Atraco en Covirán (1998)

No fue la primera vez y lamentablemente tampoco será la última en la que en un establecimiento de Granada, un supermercado, suceda un atraco. El que se va a narrar tuvo el resultado lamentable y sangriento del homicidio de un comerciante, Valeriano Pasadas Pérez, empresario y natural de Íllora que, tratando de defender el negocio, resultó muerto de un disparo. La relevancia del acontecimiento se centra además de en la lamentable muerte de una persona, en las llamativas circunstancias que rodearon la preparación del hecho y de la significativa minoría edad de dos de los atracadores, todo lo cual conmocionó a la sociedad granadina. Hasta el punto de que generó varias manifestaciones ciudadanas exigiendo la detención pronta y la condena de los responsables.

Un barrio tranquilo

La Chana de Granada es un barrio sereno nacido en la década de los años cincuenta del pasado siglo XX para dar vivienda a la clase obrera que en el momento en que se cometió el crimen en uno de sus establecimientos más populares, empezaba a cambiar sociológicamente hacia lo que actualmente es, un distrito de clase media y uno de los más poblados de la ciudad. El establecimiento donde se perpetraría el atraco estaba integrado en COVIRÁN, la conocida cooperativa granadina de detallistas dedicada a la distribución alimentaria y una de las empresas más importantes de la economía social española y portuguesa, actualmente, con una larga trayectoria que se inició en 1961.

Sea como se desee considerar ahora los factores sociológicos del crimen, lo cierto es que la Chana es una barriada en donde la vida es apacible, en la que sus habitantes estaban dedicados a su vida y a las cosas cotidianas sin especiales sobresaltos. Y lo mismo cabe decir del supermercado donde sucedieron los hechos, un comercio que los vecinos elegían habitualmente para sus compras. Sin embargo, esa placidez habitual del barrio y del establecimiento se iba a quebrar súbitamente el 8 de abril de 1998, tarde de Miércoles Santo y por tanto víspera del largo puente de Semana Santa.

La preparación

César G. F., de 19 años de edad y Manuel M.L., de 18, en unión de los menores de edad penal F. J. F. A., “Javi”, y J. R. F. T. “Gualcho”, ambos de 15 años, se concertaron y pusieron de acuerdo para llevar a cabo un atraco en algún establecimiento de la capital con el fin de conseguir dinero para los días de Semana Santa. Para abordar cómo lo harían se reunieron todos sobre las 17 horas de aquel día en una plaza donde habitualmente se encontraban, cerca del domicilio de uno de ellos, y planearon todos los detalles de la operación, distribuyendo y planificando lo qué realizaría cada uno de ellos, los vehículos y armas que emplearían. Se marcharon y tres horas más tarde de la primera cita, aproximadamente sobre las 20 horas, volvieron a encontrarse en el mismo lugar ya provistos de dos ciclomotores con los que se desplazarían, así como una escopeta de cañones recortados y munición para la misma, con la que llevarían a cabo su fechoría. También se proveyeron de un cuchillo de grandes dimensiones. Ambas armas era propiedad de uno de los dos menores, “Javi”, que instantes antes había recogido de un lugar en las que las ocultaba.

Provistos de tales armas y deseándose ánimo entre ellos, se subieron a los ciclomotores propiedad de César y Manuel, que eran conducidos por los mismos, dirigiéndose a distintos lugares de la ciudad para seleccionar el establecimiento donde perpetrar el atraco. Descartaron varios por no considerarlos oportunos hasta hasta que alrededor de las 21 horas llegaron a la puerta del popular COVIRÁN de la Chana decidiendo realizar en el mismo el atraco.

El crimen

En ejecución de su plan, en tanto permanecían en el exterior César y Manuel con los ciclomotores dispuestos para facilitar una rápida huida, “Javi” y “Gualcho” penetraron en el interior del citado local, que se encontraba abierto y concurrido con numeroso público. “Javi”, que llevaba debidamente cargada la escopeta, y “Gualcho” que esgrimía el cuchillo, irrumpieron gritando que aquello era un atraco. Los dos asaltantes amenazaron a la clientela y luego se dirigieron hacia la caja, exigiendo con grandes voces que les entregara el dinero. Fue entonces cuando el dueño, Valeriano Pasadas Pérez, queriendo evitar el atraco, tomó un taburete y se interpuso entre los dos desconocidos, recibiendo sin más demora y a muy escasa distancia el disparo que le descerrajó el portador de la escopeta, que le alcanzó el tórax, interesándole la cara anterior del hombro izquierdo, provocándole lesiones de tal gravedad que le ocasionaron la muerte casi inmediata.

Aturdida la clientela que ese encontraba en el establecimiento por lo estaban presenciando y la rapidez con la que se estaban produciendo los hechos, unos gritando y otros tirándose al suelo, contemplaron como los dos menores, a la carrera, salían del local subiéndose en los ciclomotores que los esperaban y se daban a la fuga, sin haberse apoderado de ningún efecto, ni de cantidad alguna de dinero.

Los vecinos que estaban en el supermercado y en las proximidades, en la calle, pudieron observar que los compinches que aguardaban en la puerta del local con los ciclomotores llevaban puestos unos cascos pequeños, no integrales, unos populares “calimeros” que dejaban al descubierto el rostro, por lo que pudieron ser identificados, mientras que los que entraron en el interior llevaban puestos unos pasamontañas que impedían que pudieran ser reconocidos.

En unos pocos segundos un hombre, de 47 años de edad, casado y padre dos hijas, había sido asesinado. Su cuerpo sin vida yacía ahora en medio de un enorme charco de sangre.

La detención

Las pesquisas policiales, basadas en el reconocimiento de los conductores de los ciclomotores, se dirigieron en varias líneas. Fueron interrogados varios sospechosos, pero al final, a causa de una delación la policía, finalmente un mes después de suceso, detuvo a los autores. Durante la investigación se recibieron numerosas llamadas de ciudadanos que decían que querían colaborar pero que más bien lo que pusieron de manifiesto que intentaban desviar el curso de las averiguaciones, facilitando datos falsos.

Lo cierto es que la actuación policial se centró desde el primer momento en un grupo de jóvenes, residentes en la zona norte de Granada, que utilizaba para sus desplazamientos ciclomotores del tipo scooter, como los dos usados para huir por los atracadores. El miércoles 6 de mayo los agentes del Grupo de Homicidios detuvieron a César G.F., de 19 años; Manuel M.L., de 18, y un menor de quince años. Horas después, tras conocer los resultados de la operación policial, se entregó voluntariamente el otro, de la misma edad.

Los adultos fueron puestos a disposición judicial, mientras que la Fiscalía de Menores se hizo cargo de los dos detenidos menores de edad. De la banda criminal solo uno de ellos tenía antecedentes policiales. En el domicilio de los detenidos la Policía encontró un machete de campo; otros dos más de proporciones normales; una caja de plástico con 28 cartuchos de fogueo; otro cartucho suelto de doce milímetros; dos ciclomotores; una pistola simulada con cargador y cinco cartuchos de fogueo; además de una metralleta también simulada y una espada japonesa, una popular katana.

El resultado

La sentencia sería pronunciada el 17 de febrero de 1999. El juicio había sido seguido solo frente a los autores mayores de edad porque los dos menores fueron enjuiciados por el procedimiento especial de menores con las consecuencias de la imposición de medidas de seguridad y reforma.

La acusación que se dirigió contra César G.F. y Manuel M.L. por el Ministerio Público y la acusación particular fue la de robo con violencia e intimidación, homicidio y tenencia ilícita de armas. La estrategia de la defensa, dirigida por los letrados Miguel Ángel Palomares y José Luis Ramos Muñoz, con la postulación de los procuradores María Isabel Pancorbo Soto y de Carmen Rivas Ruiz, se centró en que los dos enjuiciados desconocían que el arma homicida, la escopeta, que portaban los dos menores que actuaron materialmente en los hechos estuvieran cargadas y que pudiera ser utilizada, la cual ellos pensaban que iban a ser utilizadas solo como medio de intimidación.

La tesis de la defensa prosperó ante el Tribunal del Jurado y la Sala condenó a los acusados como autores de un delito de robo en grado de tentativa, con las agravantes de abuso de superioridad, auxilio de otras personas y disfraz, a la pena, a cada uno de ellos, de 3 años y 6 meses de prisión y accesorias, absolviéndolos de los delitos de homicidio y tenencia ilícita de armas.

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