¡Bendita vacuna!
Se cumple un año desde llegaron las tan esperadas vacunas contra el Covid y a pesar de todas las teorías conspiranoicas, según las cuales nos iban a inocular un chip que controlaría nuestras vidas, se nos iba a pegar la cubertería en los brazos y nos íbamos a convertir en antenas humanas del 5G, o en zombis de Soros y el Foro de Davos, lo cierto es que esas vacunas han salvado y siguen salvando millones de vidas.
Los datos reflejan 100.760 nuevos casos desde el viernes, marcando de nuevo un récord diario de contagios en nuestro país. Hasta el momento se han notificado un total de 6.133.057 casos confirmados.
Además, Sanidad ha registrado un total de 78 nuevas muertes en las últimas 24 horas por COVID-19, con lo que el total de fallecimientos por coronavirus se eleva hasta los 89.331 desde el inicio de la pandemia.
La incidencia acumulada a nivel nacional a 14 días sigue subiendo y se sitúa ya en 1.508 casos por cada 100.000 habitantes tras aumentar en 147 puntos con respecto al dato registrado este lunes. De esta forma, se convierte en la mayor incidencia que ha tenido España desde el comienzo de la pandemia, en marzo de 2020.
Con estos datos, de no mediar las vacunas y la sensatez de la ciudadanía de este país, que en un 90 por ciento ya ha recibido la pauta completa, le hecatombe en pérdida de vidas sería insoportable.
Durante estos casi dos años de pesadilla, hemos escuchado opiniones de variado pelaje, sobre todo lo relacionado con la pandemia, con las variantes del virus, con las vacunas y con las medidas adoptadas para protegernos. La mayoría de ellas formuladas desde el más absoluto desconocimiento, ante un escenario absolutamente desconocido y muchas de ellas, absolutamente criminales y descerebradas, negando una evidencia que se ha cobrado millones de vidas en todo el mundo. Es por eso por lo que me llama tanto la atención el coro de opinadores que dicen aquello de que la variante Ómicron, que ahora nos azota, es poco más que un constipado, aunque se contagie con mucha facilidad. Tengo para mi que esa escasa «peligrosidad» de Ómicron se debe más a que nueve de cada diez personas de este país esté vacunada con dos y tres dosis, a que el bicho sea más benigno que sus «primos».
Con los gobiernos, nacional y autonómicos, puestos de perfil, la Atención Primaria destrozada, los sanitarios agotados y desalentados ante las majaderías de algunos de nuestros responsables políticos, el mensaje de moda que nos mandan nuestros próceres, es el de que ahora es el tiempo de los «autocuidados», que traducido a román paladino quiere decir: «No tengo ni puta idea de como controlar la avalancha de contagios, no tengo médicos suficientes para atenderlos, no tengo test, no tengo controladores, no me atrevo a imponer nuevas restricciones, así que apáñenselas como puedan y que salga el sol por Antequera».
El colapso en la atención sanitaria está provocando situaciones esperpénticas, como las de miles de trabajadores con síntomas más que evidentes, que no consiguen una cita con su médico para saber si se han contagiado y en caso afirmativo, tramitar una baja que les permita poderse quedar en casa, o los criterios seguidos por el Gobierno de Moreno Bonilla, para que la provincia de Granada tenga un solo punto autocovid, a pesar de tener un millón de habitantes, 174 municipios y una incidencia y presión hospitalaria cada vez más elevada.
Con estos mimbres solo nos quedan las vacunas, que según la FUNDEU, es la palabra del año que estamos a punto de terminar, frente a «confinamiento» que fue la del año pasado.
Estoy vacunado por elección y no por obligación y no, no sé qué hay dentro , ni en esta vacuna, ni en las recibidas de niño, ni en la hamburguesa o el perrito caliente que me tomo, o en otros fármacos para tratar el cáncer, el SIDA, la poliartritis o las vacunas para bebés o niños. Simplemente confío en mi médico cuando dice que es necesario y no pienso que sea un agente de una peligrosa secta que pretende controlar mi mente.
Tampoco sé qué hay en el Ibuprofeno, Paracetamol u otras medicinas, solo sé que curan mi dolor de cabeza y mis dolores. No sé qué hay en la tinta de tatuajes, o cuáles son los ingredientes individuales de mi jabón o champú, o incluso en los desodorantes. Desconozco el efecto a largo plazo del uso del teléfono móvil, ni si ese restaurante en el que acabo de comer usaba alimentos limpios, ni si en la cocina se lavaban las manos.
En resumen, hay muchas cosas que no sé y nunca conoceré. De niño y adulto me vacunaron contra el sarampión, tuberculosis, poliomielitis, varicela, tétanos y otras muchas enfermedades que en la generación de mis padres fueron devastadoras y ahora son testimoniales; mis padres y yo confiamos en la ciencia y no parece que nos haya ido mal del todo.
Estoy vacunado no para complacer al Gobierno, sino para no morir de Covid, para no ocupar una cama de hospital si me enfermo, para poder abrazar a mis seres queridos, para salir, ir al restaurante, de vacaciones y muchas cosas más, para vivir mi vida, para que el Covid-19 sea un viejo recuerdo. En definitiva me he vacunado y me seguiré vacunando para protegerme y para protegerte.
Me vacuné para mí y para mis seres queridos……. Y también para aquellos que gracias a mi vacuna se pueden permitir protestar contra la propia la vacuna, gracias a la cual millones de personas podremos seguir viviendo en este año 2022 que estamos a punto de estrenar y que les deseo sea todo lo feliz que se merecen.