Día de la Toma, Día de la Marmota

Cuando ustedes, amables lectores y lectoras, estén despachando estas líneas, nuestra bienamada ciudad ya habrá aparecido en todos los diarios digitales y matinales de radio y televisión, por el muy dudoso honor de haber vuelto a reunir a lo más granado del facherío patrio, con motivo de la “festividad” del Día de la Toma; un festejo del que se ha apropiado la ultraderecha de este país, para iniciar el calendario fascista del año haciendo gala de toda su parafernalia ideológica y simbólica, propia de los tiempos más oscuros del franquismo.

Estrenamos el año en que se cumplirá el medio siglo de la muerte, lamentablemente en su cama, de uno de los dictadores más sanguinarios del siglo XX, que además de decenas de miles de víctimas provocó que este país se sumiera en una larga noche de 40 años, durante los cuales fuimos considerados como unos auténticos parias por la comunidad internacional y como no, lo hacemos con el primer acto de exaltación de todo aquello que provocó que tantos españoles perdieran la vida y la libertad.

Durante esas cuatro décadas, celebraciones como la de la “Toma de Granada”, fueron promovidas y ensalzadas por el régimen como ejemplo de las gloriosas hazañas patrias, la superioridad de la “raza”, la unidad de destino en lo universal y los caminos imperiales hacia Dios a la vera de las montañas nevadas. Todo valía para poder sacar pecho ante una realidad famélica, primero de hambre y libertades y luego de reconocimientos.

Que cincuenta años después de la muerte del dictador, tan aficionado él a las “glorias” hispánicas, en pleno siglo XXI, Granada haya sido incapaz de darle un sentido incluyente, moderno y por qué no, inteligente, a la fecha del dos de enero, denota una preocupante falta de pulso social en nuestra ciudad, o que Lorca llevaba razón, cuando dijo aquello de que aquí “habitaba la peor burguesía de España”. Sin duda pésimas opciones ambas.

Quien esto escribe ha tenido la oportunidad de viajar en numerosas ocasiones y por muy variadas razones a diferentes países musulmanes y puedo asegurarles que en todos ellos, el nombre de Granada es una auténtica ensoñación. Se idealiza, se venera y se admira a esta ciudad que lamentablemente lleva décadas perdiendo la oportunidad de aprovechar el aura que la rodea en esas sociedades, para conformar y liderar alianzas económicas, tecnológicas y culturales, con un área geográfica tan importante.

Difícilmente podremos establecer y estrechar lazos y sinergias con esos países, mientras nuestra segunda “fiesta” local sea la que conmemora la toma de la ciudad por las huestes cristianas, con todo lo que ello conllevó y que se tradujo en el incumplimiento flagrante de las Capitulaciones firmadas por los Reyes Católicos, la persecución de la religión, las costumbres, la cultura y al final la expulsión de todo el pueblo que levantó esta ciudad de la nada y la convirtió en un referente para el mundo de su época.

Seguro que a estas alturas de lectura de esta columna, muchos de mis queridos “haters” ya habrán mencionado media docena de veces la palabra “reconquista”. Olviden todo lo que han estudiado sobre la historia de España, borren de su memoria aquello de que “se denomina Reconquista al período de la historia de la península ibérica de aproximadamente 780 años entre la conquista omeya de Hispania en 711 y la caída del Reino nazarí de Granada ante los reinos cristianos en expansión en 1492”, porque hace seis años el muy patriota y mucho patriota Javier Ortega Smith –de los Smith del Realejo de toda la vida-, vino a descubrirnos que la Reconquista no ha terminado, porque “aunque algunos crean que es así, frente a esa invasión del islamismo radical, de más mezquitas salafistas, de quienes quieren imponer sobre Europa una concepción totalitaria, esa reconquista continúa». Fue recordarlo y atragantarme con la tapa de rejos del “Ávila”, al imaginarme preso en un bucle temporal de imposible solución.

Permítanme que agradezca a Ortega Smith –de los Smith del Realejo de toda la vida- que nos haya descubierto que la Reconquista no ha terminado. Es verdad. Aún no ha terminado la reconquista de la decencia política, no ha terminado la reconquista de la dignidad de la ciudadanía, de la consecución salarios decentes para todos, de sanidad y educación públicas y de calidad, de pensiones dignas, de dependencia garantizada para quienes la necesiten, de igualdad entre hombres y mujeres y entre razas y religiones. En definitiva no ha terminado la reconquista de nuestros derechos, frente a quienes como Ortega Smith – de los Smith del Realejo de toda la vida- nos quieren siervos y sumisos.

Con independencia de disquisiciones históricas, lo que no parece de recibo es que en el año 2025 sigamos festejando la violencia, la exclusión, la xenofobia y la intransigencia, porque éso y no otra cosa, es lo que festejan en la Plaza del Carmen la mayoría de quienes viajan a Granada cada dos de enero, ataviados con toda la parafernalia fascista de banderas inconstitucionales, camisas azules, “caralsoles”, eslóganes vergonzantes, e insultos varios, a todo lo que se parezca a la democracia.

Para terminar aquí les dejo unos versos de la maravillosa canción “Moros y Cristianos” de mi querido Carlos Cano, a quien la Granada atrabiliaria de la Toma también puso a caer de un burro, por firmar un manifiesto contra la conmemoración del dos de enero, tal y como la seguimos celebrando:

“Por firmar un manifiesto,

se acordaron de mis muertos.

Qué chusmerío cuánta farfolla,

¡Ohú qué frío ohú qué pollas!”

PD. Feliz 2025 a todas y todos, incluidos a los que también se hayan acordado de mis muertos, tras la lectura de mi primera columna del año.

 

 

 

 

 

 

 

 

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