Avaricia

Hay cosas que a unos resultan despreciables y en cambio a otros de lo más natural. Será por educación; cultura popular; idiosincrasia… O por la impregnación de todo ello, supongo. Por ejemplo: yo detesto ver a los guiris hacer colación en marcha. La hora y el momento de comer, aunque sea un frugal desayuno, requiere de una ceremonia, el lugar y la importancia que dicho acto vital merece. Qué le voy a hacer, soy mediterráneo. Y que conste que me chifla un bocadillo de mortadela o un sencillo chusco de pan con aceite, pero sentado, tranquilo, gozando el momento. Por eso, cuando veo a alguien caminando con prisas, engullendo el kebab chorreante con una mano mientras en la otra agita y derrama sin querer el contenido de una lata de refresco, solo me contengo de darle un puñetazo porque la violencia es casi más repugnante que su actitud. Que sí, que el take away nos ha invadido por efecto de la globalización y mucho más, hace ya tiempo incluso que dejamos atrás al buque insignia de la gastronomía imperial, la hamburguesa, carne picada con salsas y ensalada emparedadas en pan, para pasar al shawarma, carne picada con salsas y ensalada encerradas en pan de pita.

Paradojas a un lado, quiero ser comprensivo y asimilo que, desde la perspectiva del turista, el tiempo es oro y hemos de ser tacaños con él para sacarle el máximo provecho. Esto puede parecer una exaltación a la tolerancia, a lo razonable,por qué no… Pero es que del mismo modo hay cosas con las que no puedo comulgar y menos entender, aunque otros lleguen incluso a admirar, y todavía peor, quienes prefieren callar en connivencia gratuita, o no, con cualquier medrador venido a más que dedica sus esfuerzos a saquear al pueblo llano. Es propio de la naturaleza humana estar siempre insatisfecho, pero también está en uno mismo el saber alcanzar a discernir entre el vicio y la virtud, mucho más si esta diferencia de comportamiento puede observarse en otra persona. Siendo conscientes de que si mañana el Mundo entero decidiera hacer borrón y cuenta nueva; como se hizo tras alguna gran guerra, (Acuerdo de Londres de 1953 para anular la deuda alemana), o tabla rasa, como oí por ahí, y todos partiéramos por igual desde el punto de salida, en unas semanas volvería a haber ricos y pobres, y en pocos meses quien ya estaría desahuciado y quien amasaría una fortuna, lo tengo claro. Pero eso no nos puede impedir luchar por continuar buscando un equilibrio e intentar que quienes se lucren lo hagan, al menos de manera lícita, así como perseguir y sancionar a los que eyectan sin pudor del erario público, o estafan a los más vulnerables. Que Hacienda somos todos, pero unos más otros, para eso está la ingeniería fiscal.

Hemos tenido noticia reciente sobre el traslado de la sede social de Ferrovial a Países Bajos. Una empresa que se creó y nutrió al amparo del franquismo, una empresa dirigida hoy día por, dicen,la tercera persona más rica de España, pero al parecer considera insuficiente su peculio, quiere más.

Se comenta que Ferrovial ya había decidido hace años trasladarse a Londres, pero el Brexit frenó en seco esta maniobra y ahora la mejor opción está en Holanda; cuánto patriotismo. Y si bien esto me subleva, a la vez pregunto, ¿cuántas empresas españolas y extranjeras que operan en nuestro país, tienen su sede en alguno de los muchos paraísos fiscales que hay establecidos por todo el orbe? Si a esto le sumamos deportistas de élite, músicos, artistas, youtubers, etcétera, podemos concluir que nos está quedando un fisco de lo más humilde. Ahora bien, no caigamos en la trampa de legitimar a los unos con los otros y viceversa, no, los problemas hay que atajarlos de raíz, si es que queremos solucionarlos. Pero se me antoja que no es así, que la mentira, el fraude y la estafa se han institucionalizado, que sin salir de la Comunidad Europea es posible medrar a lo grande. Que si la Administración Española tiene un ojo en Cuenca y otro en Portugal, en el Parlamento Europeo hay quien silba mirando al techo y quien pierde la vista en su regazo, y sospecho que será igual en todos y cada uno de los gobiernos, no ya del Viejo Continente, sino de todo el Planeta; no sé si se entiende mejor ahora lo de la connivencia silenciosa. Qué mala es la avaricia. Y qué barato nos vendemos algunos.

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