Bram ¿Estoquees?
He empezado una nueva colección de libros, esta se llama “Maestros del fantástico” de RBA. Por cierto, señores de RBA: creo que me voy mereciendo una plaquita en la puerta de sus despachos o una escultura en la rotonda de la editorial, ya me van ustedes informando de lo que prefieren.
El caso es que he empezado con Drácula, de Bram Stoker, y estaba ansiosa y emocionada por leer esta novela que nos han vendido como algo supermegaromántico y supermegabonito. Estaba deseando encontrar la escena de Mina y Drácula, la de: He cruzado océanos de tiempo para encontrarte, baby… pero no…. Que no, que no. Que no va de eso la cosa.
Lo primero es que Drácula no es como nos lo han vendido películas como Crepúsculo, un señor que le brilla el ojete cuando se pone al sol, o como la de Coppola, el de los sostenes en la cabeza. Es un señor mayor, con pelo en las orejas y en las manos, blanco como la leche y con los labios y los ojos perfilados de rojo, una cosa así como Alfredo Landa pero en transilvano. ¡Qué vienen las suecas! Ni brilla, ni sostenes, ni hostias… la verdad es que en el libro casi que ni sale.
Me ha resultado curioso que un señor con semejante pinta necesite tu permiso para poder entrar a morderte; porque yo no sé vosotros, pero a mí me viene el Alfredo Landa transilvano con los sostenes y los labios rojo pasión y dejarle pasar pues como que no le dejo. ¿Quién coño va a dejar pasar a eso? El caso es que luego puede entrar en forma de niebla y preñarte como Zeús y su lluvia dorada… ¿Para qué quieres permiso si te puedes transformar en niebla, tienes fuerza sobrehumana y eres inmortal? Yo entraría a lo Chuck Norris, reventando puertas y dando patadas… Total, soy inmortal ¿Qué van a hacerme? ¿Restregarme un ajo por la cara?
Lo que sí me ha gustado es que si te muerde te deja famélica, con los dientes muy blancos y unos cuantos kilos menos. Y digo yo, señor Drácula Landa, tengo una boda en abril ¿podría usted quitarme seis o siete kilos y blanquearme los dientes? Es que así me ahorro unos cuantos meses de sufrimiento. Además, que seguro que le gusto porque solo bebe sangre de señoritas… Se ve que no le echa cojones a un señor de metro noventa o a lo mejor es que anda ahí metido en su armario/capa y no quiere salir… Porque a ver, hay cabras, hombres, conejos… Yo qué sé, lo de las señoritas me mosquea; claro que ellas se lo toman con resignación y se encomiendan a Dios para que las salve, porque lo de valerse por ellas mismas y darle un estacazo al viejo de los sostenes como que no, mucho mejor encerrarse a rezar con un collar de ajos. ¡Dónde va a parar! Y más si tenemos en cuenta que puede entrar en forma de niebla por las rendijas de las ventanas. Pero vaya, yo si me viene Mónica Belluci, la novia en la peli de Coppola, a morderme la dejo que me haga lo que sea, señor Drácula Landa. Mónica, aquí tienes mi pescuezo y si de paso te llevas mis seis o siete kilos que me sobran pues que todos contentos.
Bueno, que el libro me ha gustado. Que me he leído casi quinientas páginas en tres días y que he aprendido mucho sobre el ajo y las cosas esas de cortar cabezas a los no-muertos. Me voy a ir a dormir y voy a probar, a lo Van Helsing, lo de poner un crucifijo en el suelo de mi cuarto, a ver si así consigo que mi hija no entre a las tres de la mañana pidiéndome un bibi.