Crisis de las democracias liberales y cultura de coaliciones

¿Por qué no funciona la cultura democrática de coalición en España, en Andalucía o en Granada? Desde estas líneas renuncio a dar una respuesta. Esta no es un una pregunta, son miles de senderos que se bifurcan en un mismo sentido y en tantos intereses. Creo que es una cuestión que no saben afrontar las democracias liberales tradicionales hoy ante realidades multipartidistas. “Gran coalición”, Alemania, “coaliciones con o de malditos”, Italia o Austria, se suceden sin saldos positivos para los contrayentes.

Si no hay una repuesta, ¿en Granada nos podemos sentir aliviados?«Mal de muchos, consuelo de tontos» ¿O podemos volver a la jaula de goma que nos permite vivir en el manicomio sin dañarnos demasiado?“ ¡Qué bien vivimos a pesar de lo que nos ha tocado!”La coalición Hervias – Luis Salvador y PP (sin Sebastián Pérez) y el acuerdo con el neofranquismo, me niego a calificarla. Lo que pasa en la Plaza del Carmen no puede disculparse por lo global.

Cuestionarse lo colectivo implica enfrentarse a lo complejo. Seguro que les parecerá éste un lugar común, “un tópico”. Mas creo que insistir en desenmascarar soluciones simples a realidades complejas, nos podrá ayudar a afrontar la vida desde las paradojas y no con asertos que parecen resolverlo todo de un plumazo.

El sistema político construido simbólicamente en torno a la Constitución de 1978 se basó en un viaje hacia un sistema bipartidista. El mito era: el bipartidismo es la puerta para ser europeos. Hombres, primero, y por ende, mujeres, con el paso del tiempo, que viviéramos bajo el Estado de Derecho y del Bienestar que definía Europa y, en especial, los países escandinavos. Aunque con matices, repasen los videos de La Clave, todos defendían algo parecido. Aunque siempre haya excepciones. Manuel Fraga, ya rechazaba lo del “Estado Social”. Él lo tenía muy claro, había hecho la maestría en Londres, lo ideal era lo británico, entonces allí lo pujante era Margaret Thatcher.

La Ley Electoral, con sus barreras para para poder acceder al reparto de representación y el recuento D’hont, tenían el objetivo de hacer fuerte al centro: centro – izquierda o al centro – derecha, promoviendo coaliciones muy desiguales intrabloques. “Habla pueblo, habla”, era: “Se moderado y no cometas los errores del pasado”. Porque el pasado democrático había sido sistemáticamente tergiversado. Aun se tergiversa. Durante la Segunda República los gobiernos siempre fueron dirigidos por políticos de los centros, tanto en los bienios reformistas, como en el bienio contra – reformador, hasta que llegó la Guerra Civil. Y, sin embargo, la Segunda República era el caos de los extremos a superar.

“Coalición” connotaba o connota “debilidad” o “desorden”. Y lo era, a pesar de que la mayoría de las españolicas y los españolicos votaban a una fuerza política que era una coalición de partidos: UCD. O, si se mira bien, votaban a una figura unitaria: Adolfo Suarez. Para muchas y muchos el primer pacto entre partidos fue el que alcanzaron el PCE y el PSOE en las municipales de 1979. Pero hasta aquel acuerdo fue simbolizado por un hombre en apariencia moderado, el afable profesor: Don Enrique Tierno. Radical en ideas, pero suave en las mane-ras. De aquel pacto, que se concretó en muchos gobiernos de coalición en los ayuntamientos, y pesar, de que sus balances en la mayoría de los casos fueron buenos, el modelo bipartidista salió fortalecido.
A partir de entonces, el multipartidismo quedó erradicado del imaginario político. En la Moncloa la figura – una de Suarez se suplió por la mayoría absoluta de Felipe González-. El conflicto o la pluralidad se resolvían intrapartidos. El mantra: “la división mata” continúa vigente. Del Congreso no salieron coaliciones de gobierno, sino pactos presupuestarios, entre PSOE o PP con nacionalistas vascos y catalanes.

No sabemos formar coaliciones, ni en los partidos políticos ni las o los votantes. Bajo mi punto de vista, nuestra cultura política sanciona al que se arriesga a entrar en coalición como eslabón débil del acuerdo.Pero hoy esto no es privativo de España. Incluso en Alemania, tan civilizada, le sucedió a Los Verdes o le ocurre a los Socialdemócratas del SPD.

Sabiendo esto, ¿se puede arriesgar alguien al suicidio de ser coaligado sin poder real? Al votar se resuelve rápidamente: “el débil”: se ha vendido, no ha conseguido lo deseado, es un traidor, todo lo malo es por su culpa. “El fuerte” en la coalición: es astuto, los ha manejado a su antojo, qué bien gobierna, todo lo bueno es responsabilidad suya.

En Granada el saldo de las coaliciones no ha sido mucho mejor, siempre bajo nuestro peculiar sucursalismo. Aquí tenemos unas élites pedantes y prepotentes, que miran por encima del hombro a la gente, pero incapaces fuera de los límites provinciales. El primer gobierno de coalición municipal de 1979 se decidió en Sevilla. El último gobierno de coalición de 2019, se ha decidido en Madrid. Pero no crean que nos van mejor las cosas cuando las hacemos directamente en Granada, el gobierno de 1999 terminó a coces por un caballo.

Cualquiera tiene mil columnas en el tintero de su indignación, su incredulidad o su resignación indigesta, después de lo que ha sucedido en el Ayuntamiento de Granada en estas últimas semanas. Debo confesar que a mí me va a dar para varias, volveré sobre el tema.

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