientalmente como el teleférico a Sierra Nevada, el ascensor de acceso a la Alhambra, o la ausencia de protección Jesús del Valle y el consiguiente cierre del anillo de circunvalación, con todos lo que ello supone. Un ejecutivo de negacionistas científicos, traducido en el riesgo para infraestructuras vitales para Granada como el Parque de las Ciencias, o los proyectos de acelerador de partículas, o la sede del centro nacional de inteligencia artificial. Un Gobierno que hará bandera del negacionismo histórico, con muy malas perspectivas para la memoria histórica, para envolverse en la bandera de la Toma de Granada en su aspecto más xenófobo y con el más que seguro ninguneo para la figura de Mariana Pineda y por supuesto un gabinete de negacionismo de la Igualdad y los derechos sociales, como ya venimos viendo en sus discursos y ojalá no tengamos que sufrir en el BOJA.
Así pues, queridas lectoras y lectores, advertidos estamos, no vale llorar luego por la leche derramada.