¿Dónde está la gente?

Decía en 1987 Joan Manuel Serrat «Detrás está la gente». ¿Hoy dónde está la gente? En aquellos años cuando una persona seguía las campañas electorales solía medir las posibilidades de éxito de una candidatura por el angular que era necesario utilizar para saber cuánta gente asistía a los mítines. Las comparaciones son odiosas, pero después de prácticamente tres procesos electorales consecutivos podríamos observar cómo ha evolucionado la presencia de la gente en algunos espacios sociopolíticos.

Los ´70 y los ’80 eran años en los cuales escuchábamos atentos las intervenciones en el foso, sentados o de pie. Un escenario desierto con un fondo en el que el lema de campaña y el atril lo eran todo hasta que subía el orador o, las menos, la oradora de turno.¿Recuerdan el número de personas que asistían a la plaza de Toros, al Campo de Fútbol o al Paseo del Salón a los mítines de Anguita, González, Guerra o el líder de turno de AP en aquella década? De la Plaza Bib–Rambla o del campo del fútbol Zaidín no hablaré, eso ya es para veteranas y veteranos avezadas. Las instantáneas de las últimas elecciones no miran a la gente que está frente al escenario. Únicamente vemos las muecas, los bostezos o los sueños de las personas que son colocadas estratégicamente a las espaldas de quien hace uso de la palabra. Si no fuera por sus síntomas de aburrimiento creeríamos que son de cartón piedra.

El 15 M fue un estallido que nadie preveía. Al principio no había números para calcular cuánta gente cabía en la plaza de la Caleta, cuánta había desde allí hasta el Triunfo, pero aquellas y aquellos números tenían rostro, comenzaron a no ser anónimos como antes en los grandes mítines. Una vez desalojada la plaza del Carmen, se produjo un reflujo. La PAH tiene rostro, nombres y apellidos, es, mensurable, a pesar de la gran validez de sus reivindicaciones.

A pesar de que los ficheros de militantes de los partidos, por la «crisis de vocaciones», en las elecciones de 2015, con la llamada «Nueva política», parece que se recuperó la emoción de encontrarse en el espacio público con las tuyas y los tuyos. La quiebra del bipartidismo movilizó la curiosidad de la gente. Sin duda, Vistalegre se convirtió en símbolo. Los templos del PSOE: el Pabellón de Dos Hermanas y el propio Vistalegre, fueron tomados por coletas. Algo estaba cambiando. «¿Repolitización sin política?», quizás, pues la política era propia del pasado.

Las manifestaciones clásicas, sin embargo, languidecían. Mas la «fusión hospitalaria» desbordó el eje Caleta – Humilladero,nuevamente sin que analistas o políticas y políticos lo auguraran. La derrota de los gobiernos de la Junta de Andalucía y de sus delegaciones provinciales trajo la racionalidad de vida cotidiana a las áreas sanitarias, un nuevo caso de despilfarro por capricho y, paradoja, en el peor sentido,el esperpento grosero y vulgar. Aquellas manifestaciones eran de gente normal que luchaban por «su salud».

La «salud», tan estrechamente relacionada con «el miedo», es un marco que el neurolingüísta George Lakoff advierte como muy adecuado para propiciar las movilizaciones ciudadanas. Un sueño para publicistas y estrategas de gabinete. Aunque ni siquiera el algoritmo puede prever por qué gente anónima se levanta una mañana y dice hasta aquí, no puede calcular cuántas personas se reunirán masivamente para recorrer varias calles de la ciudad. Sólo un ejemplo, el CIS no incluye un fenómeno nuevo en sus encuestas hasta que éste se ha manifestado con la fuerza suficiente para que no se pueda ocultar. En lo social y en lo político se hacen descripciones, las previsiones se circunscriben en la práctica a lo electoral o a los augurios de safios tertulianos.

Granada es referente de las «Huelgas Feministas», incluso de los paros de 24 horas, para pasmo de sindicatos mayoritarios y militantes institucionalizadas. Los dos últimos «Ocho de Marzo» nos han mostrado la indignación y la alegría de miles de mujeres granadinas. (Marco de esperanza) Manifestaciones en las que la cabecera llega al final, mientras la cola no se ha movido aún. Sin embargo, la reacción partidistaneofranquista no ha sido capaz de reventar los espacios acondicionados para sus mítines.
Sin duda, en esta ciudad, en esta provincia, como en la realidad estatal, las campañas electorales han de cambiar, si no lo están haciendo ya. Cuando la política tradicional se impone, cuando el bipartidismo crece, la gente no acude al encuentro con sus líderes o hacer piña. Ni la plaza de las Pasiegas ni un extremo de la Carrera de la Virgen o la parte baja de los Jardines del Triunfo son espacios para actos de multitudes.
¿Dónde está la gente? Porque gente hay. Si alguien lo duda, que repase las noticias del Día de la Cruz en el Albayzín y en el Realejo el pasado 3 de mayo. La abstención se ha reducido en casi diez puntos respecto a las municipales del 2015.
Es una peculiar desafección ésta. Cuando los hiperliderazgos o los selfies lo inundan todo, los mítines no tienen gente. Detrás, detrás ya no está la gente.

Postdata: Sé que habrá quien podría esperar una reflexión sobre como Ciudadanos está perdido en la trampa del sorpasso al PP. Sé que es tiempo de pactometros. Sé que «estdelenda» oposición. Pero soy un mitómano de dos Joan´s: Joan Manuel Serrat y Joan Subirats. Este último, un catedrático fascinante de Ciencia Política, es el número dos de Ada Colau, sus memorias sobre la negociación en Barcelona no tendrán precio. Aquí nos tenemos que aguantar con lo que nos ha tocado. Poca emoción nos queda.

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