Buitres y Fondos

Tras describir al ave carroñera, el DRAE define como buitre: a la “Persona que se ceba en la desgracia de otro”. Del término carroña, dice: “Carne corrompida” y “Persona, idea o cosa ruin y despreciable”. Para fondo, palabra más compleja, propone “Porción de dinero”, a lo que añade las perífrasis fondo de inversión (“Fondo que agrupa los capitales destinados a la inversión de una pluralidad de personas”) y fondo buitre (“Fondo de inversión de carácter especulativo que compra deuda o activos de empresas o instituciones en graves dificultades económicas”).

El Diccionario es una herramienta que ayuda a comprender la realidad, una trinchera de defensa frente a los bulos y la manipulación política que acechan emboscados en los medios y las redes sociales. Hay quienes elogian y celebran la entrada de fondos en empresas y países y hay quienes padecen sus consecuencias. Suelen los políticos y los medios hablar mucho y bien de los fondos y suelen pasar de puntillas por sus “daños colaterales”. Decían los mayores que cosas y personas se definen por quiénes se arriman a ellas buscando provecho.

Queda claro que, para cebarse en desgracias ajenas, se requieren desgracias. La de una sola persona puede ser de provecho para otros, generalmente herederos, en caso de deceso, o acreedores, en el de quiebra empresarial; peccata minuta si no se trata de Amancio Ortega o de una empresa del Ibex 35. La palabra buitre se aplica a quienes disputan herencias en el imaginario colectivo, sean del Ibex, sean aspirantes a un apartamento en la playa o media fanega de secano improductivo. Dice el refranero: “Quien deja herencia deja pendencia”.

Hay personas especializadas en optimizar el beneficio de la desgracia ajena de forma ruin y despreciable. Para ello recurren a un apotegma neoliberal, posiblemente de la escuela de Thatcher y Reagan, que pregonan y predican Milei y Ayuso: “a mayor número de personas afectadas por la desgracia, mayor beneficio”. La tradicional y carroñera usura practicada por la banca y su espíritu, la inversión de capital por parte de una pluralidad de personas, ha sido adoptada por los fondos, de hecho es habitual la presencia de bancos en los fondos y viceversa.

¿A qué se llama desgracia? Suele ser uno o varios acontecimientos que afectan a personas físicas o jurídicas y que es habitual relacionar con el azar, en el sentido de mala suerte: la caída fortuita de un balcón sobre un viandante o de un rayo sobre una fábrica de pinturas. En el caso de las desgracias producidas por los fondos, queda desechado el azar, ya que sus maniobras están milimétricamente planificadas y cuantificadas con una precisión que asusta. Suele decirse que siempre gana la banca y cabe añadir: excepto si lo hace otra de más envergadura.

El acceso a la Sanidad, a la Educación, a la Dependencia, a la vivienda, a la energía, a la alimentación o al trabajo, el acceso a una vida digna, es negocio para los fondos. Muy rentable. Más de la mitad de la población se ve impedida para acceder de forma digna, a estos servicios, a estos Derechos, porque la especulación no pone límite a los beneficios y tiene armas para que no lo hagan quienes pueden y deben hacerlo. La desgracia se llama precariedad laboral y vital y los síntomas son deterioro educativo y sanitario, no emancipación, explotación, etcétera.

Los fondos no son entes abstractos: son personas en una estructura piramidal con un consejo de administración en la cúspide, un ejército de corredores de bolsa debajo y una legión de economistas, analistas y abogados en la retaguardia, todos ellos adiestrados para exprimir la economía privada y la pública sin que importen medios ni consecuencias. Son personas en extremo conservadoras, con una moral laxa y un concepto egocéntrico del mundo, de la sociedad, de la vida. Cuentan con el analfabeto político, que acertadamente retrató Bertolt Brecht:

«El peor analfabeto es el analfabeto político.

No oye, no habla, no participa de los acontecimientos políticos.

No sabe que el costo de la vida, el precio de las judías, del pan, de la harina, del vestido, del zapato y de los remedios, dependen de decisiones políticas.

El analfabeto político es tan burro que se enorgullece y ensancha el pecho diciendo que odia la política.

No sabe que de su ignorancia política nace la prostituta, el menor abandonado, y el peor de todos los bandidos que es el político corrupto, mequetrefe y lacayo de las empresas nacionales y multinacionales».

Los fondos lanzan bulos y manipulan la información para desviar la atención de sus fechorías. El analfabeto político repite como papagayo lo que propagan y culpa a otros damnificados de sus desgracias: la culpa de su todas ellas es del migrante, del catalán, del terrorismo vasco y de Pedro Sánchez, capaz de sacar lo de Nacho Cano para tapar lo suyo, porque lo de Ayuso está más que tapado. ¿O no? Imbecilidad sin límites.

A veces, consuela soñar con cientos de brókers y ejecutivos saltando al vacío desde las plantas más altas de los rascacielos de la Gran Manzana y miles en el resto del mundo.

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