Cuidar de Granada, cuidar tu voto
El pasado 8 de mayo, en el Palacio de Abrantes de Granada, tuvimos la fortuna de asistir a la charla impartida por el técnico en arboricultura Ignacio Yáñez Serna, sencillamente magistral. Supuso, por primera vez, dar voz de forma experimentada y con una perspectiva integral, al enorme problema de nuestros árboles en la ciudad (los que faltan, los que talan, los que podan agresivamente…). Del conjunto de ideas que de allí me llevé -decenas de vitales informaciones compartidas para Granada: la necesidad de cubrir la ciudad hasta un 21% de copas de árboles grandes (estamos en un triste 4%), que nos salve de la contaminación que nosotros mismos generamos estúpidamente, los muchos beneficios para la salud de un arbolado urbano robusto, bien formado, en red, los beneficios sociales, culturales, etc.-, me quedo con la idea del “monitoreo”. Supervisar la formación de un árbol es casi más importante que el hecho de plantarlo. Acompañarlo en su desarrollo es vital para vigilar que su estructura sea la natural, la correcta, y que sea compatible con su posición en la ciudad, en las aceras, en los parques, en las plazas, para aportarnos realmente todos esos beneficios imprescindibles.
La pregunta que ahora formulo es… ¿Realizamos nosotros un “monitoreo” de nuestro voto? ¿Perseguimos el “desarrollo correcto” de los compromisos que el representante político al que votamos adquiere al recibir nuestro apoyo? ¿Estamos “cerca” de sus decisiones, pegados a él o a ella, y vigilantes de que siguen conscientes de las necesidades que vinieron a cubrir, de los problemas que prometieron solucionar?
Cuando iniciamos la democracia hace más de 40 años, pasamos de asumir las decisiones leoninas de la dictadura franquista a poder votar en libertad, pensando que de este modo ya habíamos ganado una importante batalla. Creíamos que votando, con alternativas para ello, unos u otros cumplirían su cometido a la hora de gestionar la vida pública, por el interés de todos y a la búsqueda de soluciones. Nos llevamos sin embargo una terrible decepción al comprobar cómo, más allá de una especie de evolución casi natural de nuestro país en el contexto europeo, las cosas seguían estando en manos de los mismos poderosos, las clases medias se reconocían en realidad como clases trabajadoras, explotadas y mal pagadas, carentes de verdaderas oportunidades, expulsadas del bienestar, más aún cuanto más vulnerable se era: mujer, infancia, tercera edad, jóvenes, dependientes, personas con diversidad funcional, colectivos de inmigrantes, LGTBI, etc., etc.
Y entonces reaccionamos. Supimos en un momento dado organizarnos y construir una alternativa, o varias, o muchas. Y rompimos el esquema bipartidista de vieja política nacional, regional y local, que venía campando a sus anchas con todo el apoyo de la prensa del régimen clientelar y todo el soporte de las fuerzas financieras. Pero ya no estamos en aquel 2015. La ola de la reacción a la crisis en la que nos sentimos estafados ya pasó. Quedó el andar con pies de plomo sobre el fango de la recuperación. A pesar de todo, España está cambiando, al menos las evidencias de que necesitábamos reaccionar son ahora clarísimas, y los peligros de no hacerlo o de dificultarlo o retrasar esos cambios, también. Pero, ¿hemos asumido ya que no basta con votar?¿Necesitamos más ejemplos en la política local para darnos cuenta de que tenemos que estar a la que salta con nuestros representantes, y construir democracia participativa y crítica justo a partir del compromiso del voto?
En Granada no paran de prometernos el oro y el moro: que si túneles inverosímiles por debajo de la ciudad, que solo huelen de nuevo a malversación y megalomanía; que si inversiones sociales en barrios quienes pudieron haberlas impulsado y no lo hicieron; que si capitalidades vacías de contenido real, panfletario modo de superar por arriba lo que no es sino lejanía con el administrado; que si “reaperturas” de debates de los años 70 y 80, que vuelven a despistarnos de lo importante, con romanticismos añejos, inviables y antiguos antes de nacer… La ciudad no es un tablero del Monopoli, señores y señoras candidatos. La ciudad y la ciudadanía hace mucho tiempo que se merecen respeto, que necesitan de políticos que dejen de hablar y que escuchen, políticos que atiendan a lo que se les reclama, que organicen sistemas para producir las mejores soluciones, no que “las pinten” en una cartulina de repente y nos las vendan como si fuesen comerciales de una firma de electrodomésticos.
Más allá del urbanismo populista que está inundando la campaña electoral en Granada, están las personas, sus lugares cotidianos, tantas veces descuidados, y su necesidad de formar parte de las alternativas. Pero para que se fijen en nosotros, en la gente, debemos practicar el “monitorear” a los políticos estos cuatro años siguientes, vigilarles atentos en su labor y en sus compromisos: vigilar que no montan un partido a mitad de legislatura, cuatro listos que desconectan de las bases y que utilizan nuestro apoyo y la posición que adquirieron para su propio beneficio; recriminarles a nuestros políticos si olvidan sus promesas electorales y nos toman por imbéciles dándonos gato por liebre; reclamarles su puesto si incumplen de forma flagrante y pasan olímpicamente de nosotros, volviendo a la vieja política de mesa de camilla… Es cuestión de compromiso de los cargos electos con lo dicho en el programa y en campaña, pero también y mucho de los votantes con lo votado, y de que la democracia sea, realmente, participativa y no simulada. Por eso yo, antes de votar en estas elecciones municipales les preguntaría: “¿me lo prometes?”.