Discernir
Distinguir por medio del intelecto una cosa de otra o varias cosas entre ellas. Reza en un diccionario de Oxford esta definición, más edificante o turbadora, según perspectivas, que la empleada por la RAE para la palabra que utilizo como título de este artículo de opinión, pues nuestros académicos lo sintetizan en distinguir, digamos, de una manera más laxa, quien sabe si para no originar un esfuerzo que pueda herir las meninges de aquellos menos intelectuales. Pero yo, aunque no soy académico ni docto, ni de lejos erudito, como no me tengo por necio tampoco, me atrevo a disertar por escrito, por si acaso a alguien pudiera ayudar, que lo dudo.
Todos los cronistas, en sus diferentes épocas, han estado al servicio del gobernante de turno para glorificar sus victorias y minimizar las derrotas, así como ensalzar las virtudes de su señor y poner a los oponentes a caer de un burro. Resulta que todo sigue igual, pues quien gobierna es quien tienen el poder, es decir, el dinero. Es latente al observar cómo se apoyan golpes de Estado en países, aparentemente pobres, o no, y, o, democráticamente débiles, o no, tratando de deslegitimar a su Gobierno a través de medios de comunicación internacionales; desacreditando sus elecciones; aupando a la figura del candidato opositor y si nada de esto funciona, llegado el caso, mediante la financiación de armamento o por las bravas, me ahorro citar ejemplos. Pero a lo que voy, la verdad es que asistimos periódicamente, en función de lo que puedan o quieran alargar el asunto, a lo que podría ser un evento retransmitido, bien sea una guerra, un proceso electoral, la caída de un imperio o el compendio de todas estas cosas.
Vamos a discernir ahora entre lo que es bueno para un país, bueno para un gobierno o bueno para un partido político. Para un país es bueno que descienda el índice de desempleo, para el Gobierno también, pero no para el partido en la Oposición. Para un país es bueno que se destapen casos de corrupción, aunque solo sea por su salud democrática, para el partido político al que se inculpa no, con independencia de que esté en el Gobierno. Aquí sí voy a poner un ejemplo, además reciente, para que dilucidemos entre el poder real y el poder aparente. Pablo Casado mandaba en el PP, al menos era su presidente, de pronto debió sentir la zozobra en su sillón, aparentemente lo amenazaba una subordinada suya: Díaz ayuso. Así pues, decidió denunciar una presunta corruptela y matar dos pájaros de un tiro: Enarbolo la bandera de la honradez y la transparencia, lo cual me elevará ante los votantes y de paso me quito de en medio a esta molesta mosca cojonera. Pobre Pablo, ingenuo y charlatán… Me viene de repente una canción de su tocayo Abraira, que sigue: que fui paloma, por querer ser gavilán… Le salió el tiro por la culata, cayó fulminado, no mandaba una mierda, así de claro.
Y ahora intentaría explicar la diferencia entre un medio de comunicación y un medio de manipulación, para de esta manera advertir la distancia, diametralmente opuesta, que existe entre lo que podríamos llamar información y lo que en realidad es propaganda. Pero y si de pronto me ahorro el discurso, lector inteligente, que de sobra sabes a qué me refiero… Pues eso. Los cronistas de nuestro tiempo están al servicio de quien los sostiene y los mantiene: el capital, es decir, sus amos; como toda la vida de Dios. Es un pequeño y cerrado círculo vicioso, un brazo más de su maquinaria al que hoy denominamos como el cuarto poder. Se pasan la vida demonizando ideologías contrarias a sus intereses y sobre todo a los líderes que las defienden, véase a Alexis Tsipras, Pablo Iglesias, Evo Morales… Con muy buenos resultados, por cierto. Recordemos a Joseph Goebbels, jefe de campaña de Adolf Hitler. Para Goebbels, (el que decía que una mentira dicha mil veces se convierte en verdad), al igual que para los adeptos a la filosofía maquiavélica, el acto de mentir debía ser analizado y evaluado más allá del prisma de la moralidad para extraer de él una utilidad innegable: la de influir en la sociedad. Extraigo y cito literalmente el artículo de una revista científica. Recordemos su uso por parte de regímenes totalitarios, como el Franquista, que se apropió de un organismo creado por la FET y la JONS para servirse de él. Por cierto, durante la Guerra Civil, un militar con rango de oficial que estaría a cargo de la radiodifusión y la propaganda, tuvo un nieto que llegó a presidir el Gobierno de España, seguro que les suena, se llama José María y se apellida Aznar López. Dicho esto y para no extenderme, que la cosa daría para una tesis doctoral, os invito a que contrastéis las noticias que os llegan para así poder discernir, entre lo que es información y lo que viene siendo propaganda.
Pues por su salud mental le recomiendo no investigar la ascendencia de Pedro Sánchez y Pablo Iglesias.