Basilio y el Banco de España
Días atrás, se daba amplia difusión a un estudio del Banco de España en el que se indicaba que en 2019 hubo un menor incremento del empleo a consecuencia dela subida del 22%en el Salario Mínimo Interprofesional (SMI), que lo situó en 1.050 euros mensuales. Esto habría provocado, según el regulador, una desaceleración del crecimiento de la ocupación mayor que la observada para el PIB. Estaba próxima la reunión con los agentes sociales para volver a revisarlo.
El asunto me preocupó bastante. Primero, porque, si era verdad, sería como un jarro de agua fría para la evolución de nuestro mercado laboral. Segundo, porque, aunque fuera verdad, no consideraba oportuno sacar un estudio así, justo en los días previos a la negociación del nuevo incremento previsto. De cualquier forma, se trataba de un asunto lo suficientemente importante como para dedicarle unas horas a su estudio. Lo que hice fue recuperar las series de empleo y desempleo con las que venimos trabajando desde el inicio de la pandemia para realizar nuestras predicciones, para así comprobar estas afirmaciones. También recurrí a un magnífico libro “Técnicas de Evaluación de Impacto” de los estadísticos del Estado, César Pérez e Ignacio Moral, que en su día habíamos utilizado para realizar algunas estimaciones del impacto de diferentes políticas públicas.
Pues bien, atendiendo a los datos reales de empleo, obtenidos a través de las cifras de afiliados a la Seguridad Social, como hace el estudio del Banco de España, resultó que a finales de 2019, teníamos un total de 19.261.636 afiliados, frente a 18.914.563 a final de 2018. Esto suponía 347 mil empleos más. En términos de tasa de crecimiento porcentual anual, durante el periodo de 2013 (que es cuando se empezó a recuperarse la economía tras la crisis financiera de 2008), a 2019, se alcanzó el 0,10% (0,11% en el sector servicios). Si la tasa se calculaba para el periodo 2018 a 2019, alcanzaba el 0,096% y 0,101%, respectivamente. Y calculándola exclusivamente para el año 2019, ascendía a 0,0905% y 0,11%. Pero, si en lugar de en términos medios, simplemente calculamos el porcentaje de incremento interanual del empleo entre 2018 y 2019, éste se situaba en el 1,8%. Es decir, el número absoluto de empleos se incrementa entre 2018 y 2019, y la tasa porcentual media anual de variación se mantiene prácticamente igual entre 2018 y 2019, salvo una ligera variación a la baja en algunas milésimas porcentuales. Es decir, ninguna tragedia.
Si ahora nos fijamos en las cifras de desempleados inscritos en las oficinas del Servicio Público de Empleo Estatal, también se puede observar algo similar. Un descenso sistemático del desempleo desde 2013 a 2019, con una cantidad de 3.163.566 desempleados a finales de 2019, frente a 3.202.297 en 2018 (39 mil desempleados menos). Y en servicios, 2.214.867 desempleados a finales de 2019, frente a 2.231.031 a finales de 2018. En Granada, la situación es similar. A finales de 2019 había 79.702 desempleados inscritos en las oficinas empleo, frente a los 80.309 desempleados de 2018. La comparación con lo ocurrido en 2020 no debe hacerse, pues es cuando comenzó el confinamiento por la pandemia del COVID 19.
Por tanto, con los datos absolutos globales en la mano, la conclusión a la que parecía se llegaba en el Banco de España, y que tanta difusión tuvo, no se compadecía, a primera vista, con la realidad. Sin embargo, el ejercicio “académico” que hacen en el organismo regulador va más allá. Primero, detectan que ha habido un incremento del empleo algo menor entre 2019 y 2018 (unas milésimas porcentuales en términos medios según nuestros cálculos). Después segmentan esta variación en diversos colectivos, diferenciando por niveles salariales y edades. Más adelante intentan ver si esta ligera diferencia puede ser debida al incremento del SMI, utilizando para ello laboriosas técnicas econométricas de análisis de impacto. Esto nos llevó a la lectura detallada del documento.
Lo primero que nos llamó la atención fue que, ya en su resumen de presentación, lo que se decía era que tras el incremento del SMI en 2019, hubo un “menor crecimiento del empleo del colectivo con menores salarios”. Y también se sugería “un mayor impacto adverso sobre el empleo de los colectivos de mayor edad y una reducción más acusada de las horas trabajadas y del flujo de creación de empleo para los jóvenes”. Y además, añadía algo muy importante, pues utilizando datos de la hostelería (el 12% de nuestro PIB) reconocían que “… las dificultades a la hora de identificar de manera inequívoca un grupo comparable a los trabajadores cuyo salario se sitúa en el SMI y de cómo esta circunstancia obliga a ser cautelosos en la interpretación de los impactos estimados”. Es decir, el estudio no nos habla de que, a nivel general, se haya producido un decrecimiento del empleo a causa de la subida del 22% en el salario mínimo, solo detecta un menor ritmo de crecimiento del empleo en 2019, que al segmentar por colectivos, parece que les sugiere un mayor impacto negativo en algunos de estos colectivos.
Pero es que además, declaran al comienzo del estudio que el incremento del Salario Mínimo Interprofesional (SMI) presenta elementos favorables y que “….quizás por estos motivos, en los últimos años, han abogado por incrementos del SMI varios organismos internacionales, como la Organización Internacional del Trabajo, la OCDE, el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial (véase OIT, 2012). La propia Comisión Europea ha publicado una propuesta de directiva en favor de adecuar la cuantía de los salarios mínimos en los Estados miembros al coste de vida en cada uno de ellos y facilitar un acceso más generalizado de los trabajadores a los mismos”.
Y añaden: “La literatura académica empírica que ha estudiado el posible impacto de incrementos del SMI en múltiples dimensiones es amplia…Por tanto, dada la compleja naturaleza poliédrica en torno a esta cuestión, la decisión de subir o no el SMI no puede circunscribirse al impacto de este instrumento en un solo factor… En este sentido, por ejemplo, en el caso de haber agentes beneficiados y perjudicados por una medida de este tipo, sería conveniente analizar la importancia de los cambios en la renta de los diferentes colectivos, así como el impacto de estos cambios en variables agregadas relevantes, como el consumo, la inversión y el ahorro. Asimismo, podrían existir argumentos de mejoras en la equidad que podrían compensar el incremento de desempleo involuntario que podría derivarse de un aumento del SMI”. Pese a lo anterior, el Banco de España decide calcular el impacto en un solo factor. El empleo.
Repasando la teoría del análisis de impacto, muy bien sintetizada en el libro al que hacemos mención, la pregunta clave que trata de resolver es medir hasta qué punto una determinada intervención pública, como es la subida del salario mínimo en este caso, influye sobre un conjunto de individuos modificando la variable de resultado de interés (el nivel de empleo), en comparación al valor de la variable de resultado que esos mismos individuos habrían tenido en el caso de que dicha política no hubiera existido. Es el denominado “contrafactual”, que es una situación que, por su propia definición, resulta inobservable para el grupo de individuos que reciben el programa. Por esta razón, cuando se realizan investigaciones en este sentido, aparece lo que se denomina “sesgo de selección”, pues la forma de selección puede reducir el nivel de comparabilidad entre los grupos de tratamiento y comparabilidad. Este es uno de los más importantes problemas con los que se han encontrado los investigadores de este estudio, como ellos mismos reconocen y explican, a lo largo del mismo.
De todas las críticas que he visto y leído al dichoso documento del Banco de España, me ha llamado la atención especialmente la del camionero Basilio. Le cuenta a los del Banco de España la historia de aquél avezado empresario que se dedicaba a alquilar carros tirados por burros. Para ahorrar costes, decidió dejar de alimentar a los burros, que murieron de hambre a la semana. Y le pregunta el simpático camionero al regulador: ¿Me puede usted decir qué le queda para consumir a una familia en España con 950 euros al mes, después de pagar todas sus deudas? Y si no les queda nada para consumir, ¿me quiere usted decir de qué van a vivir las empresas a las que no les compran lo que producen?
Disquisiciones académicas aparte, creo que esta es la argumentación más genial para rebatir el sesudo estudio que, tras hacer números y más números, a lo más claro que llega es a que se debe ser cauteloso a la hora de interpretar los resultados. Sinceramente, para este viaje no se necesitaban tantas alforjas.