El antídoto de la derogación

La verdad es que cuesta encontrar algún argumento o razonamiento no ya nuevo, sino siquiera medianamente original, para mantener con cierto decoro una posición política defendible e interesante de cara a esas personas que, aún hoy y pese a todo, siguen leyendo estas reflexiones, incluso las encuentran dignas de ser tenidas en cuenta. Es tal la cantidad de ruido ensordecedor, de griterío descontrolado, de eslogan facilón, que a veces, llega uno a pensar que todo estará ya dicho y que todo estará ya decidido en la mente de las españolas y españoles que el próximo 23 de Julio decidiremos con el voto el futuro de nuestro país.

Parecería, pues, una pérdida de tiempo recalcar logros y conquistas sociales, reivindicar políticas justas y redistributivas, valorar esfuerzos de diálogo y de búsqueda de convivencia. Dicen los y las expertas ( y será cierto) que el electorado de izquierdas no se moviliza por esos motivos. Que las razones económicas y sociales no sirven para tensionar a ese electorado y, por tanto, por esos motivos no van a ir a votar. Pese a todo, creo que la perseverancia y la continuidad en dichas políticas si es motivo para acudir a votar. Está demostrado que nada es eterno ni para siempre y que cualquier medida política puede ser revertida. Parece difícil hacerse escuchar en ese sentido en medio de tanto ruido, pero no hay que cejar en el empeño. Forma parte del antídoto de la «derogación», ese mantra que tanto éxito parece tener.

Se dice también que lo «pasional» y lo «emocional» es lo que agita a la ciudadanía y lo que la moviliza para acudir a las urnas. Está claro que en el caso de la España de 2023 esa «pasión» y esa «emoción» es a la contra, no es a favor de nada, pues nada parece haber, sino en contra del gobierno, concretamente del presidente del gobierno, cuya derrota electoral se convertiría en el bálsamo que calmaría todas las aguas agitadas. Ya se está encargando él ( y bastante bien) y alguna gente más de desactivar tamaño bulo, pues en democracia, se derogan y se modifican leyes y medidas, no personas. El antídoto de la «derogación» también contiene algunas dosis de didáctica elemental sobre funcionamiento democrático de las instituciones y sobre representación política basada en programas de gobierno. Quedan cabezas en este país que piensan y no embisten.

Frente a razones incontestables y acreditadas de solvencia económica y justicia social, parece indicarse que al electorado lo mueve más las referencias directas y «al estómago», tipo Bildu (cuando no la desaparecida ETA), independentistas y la nunca acreditada pertenencia al gobierno de dichas fuerzas (por cierto, ampliamente votadas por españoles y españoles). Es decir, que el espectáculo televisivo y televisado en directo al respecto, tendrá mas impacto electoral que la sosegada constatación de que ha votado cada cual en la dinámica parlamentaria de estos 4 años. Ciertamente, las razones del «estómago» son más difíciles de contrarrestar, y más en este país de tan larga y desdichada tradición de sentir «recelos» ante lo vasco y lo catalán, así, sin más. Pero parece que el antídoto de explicar con detalle lo que es una alianza de gobierno, lo que es una alianza parlamentaria y lo que es simple y llanamente hablar, va calando poco a poco en la población. Que, por cierto, asiste espantada al vodevil de intentar resucitar a quien la propia democracia consiguió sepultar hace más de una década. El antídoto frente a la derogación es más lento que el ansia de derogación, pero sus efectos son infinitamente más duraderos.

No queda mucho tiempo, pero aún queda, para el 23 de Julio. Uno llega a perderse entre tanto análisis (normalmente de parte) que se escucha y se lee, entre tan contradictorios puntos de vista, entre tan interesadas y sesgadas visiones de la realidad. Entre lo que debería hacerse y lo que se hace. Sorprende el elevado número de expertos, sabios y listos que aparecen a diario, con la clave del éxito electoral, y con el conocimiento exacto de las tendencias de la ciudadanía.

Modestamente, desde estas reflexiones, sólo cabe insistir en el uso de los antídotos. Frente a la derogación sin más, como mensaje impactante, el mantenimiento de las políticas acreditadamente positivas, el mantenimiento del diálogo y de la razón y la perseverancia didáctica en la explicación. Y, por supuesto, con estilo. No desearle a nadie que llegue a añorar las políticas sociales, porque le sobrevenga un cambio brusco en su vida laboral. No regocijarse con la desgracia de quien votó por derogar y pueda llegar a sufrir en su vida diaria las consecuencias de la misma. No alegrarse de que nadie tuviera que constatar la existencia de violencia machista por algo que le ocurra en su entorno cercano. No. Con estilo. Como hace el presidente del gobierno. Y cómo debemos hacer quienes aspiramos a vivir en una sociedad mejor.

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