Carriles y árboles de quita y pon

Es conocido el complejo o dilema de Penélope, aquello del tejer y destejer. Destejer de noche lo que se había tejido durante el día, para nunca terminar de tejer. Traído a los tiempos modernos, cambiar constantemente de decisión en el transcurso de una actividad u operación. Analizando la actuación del (des) gobierno municipal de Granada, se diría que son magníficos seguidores del complejo. Fundamentalmente si nos fijamos en su errática y contradictoria actuación respecto de dos aspectos muy de actualidad. Los carriles de quita y pon, y los arboles de tala y supuestamente planta.

Las medidas sobre la movilidad urbana precisan un tiempo razonable de “poso”, nunca surten efectos inmediatos, pues no es fácil modificar los hábitos ni las costumbres arraigadas en la población. Deben ir calando poco a poco, como la lluvia fina, acompañadas de una didáctica colectiva que haga comprender las bondades a medio y largo plazo de las mismas. De este modo, la peatonalización ha de ser progresiva y casi calle a calle, nunca de golpe. El uso del transporte público (autobús y metro) se impondrá al vehículo privado de forma paulatina, pero irreversible en la medida en que la mayoría de granadinas y granadinos comparen tiempos, costes y calidades de vida. Precisan, pues, mucho y muy inteligente y pausado “tejer”, que incluye contrarrestar argumentada y razonadamente la chistosa y nada fundamentada crítica consistente en intentar ridiculizar las medidas, al modo “pintar carrilitos de colores”, “toda la vida hemos ido en coche” y similares simplezas ocurrentes. Por tanto, evitar el “destejer”, pues en un día se echa por tierra el esfuerzo de meses.

A la vista está que en este tema el equipo de gobierno municipal ha errado claramente. Supo aprovechar la “ventaja” que ofrecía la pandemia de tener las calles casi vacías, para proceder a una ordenación de carriles que priorizara el vehículo público e hiciera ver al usuario de vehículo privado los inconvenientes de su uso. Tuvo algo de paciencia en la explicación de las medidas y sus beneficios, y justo cuando la medida empezaba, lentamente a surtir efecto y dar resultados (evaluados satisfactoriamente, incluso por el propio concejal del ramo), es decir cuando la labor de tejer empezaba a dar frutos, vino el repentino y raudo “destejer”. Triunfó el simplismo demagógico que defendía la supresión de los carriles reservados y la vuelta a la situación de ”siempre”, y los tejedores se convirtieron, por mor de presiones incomprensibles, en destejedores, para asombro de propios y extraños.

El asunto del arbolado es de traca. Se les llena la boca a los munícipes gobernantes de ciudad verde y sostenible, nos torpedean con grandes anuncios y brillantes titulares sobre el anillo verde que llenará la ciudad y sus entornos de arbolado, pero mientras llega ese momento, y sin explicaciones convincentes, se dedican a talar centenares de arboles, para sorpresa e indignación del vecindario, que no entiende se les prive de la vista, la sombra y la agradable presencia de arboles en sus barrios y calles. Conste que si algunos de esos centenares de árboles se encuentran en mal estado o alguno de sus elementos está ocasionando daños al patrimonio de todas y todos, su tala está justificada, pero hay que explicarlo con detalle. En eso también consiste el tejer, en crear una conciencia colectiva que asuma y conozca la verdad de las cosas.

La sinrazón parece ser la única guía de actuación municipal. La vuelta del complejo de Penélope no es ninguna buena noticia para Granada. Las pequeñas medidas, continuadas en el tiempo, son las que construyen ciudad, las que crean complicidad y confianza ciudadana, las que afianzan hábitos y modos de vida y de relaciones sociales. Tejer y destejer es propio de gobernantes sin convicciones, y lo que es peor, sin capacidad de provocar convicciones en la ciudadanía.

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