Brazos abiertos, pero no tanto

Muchas veces he pensado en colaborar con mafias o terroristas, o al menos según lo que dicen algunos opinadores y mandamases de países deshumanizados. Seguro que para ellos he enaltecido el terrorismo o a las organizaciones criminales.

Esta vez, el foco, y todos los recursos mediáticos de la derecha (la mayoría de los existentes) están puestos en criminalizar las ONG’s que salvan vidas en el mar, diciendo que colaboran con las mafias de trata de personas. Estos opinadores, políticos y periodistas son tan cínicos que siguen diciendo eso de “no soy racista, pero …”. La estigmatización de las ONG’s que trabajan en el Mediterráneo se hace con un razonamiento simple, propio del momento en que vivimos, basado en que si no les rescataran, las mafias no conseguirían sus objetivos. Se les olvida la parte en que si no les rescatan la gente se ahoga y se muere. También se olvidan que el viaje ya “lo han pagado” ¿Y qué gente es esta que se juega la vida en el mar? ¿De segunda? De tercera más bien. A no ser que sepan jugar muy bien a algún deporte. Se azuza el miedo no al extranjero con dinero, sino a una imagen de pobre que llegará a un país civilizado como el nuestro a consumir nuestros recursos. Dejando a un lado que somos nosotros quiénes hemos esquilmado los recursos de los países de origen de muchas de estas personas, no deja de ser triste que unas pocas decenas de personas en el mar causen tanta alarma en algunos opinadores. Eso si, las más de 400 personas muertas los 8 meses en la ruta de Libia a Lampedusa parece que no han causado nunca esa preocupación.

Son muchos los ejemplos de estos años en que la noticia salta desproporcionadamente para decirnos que sufrimos una invasión de inmigrantes. Siempre con el patrón de morbo, de efecto llamada y de justificaciones, más o menos elaboradas, para el abandono en el mar de estas personas. Ahora toca el “argumento” demagógico de la supuesta complicidad de las ONG’s con las mafias, pero ya hubo demagogia con el efecto llamada de la legislación de Zapatero, de la llegada de terroristas islamistas, de que se desbordaba España con tanto inmigrante, … Todas argumentaciones falsas o fake’s como dicen ahora. Pero qué pasa si no son las ONG’s quienes salvan y son las propias administraciones públicas. ¿También son cómplices de las mafias? Me refiero a la gran labor que hace Salvamento Marítimo, dependiente del Ministerio de Fomento, con los mermados recursos públicos que les quedan. También son héroes y también salvan vidas. Y también estarán en el ojo del huracán de aquí a poco, como ya denuncian los propios trabajadores. Dentro de poco, con bastante probabilidad, no les volverán a dejar a salvar vidas. Lo que aún no he escuchado es que el Rey Mohamed VI de Marruecos sea considerado cómplice de las mafias las veces que, casualmente, se produce una salida masiva de embarcaciones desde sus costas para cruzar el Estrecho. Un breve inciso hablando de terrorismo, este rey si que tiene aterrorizada a Europa, pero sobre todo a su población y a la población Saharui.

Está en juego la vida de las personas que están en el barco Open Arms o en el Ocean Viking, están en juego la vida de todas las personas que se suben a una embarcación en el Mediterráneo y nadie se entera o no se hace nada por salvarlas. Pero son pobres, no interesan. Nadie sale a la palestra con opiniones incendiarias cuando Salvamento Marítimo rescata a una embarcación de recreo, que suele ser la mitad de sus operaciones. Son ricos, o al menos no son pobres. Y es que las vidas de algunas personas no valen nada.

Otro de los focos mediáticos para condicionar el rechazo a los inmigrantes y refugiados son los llamados MENA, menores no acompañados. Cada cierto tiempo, aparecen noticias en la prensa local, incluso nacional, que hablan de menores migrantes y delitos. Ya sea en la Calle Elvira, ya sea en El Masnou. Y hablo de las noticias, no de los bulos que corren interesadamente, inventados por la extrema derecha, que asocian cualquier delito con la inmigración. El caso es que el tratamiento informativo de los medios serios, más los bulos, más el ambiente generalizado en los últimos tiempos contra la inmigración, ponen en jaque, de nuevo, nuestras convicciones con la vida humana, la de todos y todas.

Hace más de veinte años apareció en nuestro país el fenómeno de niños y niñas, menores, que migraban sin tener la compañía de ningún familiar, lo que entonces se denominó con la expresión «menores no acompañados». Hoy sirve para identificar a cualquier chaval con un color de piel más oscuro de lo que consideramos aceptable en nuestro Pantone del «no soy racista pero …». Y al mismo tiempo, nos sirve para utilizarles de chivo expiatorio de delitos que cometen personas concretas, sean de este colectivo o no. Es decir, que corremos el riesgo de identificar a un colectivo tan heterogéneo como un colectivo delincuente. Pero qué conocemos realmente de los MENA’s. Sabemos que por las leyes de este país y de nuestra comunidad autónoma, los menores tienen que ser protegidos por la institución pública, en este caso la Junta, si no hay mayores familiares o tutores legales que puedan hacerlo. Así nos encontramos con menores nacidos en España que, por diferentes circunstancias, no pueden ser cuidados por sus familias y la Junta se hace cargo y con menores nacidos en otros países que, igualmente, nadie puede cuidar de ellos y la Junta es la responsable.

Quien tiene menores a su cargo, sobre todo adolescentes, comprenderá más rápidamente lo que supondría que no tuvieran a los mayores responsables a su lado y la necesidad de que los menores, vengan de donde vengan, sean protegidos por la colectividad, en este caso a través de una institución. Esta es una de las claves, que no se nos olvide que la Junta de Andalucía es el instrumento que nos damos como sociedad para gestionar nuestros impuestos comunes en las cuestiones que nos parecen importantes. Al igual que el Ayuntamiento o el Estado. Aunque nos quede lejos el origen de todo, no deja de ser esto: qué priorizamos como sociedad y cómo cubrimos esas prioridades a través de las instituciones. Porque recursos hay. Siendo un puntito demagogo, cuando veo que una partida tal o cuál se dedica a cuestiones como los toros, la caza, etc, pienso en que no se está dedicando a cuestiones necesarias e importantes, al menos desde mi marco de valores. Porque, en cualquier caso, considero que es una obligación moral atender las necesidades de las personas o salvar sus vidas en el mar.

Cuanta menor atención social reciban las personas más vulnerables, nuestra sociedad se irá degradando cada vez más en valores como “cuidar a quien más lo necesita”. Y hay mucha gente que lo necesita, también los menores.

La realidad, es que muchos de estos menores entran en el sistema de protección de la Junta de Andalucía, pero que este sistema cada vez está más deteriorado en recursos. En una ciudad como Granada, los dos centros públicos de protección de menores ya no admiten menores migrantes. Se han quedado escuálidos de personal y no ha sido la política del actual trifachito. Viene de antes, con el PSOE. La situación de deterioro en estos centros ha sido ampliamente denunciada por las trabajadoras de los mismos. La atención a estos menores, ahora, se va privatizando. Los fondos europeos que llegan para que se proteja a los menores migrantes se han convertido en el negocio de unos pocos, precarizando más aún la atención y el cuidado de estas personas. Se externaliza la gestión y también la ubicación de estos chicos, pensando que lejos no veremos sus necesidades y sus problemas y a la sociedad le parecerá bien.

Pero dentro de nuestros principios morales, ¿cuándo consideramos que la vida de una persona ya no tiene valor? La respuesta parece clara para algunos opinadores, políticos y periodistas, cuando su tono de piel sea más oscuro de lo que nos parece tolerable y su cartera esté vacía, tenga la edad que tenga, esté en la mar o en tierra firme

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