Cuba en el corazón, Marruecos a la espalda
“Sin unirse a ninguno de los dos”. Conveniencia de mediar entre los dos extremos para tender puentes. (Saavedra Fajardo, Empresas Políticas, 1640)
Cuba en el corazón, Marruecos en la espalda, Europa dentro y Estados Unidos enfrente. La política exterior no es una cuestión fácil para la izquierda, dado que tiene que compaginar dos exigencias contradictorias: un mínimo realismo político y unos principios éticos de justicia y solidaridad. La derecha no tiene problemas en este campo: su pretensión fundamental es salvaguardar la libertad económica, a la que se supeditan todas las demás libertades; la defensa de occidente, es decir del neoliberalismo y la tradición judeocristiana; y la crítica inmisericorde de todo lo que suponga el mínimo atisbo de socialismo y de democracia avanzada. La izquierda tiene que compatibilizar la aceptación realista de las correlaciones de poder dadas, ya que en las relaciones entre estados estamos todavía en el estado de naturaleza hobessiano dado que las instancias supraestatales de corte democrático como la ONU carecen de poder ejecutivo para imponer sus decisiones y es la fuerza la que dirime los conflictos ,con la defensa de los valores humanos y democráticos. El tupido entramado de relaciones políticas, económicas y culturales que conectan los diversos estados entre sí forman una red de condicionamientos que constriñen la acción política de todos los estados, especialmente la de las potencias medianas como España. La situación geoestratégica de cada país condiciona de forma decisiva su margen de actuación en la arena internacional. Por todo ello hay que ser muy cauto en este terreno y contrapesar cuidadosamente las posibles consecuencias de cada paso dado en el ámbito internacional.
En el caso concreto de España los principales condicionamientos son: la pertenencia a la UE y la OTAN; unas relaciones estrechas pero conflictivas con los Estados Unidos; una proyección latinoamericana con fuertes raíces históricas, culturales, económicas y políticas y en ese contexto hay que enmarcar las relaciones con Cuba y Venezuela; por último, pero no en último lugar, la inserción mediterránea en la que se sitúa la relación privilegiada con Marruecos. La pertenencia a la UE es irrenunciable, tanto por motivos económicos como políticos, pero esta pertenencia se puede desplegar de diversas maneras y lo que tendría que impulsar la izquierda es la democratización creciente de las instituciones europeas en un sentido solidario hacia el exterior y redistribuidor hacia el interior. Esto supone propulsar el refuerzo de la cooperación de los estados del sur frente al neoliberalismo egoísta de algunos países del norte y el antieuropeísmo militante de la mayoría de los países del centro y el Este de Europa, especialmente los agrupados en el grupo de Visegrado. Se trata de impulsar la armonización fiscal, bancaria y de deuda en el conjunto de la UE y de articular una política exterior y de defensa autónoma respecto de la OTAN y de los Estados Unidos, (esta autonomía tiene como contrapartida que habrá que aumentar el gasto de defensa y además limitar la política neoimperialista de algunas potencias europeas, como Francia y antes Inglaterra, con la que por cierto, habrá que consensuar acuerdos de intervención común en muchos aspectos claves para Europa, igual que hay que regular los acuerdos económicos postbrexit lo mismo hay que hacer con la política exterior y de defensa). La UE no puede renunciar a jugar un papel como potencia principal en el escenario mundial dominado por la pugna con China y con el despertar imperialista de Rusia. En este aspecto la alianza crítica y simétrica con los Estados Unidos puede favorecer un tratamiento multipolar de los problemas mundiales.
Respecto a la relación bilateral con los Estados Unidos hay que tener en cuenta que los gobiernos democráticos han recibido de la dictadura franquista una pesada deuda, especialmente en el tema delas bases militares en nuestro suelo. Bases militares que son esenciales en dos escenarios de posibles conflictos: el Mediterráneo y el Norte de África. El control del Estrecho y la cuestión de la emigración ilegal son dos ámbitos en los que las bases americanas, especialmente Rota, pero también Zaragoza y Morón , son esenciales como punto de apoyo para las misiones tanto en el Mediterráneo, como en el Oriente Medio y el Norte de África.
En este contexto se articula la complicada relación con Marruecos, que no olvidemos se encuentra a 8 km de nuestras costas del sur y que tiene a Ceuta y Melilla incrustadas en su territorio. Las posibilidades de presión de Marruecos sobre España son numerosas: primero, el control del paso de los emigrantes subsaharianos hacia Europa a través de España; segundo, la cuestión pesquera; tercero, la presión continua sobre Ceuta y Melilla, puesta en evidencia hace unas escasa semanas. Marruecos es una potencia media de alcance local que compite directamente con España en el nivel económico, diplomático y militar. Hay que tener en cuenta que Marruecos está potenciando sus puertos para convertirlos en bases comerciales y logísticas en detrimento de los puertos españoles como Málaga o Algeciras. Por otra parte, los productos agrícolas marroquíes compiten directamente con los españoles. Desde el punto de vista diplomático Marruecos se ofrece a Estados Unidos como un aliado más fiable que España, ofreciendo sus bases y convirtiéndose en un comprador muy importante de material militar, cuyo uso solo puede tener dos objetivos: Argelia y España. Las últimas compras de armamento, aviones, carros de combate, y unidades navales, están reforzando considerablemente la capacidad militar de Marruecos frente a España. No se puede olvidar que el último país con el que España estuvo en guerra ha sido Marruecos, como se puede recordar ahora en el aniversario de la derrota de Anual(por cierto, el anterior conflicto fue con Estados Unidos por Cuba y Filipinas). Hay que tener en cuenta también que en caso de conflicto Estados Unidos se declararía neutral o posiblemente apoyaría a Marruecos. Las últimas jugadas de Trump sobre el reconocimiento dela soberanía marroquí sobre el Sahara occidental y el establecimiento de relaciones con Israel no van a ser abandonadas por la administración Biden, al menos de momento. Hay que tener en cuenta que Marruecos es un país muy complejo, donde la autocracia de la casta alauita se mitiga por una democracia tutelada y donde por ahora los yihadistas están más o menos controlados, pero también es un país que depende de los caprichos de un rey arbitrario y de un sistema muy corrupto. Por otra parte, los intereses económicos españoles en Marruecos no son nada despreciables. Todo esto hay que tenerlo en cuenta cuando se plantea qué política puede llevar un gobierno de izquierdas respecto a este espinoso tema. Marruecos, como Turquía, se hace pagar muy bien su papel de tapón frente a las olas de inmigración ilegal y hay que tener muy en cuanta esto cuando se negocia con ellos, ya que su capacidad de chantaje es muy grande, máxime cuando el resto de la UE se lava las manos en este campo y cuando Francia tiene también a Marruecos como aliado preferente. Por ello hay que compaginar una política de firmeza con un cierto realismo que haga las cuentas con todos los condicionamientos existentes. Una colaboración crítica parece la única salida, evitando tanto una ruptura explicita cuyas consecuencias podrían ser trágicas como una sumisión entreguista a sus exigencias. Cómo compaginar el apoyo a los derechos delos saharauis y la exigencia del cumplimiento de las resoluciones de la ONU con la necesaria colaboración en el control de la emigración ilegal en el estrecho es una misión difícil pero cuya tensión hay que mantener sin abandonar ninguna delas dos exigencias. Conviene recordar que hay que mantener también el equilibrio con Argelia, protectora del Frente Polisario y suministradora de gas a nuestro país.
Respecto a América Latina hay dos países centrales en las relaciones exteriores españolas: Venezuela y Cuba con dos sistemas políticos muy distintos pero unidos por la derecha bajo el rótulo de dictaduras, por el simple hecho de que los dos no admiten una libertad económica irrestricta. De todas formas mientras que Venezuela es una democracia pluralista con ciertos tintes antidemocráticos, Cuba es claramente una dictadura sin pluralismo político ni libertades. Lo anterior no obsta para que el realismo político exija tener cierto cuidado al enjuiciar sus regímenes políticos, debido a la amplitud de los intereses económicos españoles en ambos países, así como al conjunto de relaciones culturales e históricas que España mantiene con ellos, al igual que con el resto de los países hispanoamericanos. Venezuela tiene un sistema político pluripartidista, con elecciones más o menos homologables al resto de países de su entorno, con prensa relativamente libre y además en manos de la oposición en su mayoría. Es escenario de una dura lucha de clases en los que el gobierno conserva un apoyo popular prácticamente mayoritario, aunque los rasgos populistas y caudillistas empañan el proceso revolucionario.
Cuba es un caso totalmente distinto en el que el grupo dirigente extrae su legitimidad del éxito de la Revolución y del carisma que tuvo Fidel Castro, pero que no ha querido ni sabido rutinizar el carisma, como decía Max Weber. Es decir pasar de una legitimación carismática derivada de unas circunstancias y unas personas especiales a una legitimación basada en procedimientos normados democráticos y pluralistas. Hubo un momento en el que , al hilo de las transformaciones delos gobiernos revolucionarios en sistemas democráticos en países como Sudáfrica, Namibia, Angola y especialmente Nicaragua, se pensó en iniciar una transición hacia la democracia, pero la pérdida delas elecciones por el Frente Sandinista en Nicaragua asustó al equipo dirigente cubano que paralizó las reformas, sin tener en cuenta que los sandinistas se hundieron fundamentalmente por la corrupción y que Castro en aquellos momentos tenía todavía una gran acogida popular que podía haber revalidado en las urnas sin ningún problema. Castro podía haber sido otro Mandela pero prefirió mantener el carisma fosilizado y apoyado en la Unión Soviética que rutinizarlo de forma democrática. El bloqueo, la crisis económica y por último la pandemia han hecho saltar por los aires los esfuerzos del grupo dirigente por mantener el estatus quo. Por otra parte, el empuje revolucionario ha desaparecido en gran parte por razones demográficas ya que pocos recuerdan los primeros momentos de la revolución. También ha tenido unos efectos demoledores sobre la legitimidad del régimen el hecho de mantener una economía dual en la que de forma paradójica los beneficiarios de esta, los ligados a los sectores dolarizados de le economía, el turismo, las pequeñas empresas y la prostitución son precisamente los menos favorables ideológicamente al régimen, mientras que los sectores mayoritarios de la población tienen muchas dificultades para lograr sobrevivir. Un sistema sanitario muy eficiente y una alimentación basada en el racionamiento pero suficiente se han venido abajo por el bloqueo, la crisis económica y la pandemia golpeando precisamente a las capas menos favorecidas de la población que siguen siendo el principal apoyo del régimen. Por otra parte, la emigración cubana en el exterior, principalmente en Florida, constituye un fuerte grupo de presión sobre la política norteamericana con su apoyo en especial al partido republicano que exige mano dura contra la revolución y sabotea cualquier intento de conseguir una evolución hacia la democracia que, por un lado mantenga los principales resultados de la revolución y al mismo tiempo se abra hacia el pluralismo político y la democracia plena. Se da una polarización creciente entre los que quieren acabar con sangre y fuego con la revolución y con los revolucionarios y el núcleo duro del régimen que no quiere ningún cambio por miedo a perder el control. El papel del ejército es primordial, no solo porque es el detentador dela fuerza física sino también por su papel económico dominante en muchas ramas de la economía cubana. El ejército será una pieza esencial en el proceso postrevolucionario pero hay que convencerlo de que dicho proceso será pacifico y no revanchista, cosa difícil de creer si se imponen las tesis más duras del exilio en Miami.
¿Qué puede hacerla izquierda ante los dos países?. Por una lado rechazar de forma tajante los bloqueos políticos y económicos , pero al mismo tiempo tienen que presionar, sobre todo en Cuba, para que se dé una apertura democrática hacia el pluralismo que permita conservar los logros igualitarios de la revolución pero que permita también el libre juego dela economía y de las contiendas electorales y culturales en el marco de un sistema de libertades civiles y políticas en el que un sistema plural de partidos políticos expresen las libertades de asociación, reunión y participación política y se dé también una libertad de expresión sin cortapisas para todas las opiniones. La democracia no es solo imprescindible por motivos éticos y políticos sino también por motivos epistemológicos. Dada la imposibilidad de un conocimiento exacto y verdadero de las cuestiones políticas lo único que nos queda es un sistema de ensayo y error que vaya evaluando de forma periódica el resultado delas políticas desarrolladas. Las dictaduras, aparte de ser indefendibles desde el punto de vista político y moral, bloquean el libre flujo de opiniones y de críticas e impiden que el grupo dirigente evalúe el éxito o el fracaso de sus medidas hasta que sea demasiando tarde. El riesgo de perder las elecciones no solo obliga a afinar las políticas defendidas sino que el paso por la oposición es un buen método para recapacitar sobre los errores cometidos e intentar corregirlos. Sin este filtro epistemológico el grupo dirigente tiende a creerse sus propias mentiras y se aleja cada vez más del pueblo al que se debe. El tomar en consideración solo uno de los polos del problema, en el caso de la izquierda poner el acento solo en el bloqueo sin tener en cuenta la falta de libertades, dificulta marchar hacia la solución de este. Se trata de tender puentes entre los extremos irreconciliables para que cedan parte de sus pretensiones en beneficio de una salida democrática que permita mantener los logros de la revolución así como homologar el sistema cubano con el resto de las democracias, más o menos imperfectas, de su entorno. Esto exige una salida socialdemócrata, es decir un control democrático del proceso económico mediante leyes que busquen la justicia social limitando las desigualdades, un sistema fiscal redistributivo, y un sector público fuerte que asegure unos servicios sociales de calidad de forma eficiente y sostenible.
En resumen, la izquierda tiene que desplegar una política exterior y de defensa realista que tenga en cuenta los condicionamientos geoestratégicos y las relaciones económicas internacionales, pero que a la vez no renuncie a la defensa delos valores de la democracia, la solidaridad y la lucha por disminuir las desigualdades en todos los países del mundo, como dique de contención ante las tendencias crecientes a buscar soluciones no democráticas, populistas, que pretenden dar seguridad a cambio de eliminar o disminuir las libertades, pero todas las libertades y para todos y no solo las económicas que al final solo favorecen a la minoría más privilegiada de la población.